Las historias tras el suicidio de Violeta Parra: "Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres"

Violeta Parra
Violeta Parra

La folclorista se suicidó un 5 de febrero de 1967, tras algunos intentos previos por quitarse la vida. Por entonces estaba abrumada por varios problemas: la mala situación de su carpa de La Reina, los problemas personales que la enfrentaban con sus cercanos e incluso algunas dolencias que la obligaban a medicarse. Acá, una historia del último día de la artista, y de cómo una trama que se cocinó tiempo atrás, la llevó a la muerte.

"Un balazo en la sien derecha apagó ayer para siempre la voz y el arte imperecederos de Violeta Parra, la menuda artista de Chile que hace algunos meses asombró a los habitantes de París con sus canciones vernaculares, propias de esa tierra para muchos ellos desconocida, que queda al fin del mundo".

Con estas palabras, el diario La Tercera abrió su crónica en que informó la muerte de la folclorista ocurrida en la tarde del domingo 5 de febrero de 1967. Desde ese momento, fue celebrada como una de las creadoras imprescindibles de la cultura popular chilena. Pero desde entonces circularon historias y varias versiones respecto a lo ocurrido. Como si la leyenda fuese más poderosa que la vida misma.

Lo cierto es que en ese verano, la artista no lo pasó bien. "Violeta se sentía sola -escribe el periodista Víctor Herrero en la celebrada biografía Después de vivir un siglo-. Sus hijos habían partido de veraneo a la playa. Aunque Ángel e Isabel la invitaron, ella no quiso ir".

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Acaso para acortar esos días de verano, en que el país seguía el Festival de Viña y el Torneo Internacional en que los tres grandes del fútbol chileno competían con invitados extranjeros (el Santos de Pelé, Peñarol de Montevideo y el sorprendente Vasas de Hungría), la tarde del sábado 4, Violeta visitó a su hermano Nicanor, el antipoeta. Él, años atrás la había incentivado a salir a investigar las tradiciones populares y era uno de sus familiares más cercanos.

Esa jornada, según Herrero, la artista cantó varias veces un tema llamado "Un domingo en el cielo", compuesto durante su estadía en Europa. Después, Nicanor le pidió cantar "Según el favor del viento", un viejo tema festivo que le encantaba. Sin muchas ganas, Violeta accedió. Rato después, tras acabarse la velada, regresó a su carpa de La Reina. Esa noche había función, pero como ocurría desde hace mucho tiempo, llegaba muy poca gente. Violeta se sentía sola y abrumada. Tan frágil como un segundo.

Una carpa en soledad

Con presencia del alcalde de La Reina, Fernando Castillo Velasco, Violeta Parra inauguró su carpa en calle La Cañada nº 7200, el 17 de diciembre de 1965. "Mi madre me parece una mujer iluminada, le brillan los ojos preparando delicias que serviría a sus amigos, canta, sonríe, va de la cocina al escenario", recuerda Ángel Parra en su libro Violeta se fue a los cielos.

Aunque en principio logró cierta convocatoria, el proyecto de contar con un local propio para divulgar la obra de cantores vinculados a la música latinoamericana, fracasó. La enorme carpa para 300 personas estaba lejos del centro, y con las lluvias del invierno se hacía difícil llegar. A veces no superaba el puñado de parroquianos. Ni siquiera cuando invitó al Quilapayún, el conjunto revelación de fines de 1966, se revirtió la tendencia. Cuentan que llegó tan poca gente, que la función se suspendió.

Violeta estaba en aprietos. Además de los problemas económicos derivados de la carpa, sentía lejos a sus hijos Ángel e Isabel, a quienes les reprochaba no vivir con ella. Por entonces, ellos manejaban con éxito la Peña de los Parra, en Carmen 340.

También su salud se resintió. "Volvió a consumir calmantes, sobre todo para quedarse dormida, y en las entrevistas aparecía como una mujer cansada e incluso indiferente", cuenta Herrero.

En esos días, su carácter irascible se descargaba con las únicas dos personas que le acompañaban: su hija Carmen Luisa y el uruguayo Alberto Zapicán, quien la ayudaba con la tareas domésticas y la acompañaba tocando el tambor (de hecho su voz se escucha en algunas canciones del álbum Las últimas composiciones) . Los presentó Osvaldo "Gitano" Rodríguez y a la semana de conocerse iniciaron un romance. Pero en el verano de 1967, las cosas iban mal.

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Violeta Parra y Alberto Zapicán[/caption]

Por entonces otras noticias golpearon el ánimo de la folclorista. Su expareja, el suizo Gilbert Favre retornó a Chile al mando de Los Jairas, un afamado conjunto de música andina que había formado con músicos bolivianos. Se presentó con éxito en la Peña de los Parra y por supuesto, en la carpa de La Reina. Allí fue la última vez que se vieron.

