La Cuarta estuvo en el estreno del libro Caso relojes, de Laura Landaeta y Diego Ortiz, que revela los secretos mejor guardados de tal vez el caso más sabroso del último tiempo, que atraviesa desde el mundillo del espectáculo al poder judicial.
“Ella sabía lo que estaba haciendo”, exclama Laura Landaeta, micrófono en mano, frente a una decena de periodistas que están allí atraídos por el lanzamiento oficial de su última investigación —en coautoría con Diego Ortiz: Caso relojes. Una historia de robos, tradiciones y mucho oro (Planeta)— y que le preguntarán uno detrás de otro por la presunta responsabilidad de Tonka Tomicic Petric en un escándalo mediático apenas comparable a capítulos fundacionales de la retrofarándula criolla, como el topless de Cecilia Bolocco o el quiebre amoroso con Kenita Larraín que hundió a Iván Zamorano. Landaeta, a continuación doblará la apuesta. “Por mucho menos que esto cualquier chileno estaría detenido”, protesta, “y en este caso se ha intentado proteger la imagen de Tonka Tomicic de manera extrema”. Al cierre de su alocución, en la que habló de la “rabia” e “impotencia” que varios se adjudican “cuando la justicia no funciona”, arriesga de vuelta: dice que la exmodelo y animadora “debería, por lo menos, estar imputada” y que “podría ser la punta de lanza de un amplio número de figuras públicas connotadas” involucradas con una compleja red delictual.
Las palabras de la periodista, desde luego convalidadas por Diego Ortiz, rivalizan con el discurso que sostiene Tonka Tomicic desde que su nombre apareció repentinamente en la investigación. Ella, en una entrevista concedida a su casa televisiva los primeros días de febrero, aseguró que nunca se enteró de nada y que “sólo se haría responsable de lo que ella había hecho”. Pero al interior del texto que propone la dupla Landaeta-Ortiz —173 páginas en un formato casi novelesco, con acceso a escuchas, carpetas investigativas y testimonios clave— su implicación es prácticamente confirmada.
De entrada, hay una llamada clave. Marco Antonio López, Parived, un jueves de octubre de 2019, informado de una acción legal en su contra, contactó a su pareja para advertirle las consecuencias que podría suponer para su carrera. La respuesta de Tonka Tomicic, poco antes de cortarle, propone una primera duda razonable: “Hay que hacerse el hueón”. Los autores también se permitieron sospechar de su participación una vez conocieron los resultados de una pericia, donde se determinó que el rostro de Canal 13 “firmó y escribió de puño y letra” setenta y seis cheques, que suman más de quinientos millones de pesos, los que utilizó su marido para adquirir joyas y relojes robados.
Sostienen Landaeta y Ortiz, luego de perfilar de manera pormenorizada una relación ¿quebrada?, que a fin de cuentas resulta poco probable que un matrimonio durante años tan unido, tan hermético, privado, con un santuario propio en su domicilio, no se hubiera comunicado de qué modo ocupaban el dinero.
Lo de Tonka Tomicic y Parived, de todos modos, si bien un ingrediente que le añadió picante —o ribetes cinematográficos al relato, como les gusta decir a los autores—, es meramente una pieza dentro de un sinnúmero de ellas, que componen un caso mucho mayor y más preocupante que arrancó la penúltima semana de marzo de 2017. Fue allí que en el control aduanero del Aeropuerto Internacional de Santiago se detuvo a una mujer que cargaba un arsenal de joyas y relojes de lujo sin poder explicar su origen. A partir de entonces, los testimonios de la “turista” y de otro detenido permitieron enhebrar los hilos y descubrir un negocio de lanzas internacionales, que tuvo su punto de partida en diversos puntos de La Victoria, Lo Hermida o La Legua, pero que llegó hasta Lisboa, Bruselas, Milán, Nueva York y Barcelona, con boletos de vuelta a nuestro país.
