Seca del yoga, escribe una obra de teatro y “feliz volvería a actuar”: los días de Antonella Orsini lejos de la TV

Antonella Orsini. FOTO: Pepe Maldonado (@pp_maldonado_57)
Antonella Orsini. FOTO: Pepe Maldonado (@pp_maldonado_57)

Era una niña que soñaba con actuar y a los 14 años consiguió su primer papel en una teleserie de TVN, tras lo cual vinieron una decena de melodramas. Sin embargo, el haber partido tan chica, “me hizo enfermarme”, cuenta al diario pop. Encontró un refugió en esta disciplina oriental. A pesar de ser “bien matea”, recuerda, “en el ambiente yo no era validada por buena actriz, era por bonita”.

Antonella Orsini (38) tenía solo doce años cuando supo que quería ser actriz. Soñaba con seguir el camino de grandes como Alfredo Castro, Claudia di Girolamo, Héctor Noguera o Carolina Arregui. “Para mí eran referentes, quería ser como ellos, y con muy poca paciencia”, recuerda con el diario pop. No quería esperar ni oír un “más adelante”, sino un “ahora, ya”.

A tan corta edad, pensaba que necesitaba tener un familiar, un conocido, a alguien para entrar en ese mundo… Y no había nadie en su círculo.

Pero estaba convencida, tenía toda la convicción. Fue así cómo mandó una carta a TVN, en los años dorados de aquella Área Dramática, diciendo su nombre, con una foto y su anhelo impreso: “Sueño con ser actriz”. Mientras tanto, sus padres le hacían recomendaciones como " Antonella, estudia teatro después” o “métete a un taller”. Ella no quería eso. Y en 1997 debutó con su papel de Aurora Aldunate, en la teleserie Tic tac, protagonizada por Enrique Cintolesi, Leonor Varela y Bastián Bodenhöfer.

Antonella Orsini
Antonelladando sus primeros pasos como actriz a fines de los 90'.

De aquellos primeros melodramas se le vienen a la mente dos grandes colegas como Jaime Vadell y Anita Klesky. También piensa en sus “amigas de la vida”, Francisca Lewin y Francisca Tapia, con quienes actuó en 16 y 17 (TVN). Es más, esta última actriz jugaría un papel clave en un vuelco que daría la vida de Antonella.

Pero eso viene después.

Un faro en la ansiedad

Hoy, al mirar 25 años atrás, Antonella reflexiona:

—Me sorprende. Veo a una niña con esa convicción muy clara, y lo pasé muy bien, tengo muy buenos recuerdos. Ahora, también, todo tiene sus cosas buenas y malas. Haber actuado tan chica también me hizo enfermarme. Lo pasé muy bien, conocí a mucha gente, se me abrió el mundo. Pero también me perdí cosas de mi edad, como fiestas o haber crecido a la par de mis compañeros. Tenía que grabar los fines de semana y yo era bien matea, estudiaba los textos.

Pero, ¿de qué habla Antonella cuando dice que “se enfermó”?. “La televisión es súper fría, estresante, es de los ambientes laborales más estresantes, por todas las presiones que tiene”, dice, además de la exposición: “En el colegio era objeto de bullying, o se hablaba mucho de mí”, dice. “Como era la ‘niña de las teleseries’, todos opinaban de mí, en el baño típico que rayan, te ponen cosas, y esa es como toda la parte negativa”.

Ya con 18 años cumplidos, Orsini empezó a sentirse “sola”, a enfrentarse a una “ansiedad tremenda” y al “juicio de la imagen”; de hecho, “me presionaban para que fuera más flaca”. Todo eso, dice, la fue “enfermando”. Por aquel entonces cuando, conversando con Francisca Tapia (46), le contó que “tenía una insatisfacción permanente dentro, que no había nada que me llenara, un vacío existencial”, a pesar de que “trabajaba, todos me decían que era linda y que lo tenía todo”.

Antonella Orsini y Francisca Tapia
Antonella y Francisca Tapia en teleserie juvenil de TVN.

Fue ahí cuando su colega —con quien era “uña y mugre” en esos días— le propuso: “¿Por qué no pruebas con el yoga?”. Antonella le hizo caso. Así que asistió a su primera clase, “y fue amor a primera vista”, porque al salir se sintió “completamente distinta”. Había entrado con la sensación de que “apenas podía estar conmigo misma: no me quedaba quieta, me comía las uñas, una ansiedad permanente”. Pero al terminar sintió algo parecido a “paz”, envuelta “en un estado de mucha calma, muy rico”.