"Más allá de esas circunstancias artísticas fueron días dolorosos y definitivos para Violeta -escribe Fernando Sáez en La vida intranquila, su biografía de la cantautora-. Gilbert no solo triunfaba con Los Jairas, sino que anunciaba la noticia de su matrimonio con la joven boliviana".

Cada una de las penas se apozó en el ánimo de la artista. "Desde ese días, la pesadumbre se hizo más patente, su carácter más irascible y cambiante, y su permanente inquietud alertó a sus cercanos", señala Sáez. De hecho, Nicanor habló con Carmen Luisa y Alberto para buscar una alternativa. Quedaron en organizar una gira a la Argentina. La idea era partir el 8 de febrero.

Mientras, la tensión se hacía insostenible. Una tarde, Violeta discutió a gritos con Carmen Luisa. La joven estaba desesperada y amenazó con matarse si la situación seguía así. La cantautora la miró y le respondió en su estilo. "Mira, cuando uno se va a matar no le avisa a nadie, se mata solita nomás".

Y decidida como era, cumplió. Se mató sin avisarle a nadie.

"Yo no me suicido por amor"

Violeta Parra ya había intentado quitarse la vida en un par de oportunidades. "En una recurrió a barbitúricos y en otra se cortó las venas. Salvada penosamente, dijo después que había sido el resultado de accidentes; empero, insistía en su propósito de eliminarse", detalló La Tercera. Pero el domingo 5 de febrero no escapó a la muerte.

Muy temprano, tras desayunar, Violeta se encerró en su habitación. Ni Carmen Luisa ni Alberto se atrevieron a hablarle. Allí pasó la mañana. Cuentan que escuchó una y otra vez "Río Manzanares", una canción venezolana grabada por Ángel e Isabel. "Mi madre es la única estrella, que alumbra mi provenir, y si se llega a morir, al cielo me voy con ella", decía parte de la letra.

Tras el almuerzo, volvió a encerrarse. Esta vez escribió sin parar. Cuenta Herrero que además bebió vino y hacia las cinco de la tarde salió de su habitación. Increpó a Zapicán por todos los problemas entre ellos. Allí difieren las versiones, pero existe consenso en que tras ese intercambio de palabras, Violeta regresó a su habitación, tomó el revolver brasileño que guardaba en un cajón y se disparó en la sien derecha. Faltaba un cuarto de hora para las seis de la tarde.

"El cadáver de la artista, fundadora de un núcleo que ha alcanzado nombradía internacional, fue descubierto por su compañero, el cantante uruguayo Alberto Jiménez Andrade [el nombre real de Zapicán] y su pequeña hija de 12 años, Carmen Luisa", informó La Tercera.

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Junto al cuerpo se encontró una carta, manchada de sangre, dirigida a Nicanor. Allí expuso sus razones. La misiva se mantuvo lejos del dominio público hasta que fue revelada por la periodista Sabine Drysdale para el libro Extremas (UDP). Allí se leen sus últimas, directas y punzantes palabras.

"No tuve nada. Lo di todo. Quise dar, no encontré quien recibiera", escribió. También explicó la razón para quitarse la vida. Tal vez, intuyó que le achacarían una pena del corazón. Por ello fue al grano: "Yo no me suicido por amor. Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres".

Tras conocerse la noticia, amigos, familiares y agentes de la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones llegaron hasta la carpa para imponerse de los detalles. Fue velada allí mismo el día lunes. La prensa de la época asegura que la primera ofrenda floral fue de Gabriela Pizarro, folclorista que dirigía al conjunto Millaray quien se formó junto a Violeta. También se presentó el alcalde Castillo Velasco para entregar sus condolencias. Los hijos, Ángel e Isabel, llegaron al velorio desde el litoral central.

La Tercera estuvo presente en el lugar. "En un rincón, entre un montón de sillas, un arpa. En el escenario, entre coronas, un yugo. Desde la madrugada comenzó a desfilar la gente. Antes de irse al trabajo, los vecinos. Cerca del mediodía la gente que la admiró y que muchas veces escuchó sus canciones mientras se comía una empanada y empinaba un vaso de vino, bajo esa misma carpa, que fue residencia de la folclorista en los últimos años de su vida y que le recibía ahora, en la muerte. En la tarde los artistas, amigos de ella o de sus hijos, que con la cabeza gacha reciben las condolencias".

Violeta Parra fue sepultada  en el Cementerio General el martes 7 de febrero. El féretro dejó la carpa de La Reina a las 11 de la mañana acompañado por cercanos y familiares. Pero una multitud de personas y una larga caravana de vehículos siguió al cortejo. Incluso hubo homenaje de las pergoleras.

"Una clarinada larga y triste llamando al silencio, acalló los sollozos de los familiares de Violeta Parra y aumentó la consternación en los rostros serios de sus amigos y admiradores -detalla la crónica del diario mencionado-. El ataúd con los restos de la extraordinaria folclorista se perdió lentamente, tragado por la boca negra de un nicho en la Galeria 31 del Cementerio General".

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