La banda californiana entregó un solida primera presentación en el Movistar Arena, impulsada por el talento de Frusciante, el desplante de Kiedis y la potencia rítmica de Flea y Smith.
Dejando en claro que el paso del tiempo no representa ningún tipo de merma para su despliegue, los Red Hot Chili Peppers se dieron cita este domingo en un abarrotado Movistar Arena para iniciar una potente primera velada sobre suelo nacional.
Sin importar si viste todas sus presentaciones previas o en esta ocasión los presenciaste en vivo por primera vez, los Chili Peppers simplemente no dejaron a nadie indiferente con su sólido despliegue.
Ahí, en pleno centro de Santiago, los hombres del “Californication” demostraron que la guitarra estridente de John Frusciante es inmortal, que la energía de Flea es inagotable, que el espectáculo de la batería de Chad Smith sigue resonando rítmicamente tan fuerte como en el ayer y que el desplante de Anthony Kiedis no ha perdido ni una sola gota de carisma.
Es decir, estuvieron todos los componentes para dejar extasiados, emocionados y absolutamente contentos a los fans chilenos que al fin pudieron presenciar este acto, completamente ajustado para sacar chispas sobre el escenario y dejar en claro que el rock es el néctar que los rejuvenece con cada acorde.
Give it away, give it away, give it away, now
El puntual inicio de la presentación, que forma parte del Global Stadium Tour de la banda, está marcada como es habitual por estrenduoso Jam que calienta los motores. Este representa un tentempié energético que deja en claro desde el principio que las siguientes casi dos horas estarán marcadas por un estruendoso desplante que en ningún momento pierde vitalidad, potencia o emoción.
Claro que también una mera revisión del setlist deja en claro que, a pesar de existir las infaltables sandías caladas, los Red Hot Chili Peppers no se conforman con jugar a la segura solo escudándose en sus mayores hits de comienzos de siglo a partir de discos como Californication, By the Way o Stadium Arcadium.
Bajo las luces, también se dan el tiempo para conversar entre si, improvisar en un montón de ocasiones, hacer guiños a temas como London calling de The Clash y dejar fluir con naturalidad un espectáculo que en ningún momento se siente calculado. Simplemente se dejar llevar por la ola del momento, como si estuviesen sobre una tabla de surf que se guía dependiendo de un momento único e irrepetible.
Por eso en el camino, con una potente ejecución de primera, también dan espacio a sus más recientes creaciones, por lo que presentan un puñado de temas de sus más recientes discos, incluyendo “Aquatic Mouth Dance” del exitoso Unlimited Love (2022) o “Eddie”, de su última producción, también presentada el año pasado, Return of the dream canteen.
Aquellos son los momentos que permiten entender que aquí no habrá temas en los que no participó Frusciante, ni tampoco solicitudes que los saquen de su zona. Solo basta decir que antes del encore los propios fanáticos se vuelven protagonistas en la pantalla, por lo que el foco está en los carteles que les solicitan temas por montón. Pero aquí no hay espacio para aquello.
Dream of Californication
Como parte del estridente espectáculo, también hay espacio para canciones de un disco noventero como “Blood Sugar Sex Magik”, las que hicieron explotar al Movistar en más de una ocasión, pero no menor es el trecho para desplegar los talentos individuales de los RHC. De ahí que el show da un especial espacio a un John Frusciante, quien volvió en gloria y majestad para conformar a la alineación más clásica de la banda.
Y ahí, en medio de un Movistar Arena rendido a sus pies, el hombre de la guitarra entregó un respiro en medio de la emoción con un pausado cover del “Terrapin” de Syd Barrett, pero también concretó solos estridentes y se fundió en varios momentos en 1 a 1 con el bajo de Flea. Por eso no sorprendió que su nombre fuese coreado con fuerza ante la entrega de éxtasis desde el escenario.
Claro que John claramente no fue el único celebrado. Más allá de un “te amo Anthony” desde la platea, que desató el jolgorio en las primeras filas de la cancha, el foco central estuvo en la recepción de la potente entrega de cada uno de los integrantes del grupo.
Ahí solo basta decir que Flea, remarcando en un momento su afición por la montaña frente a Santiago, literalmente se detonó, entregando una performance que lo llevó a las orillas del público, a encaramarse sobre el parlante durante el monumental cierre de “Give it Away” y a interactuar en más de una ocasión para agradecer por todos “los jodidos años” en que han recibido el apoyo de los fanáticos.
Aquello es lo que en última instancia queda. Los Red Hot Chili Peppers conectaron con potencia y plasmaron un despliegue que nunca decae. Ahí demostraron que aún hay espacio para celebrar lo que fueron en el pasado, pero también para ensalzar con talento lo que siguen siendo y, más aún, vaticinar con energía lo que aún está por venir, ya que la pimienta roja picante no decae.