—Esto lo quiero —pensó.

Era un poco como si levitara, flotara. “La idea es mantener ese estado”, explica, “a pesar de que no siempre es posible”.

Sentía que esa disciplina de origen indio conversaba con el teatro en cuanto a lo corporal, a la sensibilidad del cuerpo. “Lo hice para sanarme y, finalmente, se convirtió en mi herramienta de vida”, declara. De hecho, en su Instagram cuenta con 211 mil seguidores, que contiene casi puras publicaciones que giran en torno al yoga, además de hacer clases a través de la plataforma Flycrew.

Cuando partió en 2002, ya había sido parte de los melodramas Tic tac (TVN), A todo dar y Algo está cambiando (Mega). En ese tiempo el yoga era sumamente “caro” y “muy elitista’', recuerda. Después, al recibirse como instructora en el Instituto Patanjali de Centro Ganesh, sus compañeras la alentaban: “Antonella, tienes que quedarte haciendo clases”. Y probó. Descubrió que tenía talento y, sobre todo, le hacía bien. Aunque ella tenía su foco en la actuación: en 2006 hizo Amor en tiempo récord y Floribella (TVN). Su faceta como instructora era más bien esporádica.

Con los años, tras Soltera otra vez, Las Vegas y Secretos en el jardín (Canal 13), disminuyeron sus apariciones en televisión, lo que coincidió con el nacimiento de hijo menor, Luan, que ya tiene 7 años. Así que se metió de frentón en las clases masivas y gratuitas, como una forma de “democratizar un poco el yoga”. Llegó a tener cien personas en una sesión y, relata, “una vez en Estación Mapocho estaba repletísimo por todos lados”. Hacía eventos, cobraba mil pesos por persona y se esmeraba en “explicarlo de manera fácil”; es decir, “no me pongo el turbante, no entro en un personaje, es desde lo cotidiano, lo simple, sin la necesidad de que sean personas súper intelectuales o muy sensibles”.

—Realmente es tremenda herramienta —dice—, sobre todo en estos tiempos, de calma mental, de ponerle off a la mente, a este ruido que hay adentro siempre.

Antonella Orsini
Junto a Josefina Montané, Orsini en su papel para Soltera Otra Vez.

¿La actriz detenida?

Sus últimas actuaciones en tele fueron para la nocturna Secretos en el jardín, interpretando a Dolores O’Ryan, y una breve aparición en Wena profe (TVN) el 2017, protagonizada por Marcelo Alonso, María Elena Swett y Belén Soto. También, en 2018, tuvo un papel clave en la película Crónica de una despedida, que le valió una nominación a Mejor actriz protagónica de cine en los Premios Caleuche.

Hace poco, entre el 18 de marzo y el 10 de abril, estuvo en tierras caribeñas estudiando Dirección de Actores en la Escuela Internacional de Cine y Televisión, en San Antonio de los Baños, Cuba.

Hoy, reconoce que prácticamente no ve teleseries, aunque sobre el estilo del melodrama opina que “si se les da más tiempo y más calidad, como más formato serie, creo que hay mucho por hacer”.

—¿Hay algo qué eches de menos de la tele?

—Estoy feliz haciendo yoga, pero una cosa no quita la otra. Me encantaría volver a actuar. Ha pasado harto tiempo. Empecé a actuar a los doce, llevo gran parte de la vida actuando. He actuado en películas, no lo he perdido completamente. No se ha dado, tampoco ando buscando, porque estoy enfocada en el yoga. Pero, la verdad, feliz volvería a actuar en algún momento. Creo que va a llegar en algún momento.

En 2019, la actriz publicó Yoga para luces y sombras, un libro autobiográfico y técnico que retrata el “poder” sanador de esta disciplina. En la contratapa se lee: “Antonella tenía todo lo que aparentemente podía soñar una joven aspirante a actriz: actuaba en televisión y gozaba de una independencia financiera”, pero empezó a sentir “vacíos e inconformidades”.

Antonella Orsini y libro
La actriz presentando su libro Yoga para luces y sombras.

—¿Qué fue lo que te pasó?

