Ocurrió en el programa Cara & Sello cuando el “Gorrión de Conchalí” se enfrascó en una acalorada disputa con su doble, el cantante Carlos Caro. Por poco no se fueron a las manos.
—El Zalo Reyes nunca me ha querido a mí, porque dice que yo le hago sombra.
Lo dice un hombre físicamente parecido al “Gorrión de Conchalí”, al comienzo de un recordado capítulo del programa de Mega, Cara & Sello, titulado simplemente “Zalo Reyes y su doble”.
Quien habla es Carlos Caro, un sujeto que por entonces imitaba hace más de dos décadas a la voz de “Historia de un amor” y “Mi prisionera”.
En el polémico programa de Mega ambos cantantes contaron sus vidas y se enfrascaron en una comentada escalada de dimes y diretes.
El encontrón acabaría con uno de los protagonistas expulsado de una famosa parrillada santiaguina.
Incluso, varios años después, Felipe Avello utilizó una frase del encuentro en sus rutinas en los festivales de Olmué y Viña del Mar.
Zalo Reyes y su doble
En el segmento final de Cara & sello, luego que mostraron cómo se desenvuelven artísticamente Zalo Reyes y su imitador, el Gorrión contó que había tenido un problema previo con su doble:
—Y si anda subversivo y con ganas de… porque yo lo conozco. La otra vez en Estación Central me hizo un show que… lo mandé a la cresta.
“Es que tampoco puedo estar pendiente de él, si a mí no me interesa”, se las cantó claritas Zalo Reyes a las cámaras de Mega.
Por su lado, el doble habló a punto de salir de su casa.
—Encontrarse con el Zalo no es encontrarse con cualquier persona —dijo Carlos Caro.
Zalo Reyes profundizó un poco más del atado que tuvieron:
—Se peleó con el Juan Carlos, el dueño de La Tuna (célebre restaurante de Quinta Normal). Ojalá que no haya mala onda…
—Pero hubo mala onda del dueño del local y del Zalo, me echaron para afuera.
Una vez camino a las emblemáticas parrilladas bailables de calle Mapocho, Zalo Reyes cuenta que no se veían “desde cuando cometió el error que cometió en Estación Mapocho, de decirme que yo no lo había atendido…”
—Él fue a mi casa y yo lo atendí muy bien —recuerda Zalo Reyes en Cara & Sello.
—La verdad es que estoy nervioso porque no soy bien recibido en ese local —contó su doble antes de entrar a La Tuna.
—Empieza a decirme “qué, si no me atendiste” y empieza a hablarme fuerte. A mí, a hablarme fuerte. Y chao si me aburrió, po. Si yo quiero lo atiendo y si no…
“Pero yo lo quiero al Carlos Caro, si él no se acerca a mí, yo no lo veo nunca. Si él tampoco anda tras de mí, está bien”, reconoció Zalo Reyes antes de una secuencia de culto.
Luego, su doble intenta una especie de respuesta:
—Yo sé que él también me admira. Sabe que yo canto, sabe que lo doblo. Un día me dijo: “soy afinadito”.
Entonces, mientras el periodista del programa conversaba con Zalo Reyes en un pasillo de La Tuna, el fallecido músico ve pasar por detrás a su doble y se acerca para saludarlo.
Comienza uno de los grandes momentos de la TV chilensis.
Zalo Reyes, su imitador y un momento de culto en la tele chilena
El diálogo del reencuentro en La Tuna, palabras más palabras menos, resultó así:
—Hola Carlitos. ¿Cómo le va?
—Bien, bien, bien... ¿Cómo te ha ido?
—Bien, me van a operar. Estoy enfermo.
—¿De acá?
—La hernia umbilical y tengo diabetes. Me van a operar esta semana… me mareo. (Zalo Reyes se acerca y le pregunta casi al oído a su doble) ¿Tú te acordai cuando fuiste a mi casa?
—Sí.
—Te acordai que te atendí.
—Sí, la primera vez sí.
—Tomaste once en la mesa tú.
—Sí.
—Tú creís que yo no puedo decirle a mi señora, al otro día, en la mañana: “No quiero a nadie hoy día en la casa”...
—Ya…
—Tenía problemas, hueón.
—Ah, no. Todos tenemos problemas, pero si tú me citai…
—Yo no te cité.
—Mi señora hizo una torta todo el día, po.
—No, no, no. Ella es testigo (dice Zalo Reyes mirando a la señora de su imitador). Estamos en la casa, tomamos once en la mesa, sonreímos, la pasamos bien con el niño, conversamos.
—Sí, po, bonito.
—Feliz y después chao.
—No, no, no.
—Al otro día tuve un problema.
—¿Qué dijiste tú? Me traís la torta el lunes y hablamos de la pista. ¿Te acuerdas?
—Y al otro día llego yo.
—No, pos, no era al otro día.
—Bueno, el lunes, espérate, tuve un problema grande yo. Y le digo: yo no quiero a nadie…
—Ah, lógico po.
—De repente andai…
—Te llevamos toda la torta hecha, po. La llevamos con sentimiento, con cariño.
—Sí, pero qué tiene que ver eso si yo…
—¿O sea que no está el sentimiento contigo… conmigo?
