Son eventos reservados sólo para fanáticos. Emociones donde las ganas, locura y pasión desbordan toda racionalidad. Un puñado de personas se impregnó en la memoria colectiva de una generación. Así de simple, no cabe otra explicación. El grupo liderado por David Pirner se apoderó de la nostalgia. El Teatro Cariola recibió los embates del clásico placer noventero construido a través de la memoria radial.
Sin ir más lejos, "Just Like Anyone" marcó un conmovedor ingreso a escena. Composición que se transformó en el solidario compañero de viaje, inyectada a una velada rodeada de reconocibles sonoridades. Si bien el ex de Winona Ryder no demostró el carisma de gloriosas décadas, logró impregnar el sello artístico presente en su música. Guitarras disonantes, sumado a tiempos rítmicos que recuerdan al viejo pasado ligado al circuito independiente, fueron la tónica de una presentación allegada a oscuras cintas depositadas en el viejo casete.
Fue así como "Misery", "By the way", "Closer" o "Runaway Train", hicieron eco de una actuación que prometía mayor convocatoria. Factor insuficiente para no destacar el excelente sonido ofrecido por el cuarteto debutante en tierras sudamericanas. Una experiencia que vio su luz, tras largos años de espera. Cualidad reflejada en la amplia discografía de un conjunto ausente del protagonismo inyectado a otros próceres nacidos sobre el alero del grunge.
Sin duda, Soul Asylum respondió a un compromiso con la historia. Aquella donde el rock aglutinó los sentimientos de la inmensa minoría. Los viejos recuerdos jugaron en la memoria colectiva, apelando a los gustos personales excluidos de grandes festivales. Aquello que agrada y hacen feliz al común de los mortales. El resto, es sólo música.