—Me mantiene bien sentir que no soy un cuerpo solamente. El ser humano es cuerpo, mente y alma. Creo que era parte de mi camino, porque no somos como en la India, que es una cultura espiritual donde todos los niños tienen sus dioses…

Así parte su explicación, y luego dice que acá, siendo la católica la religión dominante, esta nunca le hizo sentido. “He sido una rebelde siempre, he cuestionado todo, y la religión católica nunca me hizo mucho sentido”, comenta. Frente a aquel escenario, como huérfana en el plano espiritual, algo le faltaba para “ir más allá de lo superficial de la vida”. Y el yoga fue la pieza que le encajó perfecto.

—Era parte de mi camino estar en el mundo de la televisión desde chica, sin la madurez suficiente, porque también eso hizo que me afectara más la presión en la imagen, sentirme sobrepresionada en el rating, que te vaya bien o mal, que te llamen a eventos, o que no te llamen: una competencia un poco superficial.

Luego, confiesa: “Nunca he sido buena para los eventos sociales”, esos que le permiten mantenerse visible dentro del espacio mediático. “Me ha costado esa superficialidad que se requiere en cualquier pega, ese lobby y armar contactos”, detalla. “Y al fallarme esa parte, que es como mi debilidad, he trabajado bastante sola, tanto en el libro como con el yoga”.

—¿En qué eventos sociales piensas?

—Me refiero a las propagandas, a todos los eventos sociales que son para estar vigente, y que es válido, porque hay que estar, nadie es imprescindible. Uno tiene que estar ahí armando redes. En mí había una búsqueda un poco más interna. En estos años he estudiado yoga y, bueno, además soy madre. Eso me ha hecho, en este momento, no ir a estos eventos donde se arman las redes.

Antonella Orsini
Antonella Orsini en su papel para Crónica de un Despedida.

—¿Tienes algún plan claro para los estudios que hiciste en Cuba?

—No, los hice porque hace tiempo estoy escribiendo una obra de teatro, que puede ser también online, no necesariamente presencial. Tiene que ver con el tema del “feminismo”, aunque siento que esa palabra se ha ultra-usado; pero es todo lo que he vivido como mujer y de eso he escrito bastante. Y tomé este curso, y ahora tomaré otro. Estudié teatro en España un año y, en Chile, en la escuela “La Mancha”, y he tomado un taller de guion. Es buscar herramientas para poder materializar una idea que tengo, que me he dado muchas vueltas y me han faltado hebras.

—¿Quieres dirigir esa obra?

—Claro, escribirla y dirigirla, no tengo por qué actuarla yo. También estoy en otro proyecto, ahora que estuve en Cuba, conocí a una cubana muy maravillosa, Antonia Fernández. Estamos armando algo con otro amigo para traernos a esta cubana, porque es una maestra de la dirección, del arte y la actuación, para que haga talleres acá. Entonces, desde otro lugar, de la gestión, igual estoy en comunicación con la actuación.

—Entonces sigue la inquietud por el teatro...

—Sí, no se nota, no parece. Pero está.

La “rubia tonta”

En abril del 2018, un reportaje de Revista Sábado remeció la industria televisiva, el cual contenía distintas denuncias por abuso sexual y de poder contra Herval Abreu, conocido como “El zar de las teleseries”. Entre los testimonios estaba el de Antonella. Ella le tenía “cariño” al director, pero una día, en los tiempos que grababan Soltera otra vez, en el departamento de él “pasó algo bien fome” y tras eso, cuando ella quiso irse, “no me dejó salir, le puso pestillo a la puerta”, contó en La divina comida (CHV).

Anto Orsini y Divina Comida
La instructora de yoga en La Divina Comida, al lado de "Chamagol" González.

Un año después de aquella publicación, ella reflexionó: “No puede ser que una, para encontrar pega, tenga que ser coqueta y sonreír. Eso me frustró en mi camino como actriz”, expresó a Dínamo Radio. “Me alejé finalmente porque no podía ser que mi trabajo no valía”; en vez de eso, “valía más coquetear”.

—¿Influyó mucho eso en tu alejamiento de la tele?

—La verdad es que sí. Así como hay actrices que tienen un nombre, un lugar y un apellido, y esas actrices nunca van a ser abusadas por algún director, hay otras actrices que son un prototipo, como es el mundo de la imagen. A mí no me daban un personaje, me daban un prototipo: si eres bonita, te doy personaje de linda. Y en ese moverse en prototipos, sentí muchas veces esto de los eventos sociales: al ser más simpática, abierta y coqueta era más fácil conseguir pega. Eso, la verdad, me generaba contradicción. Y por un par de cosas mala onda que pasaron en cuanto a eso, quizá me alejé más.