Una red “donde se han asesinado personas, se trafican niños, se les hace documentación falsa con todo un aparataje del estado” y en la que “los pobres terminan siendo los más perjudicados”, describe Landaeta. Una sociedad que contempla a un grupo de mediadores “con mucho poder adquisitivo y mucho poder”, incluso funcionarios de policías y del servicio público, y que como sucedió con la exmodelo y el anticuario, encubre a destacados rostros de la glamorosa élite chilena:
—A los únicos que no contactamos fue a Cristián De La Fuente y al “Chino” Ríos —enumera a modo de ejemplo Landaeta, consultada por algunos nombres que forman parte del texto—. Yo contacté a Cristián De La Fuente en La Red. De hecho, su hermana se dedicó a insultarme harto tiempo después porque me tenía en WhatsApp. A Marcelo Ríos no lo pudimos contactar, pero sí hablamos con “Pajarito” Valdés, con Esteban Paredes, Rafa Araneda y todos los que han sido nombrados.
—Hay un sinfín de elementos que hacen de éste, uno de los casos más polémicos y llamativos del último tiempo del país. Rostros de TV, salida de menores sin las autorizaciones adecuadas, el componente de clase, los miembros de la PDI que filtraron información. ¿Qué es lo que más los sorprendió a ustedes?
L.L.: Como periodistas de investigación, ambos trabajamos con la realidad todos los días y hemos hecho trabajos tan brutales como la investigación de los quemados en la fábrica Kayser, asesinados por lo demás. Entonces es difícil que te golpee tanto un poco de realidad, ¿no? Pero de todas maneras, en una parte del libro, tuvimos acceso a conversar con un menor que está preso en Francia, este mes llega a Chile, en estos días, y ya lleva varios años preso. Lo mandaron con catorce años a delinquir, lo pillaron después de un tiempo, y él va contando cómo pasó de estar de invitado VIP en el polo, a una cárcel francesa. Tuvo suerte, él sabe tres idiomas y todo, pero esa realidad tan brutal... tú hablas con él al final y te queda esa sensación de ¿va a volver a lo mismo? No tiene más opciones. Desgarra. Y es medio quijotesco, con el Diego lo hablamos, esto de tratar de develar verdades todo el tiempo. Porque es repoco lo que pasa con estas cosas. Pero, por lo menos, el juicio moral es lo mínimo que se merecen algunos de ellos.
D.O.: Un elemento que sorprende mucho también es cómo esta red pudo permear en las instituciones públicas. La PDI, siete detectives me parece…, no todos dados de baja, pero hay siete detectives identificados que entregaron información, entorpeciendo enormemente la investigación de fiscalía. También hay funcionarios del Registro Civil, que entregaron identificaciones falsas, y de esa forma permitieron que trajeran elementos robados. Eso llama la atención y da cuenta de todo el poder que tenía este aparataje, que tampoco estamos seguros a ciencia cierta de que se vaya a cortar con el trabajo de fiscalía. Hay cabos sueltos y hay personas que no están siendo imputadas, que podrían perfectamente seguir trabajando en lo mismo.
—Por lo expuesto en el libro, resulta muy difícil que Tonka Tomicic no supiera nada de lo que ocurría. ¿Creen que a partir de esta investigación pueda ser imputada? Que pueda servir como una suerte de herramienta.
D.O.: Habría que cruzar los dedos, yo creo, para que se haga un poquito de justicia real con todos los involucrados. No sólo con las personas que ya están imputadas, que obviamente son parte del engranaje, sino también las víctimas. Y en todos los países... Es una red que tiene presencia en treinta y cinco países. Estamos hablando de algo que recorre el mundo, y sería importante que no quede ninguna pizca. Sería una linda señal por parte del Ministerio Público...
L.L.: Nosotros nos comprometimos, cuando empezamos el libro, a entregar los antecedentes. Obviamente vamos a proteger a nuestras fuentes y no vamos a entregar sus nombres ni su ubicación, pero sí hicimos un trabajo de terreno en Nueva York muy intenso. De hecho, me acuerdo que terminé corriendo por mi vida, subiéndome a una micro, porque era un barrio de Manhattan donde no había ni metro y está tomado por los chilenos. Y así en Los Angeles, así en Chicago, en Florida, en Europa, en Australia, Emiratos Árabes, etc. Y terminamos entregando toda la información tanto al FBI, que nos estuvo pendiendo de un hilo por la Visa Waiver por el tema de los robos, como también al fiscal.
—¿Qué esperan?
L.L.: Esperamos que el fiscal, más allá de tener una actitud confrontacional, entienda que estamos trabajando por lo mismo, que es tratar de construir una sociedad un poco más justa, y donde no siga existiendo la impunidad que existe para las personas que tienen dinero o posición de poder.
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