La célebre médico explicó cómo nació la relación con su marido, y también, aquella vez que le fueron infiel.
La doctora Carolina Herrera, médico cirujano con más de 35 años de experiencia y recordada por su activa participación como presidenta de la Sociedad Chilena de Enfermedades Respiratorias, fue la gran protagonista de la última edición de Podemos hablar, espacio de conversación de Chilevisión.
La profesional de la salud fue parte de una cuaterna que contempló a Cata Pulido, Juan Pablo Queraltó y Marcelo Comparini, y como exige la dinámica del programa, habló de todo. Inclusive de la dolorosa infidelidad que descubrió por parte de su marido, Eugenio Olea, hace unos años atrás.
Primero, eso sí, contó cómo fueron sus primeros años de relación. Que, ojo, tampoco fueron nada sencillos:
“Cuando tú tienes una carrera larga de medicina es complicado. Fuimos los mejores amigos, donde año por año le pedía matrimonio, y la respuesta era no”, explicó Herrera, según información de TiempoX.
El escenario recién tuvo final feliz una vez lograron cerrar su etapa como estudiantes: “Cuando nos egresamos nos casamos seis meses después”.
Después vino tal vez uno de sus dolores más grandes:
“Vivimos felices 22 años, hasta que descubrí que me fue infiel por un pelo rubio que encontré en el auto. Le pregunté, pero él negó todo, así que decidí echarlo con todas sus cosas donde mi suegra”, se sinceró.
No es primera vez
Aun así, aparentemente la infidelidad de Olea, para la doctora Herrera, es un tema superado y que forjó parte de su carácter. Digamos, no es la primera vez que lo comenta en los medios.
El pasado febrero, cuando fue invitada a Juego textual, la médico cirujano también habló sobre el incidente, que tuvo lugar en 2004:
“Esto tuvo un costo muy grande para mí, fue Chernobyl. Por 12 años lo bloqueé. Siempre poniéndole plomo encima y eso me consumía energía hasta que tuve un evento crucial: fue en el 2017 que me quedé perdida en el Parque Nacional Conguillío. Me quedé toda la noche y pensé mucho”.
En 2018 le comunicó que ya no guardaba rencores y, al poco andar, luego de una reunión con su generación de Medicina, se reenamoró. “Recuerdo que me senté en la camioneta y lo olí. Su olor me pareció tan maravilloso. Almorzamos, después nos tomamos un café y estuvimos seis meses pololeando escondidos”.
“Hasta que un día les dije a mis hijos: ‘El papá viene a almorzar’. Se sentó en la mesa y de ahí happy end”, cerró.
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