Maite Orsini y Cuba
Maite Orsini y su paso por tierras cubanas.

Sin embargo, también, el tiempo ha avanzado. “Ya no soy la misma de los 20 años”, dice. “Pero claramente en esa época sí sentía que no valía”. Claro, reconocimientos como el de los Premios Caleuche le han hecho bien, dice, “pero en el ambiente como que yo no era validada por buena actriz, era por bonita”.

—Yo siempre llegué a la hora, siempre llegué con los textos aprendidos, full disciplinada y responsable —repasa—. Hacía la pega. Quizá ahí se me generaba un conflicto y creo que por eso terminé haciendo un camino distinto.

—¿Cuándo empezaste a sentir ese estigma?

—Fue apareciendo, porque de chica era como “la niña”. Pero, como a las 18, cuando empecé a hacer las juveniles, ahí vino esta estigmatización. Además, justo yo hacía los personajes de la “linda-tonta”. Y en este país también es así. O sea, si eres rubia de pelo largo: eres tonta. La sociedad también te estigmatiza mucho. Los compañeros (de colegio) eran como: “La Antonella es tonta porque actúa en la tele”. Es crecer con esas etiquetas, que eso también lo hablo en mi libro. Eso también me hizo tomar este otro camino para poder liberarme, porque yo no era la tonta, ni la linda, ni la hueca, ni muchas otras cosas que no tienen que ver con la imagen.

—¿En algún momento tomaste la decisión: “Me voy de la tele”?

—Fue sucediendo. Cuando veía cosas negativas, ahí me centraba en el yoga. Creo que no fue una decisión tomada, sino algo intuitivo de pequeñas decisiones.

Maite Orsini y yoga
Maite Orsini en su papel como instructora de Yoga.

“Me gustaría escribir otro libro”

Como tantas otras personas, en 2020, con la pandemia a Antonella se le cayeron todos los eventos. Ante aquel escenario, pensó: “¿Qué mejor que empezar a hacer yoga gratis para la gente que está encerrada”, porque “me estoy volviendo loca encerrada”, confinada con sus dos pequeños hijos, Cloe y Luan, en un departamento”. Así, como una forma de ayudarse a sí misma y a los demás, empezó con sus sesiones de lunes a viernes a la 8 de la mañana. “Me hice un público muy fiel”, dice, por lo que ha mantenido la dinámica un día a la semana a las 9:00 vía Instagram.

En aquel periodo también empezó a hacer las “sadhanas”, “que es un proceso de 21 días seguidos”, explica, “un desafío para hacer los mismos ejercicios y respiraciones”, lo cual busca “un efecto de sanación a un nivel subconsciente, muy profundo, cambiar patrones”.

Tras un año y medio trabajando de modo independiente, aceptó una propuesta de la plataforma Flycrew, que cuenta con más de 100 entrenadores independientes. Antes ella se encargaba de todo, desde cobrar a sus alumnos hasta subir los videos de las sesiones. Ahora con 200 alumnos fijos, de entre 20 y 65 años, ha automatizado prácticamente todas las tareas. “Solamente prendo el Zoom, hago mi clase y todo lo demás es trabajo de ellos”, destaca. “Ha sido un alivio porque he podido ocupar bien el tiempo, hacer lo que tengo que hacer, que es entregar mi arte a través del yoga”.

Eso, sumado a que sus niños ya no son tan chicos, le ha dado tiempo para “independizarse”, escribir su obra o simplemente viajar para estudiar.

Antonella Orsini
Antonella Orsini y el yoga.

—Además de Yoga para luces y sombras, ¿tienes pensado escribir más libros?

—Por ahora, me gustaría escribir la obra de teatro. Pero más adelante me gustaría escribir otro libro, de todas maneras.

—¿Y qué tipo de libro?

—Estoy pensando en algo narrativo. Me gusta mucho mezclar las técnicas del yoga que he aprendido con lo personal, para acercarlo a la gente. Me gustaría escribir otro libro de situaciones que me ha tocado vivir y cómo uno le da la vuelta al destino, y lo lleva a su favor.

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