—Nooo, no. Mira, no hablemos más entonces, no hablemos más…
—Nosotros la hicimos con cariño —le dice la esposa de Carlos Caro a Zalo Reyes.
—Mira, dime una cosa. Yo tengo un problema grande que no tengo por qué contarte.
—Ah, no, po, lógico.
—Grande… más allá de la torta y más allá de todo el mundo.
—Sí, pero es que tú veís en lo tuyo…
—No, no…
—¿Y el sacrificio de nosotros?
—No… es que un sacrificio…
—Yo soy un gallo de población, po loco.
—No tiene nada que ver con mi familia.
—Yo no pos, lógico que no. Pero nosotros queríamos hacerte una atención, po.
—Tú no entendís, mira: el problema…
—Tú tampoco me entendís a mí.
—Escúchame. Una vez yo tuve un problema con mi familia.
—Ya…
—Escúchame, con mi familia y me fui de mi casa.
—No, si eso lo sé…
—Y aquí en este problema yo no quiero ni torta, ni autos, ni a nadie.
—Ah no, po.
—Escúchame. Ni a nadie porque tenía un problema grande yo.
—Ah, lógico.
—Le digo a la (...) no quiero nada con nadie.
—Pero hace cuenta que tú venís a mi casa… si yo te hiciera ese desaire, ¿te gustaría?
—No es un desaire.
—No, ¿pero te gustaría a ti?
—No, no, escúchame.
—Si yo te llevo una torta con cariño y respeto.
—Es que a mi casa pueden llegar muchas tortas.
—Yo te la hice con cariño —interrumpe la esposa de Carlos Caro—.
—Sí mijita, escúchame, pero me peleé con mi señora en la mañana. Tuve un problema grande que no tengo por qué contarlo. No quiero a nadie porque quedó la cagá. Una cagá grande.
—Ah no, lógico.
—Grande, mijita. No atiendo a nadie. “Oye no, es que va a venir el Carlos. Oye es que cómo le explico al Carlos”. Él va a entender que si ayer lo atendí muy bien, estuvimos en la mesa…
—Es que no fue ayer, fue días atrás.
—El problema fue grande, compadre.
“¡Tan matando a un hueón!”
—Ah no, si te comprendo.
—Qué pasa si hay veinte carabineros, veinte autos de pacos. Y él lo sabe…
—Lógico, pero yo te atiendo igual.
—No pero si… ¡tan matando a un hueón! ¡Tan matando a un hueón! —grita Zalo Reyes desesperado por darse a entender—.
—Pero ese no es mi problema.
—”Carlitos que no entre, hueón”. ¡Tan matando a un hueón! Te lo tengo que contar…
—Ah, no…
—¿Ah? Aaah, ahora entendiste. No hueón si no fue así. “Carlos, sabís que llévate la torta porque están matando a un hueón”. Compadre…
—O sea que yo quedo sentido con una torta…
“No digai que yo no tengo sentimientos”
En ese momento la paciencia de Zalo Reyes tocó fondo.
—¿Sabís quién te trajo al programa? Yo —le dijo el Gorrión a su imitador.
—No… no.
—Ya, entonces se acabó. Compadre, no grabo más. Se acabó, terminó el programa. No va el programa, compadre. Que se vaya a la chucha este cabro, hueón. No entiende, hueón. Yo soy una persona profesional, ¿cachai? ¡No entendiste, saco h…!
“No entendió ni una hueá, hueón”, siguió masticando la rabia Zalo Reyes.
—No entendiste que no entiende. No entiende el hueón. No entiende, mijita. Mijita hoy día ellos vieron habían diez autos de pacos porque mataron a un hueón. Fácil mijita con la torta, no matís na al hueón, pásenme la torta… no nos hablemos más no más. Váyanse a la conch… que se vayan a la chu…
“¿Viste lo que pasó? ¿Viste lo que me pasa? Es un show el hueón”, reclamó Zalo Reyes a las cámaras de Mega enfrascado en un tenso monólogo.
Mientras se retiraba de La Tuna, forzado por el dueño del local, Carlos Caro reclamó a las cámaras:
—Soy artista nacional, usted me echó de su local. Y hoy día mismo otra vez…
—Te digo la verdad, me da rabia, hueón. Él piensa que no soy sensible, hueón. Yo soy un hueón sensible, hueón. Y si él me imita y me quiere no tiene por qué humillarme —dijo Zalo Reyes al borde de las lágrimas.
—Por mí el Zalo está vivo —atacó su doble—, porque yo tengo la garganta que él no tiene.
—No lo pude atender no más po, hueón.
—Soy gente de población, canto en la calle por una moneda. Pero yo canto. Tengo garganta, señor.
—Qué lástima que lo hace bien como doble, pero como persona no me interesa. Yo sé que donde vaya lo van a pifiar. Porque el doble nunca fue el primero. Aprende a tener estilo y clase. Y cagaste y moriste por gil. Porque yo soy muy buen amigo y se notó cuando entraste aquí en mala onda.
—Usted juzgue en su casa. Los que están viendo este programa. Los que no me conocen, no importa. Pero yo trabajo para una mujer y no estoy con droga en la cabeza. Soy un ser humano.
—La vida se va. Tengo 52 años, ¿me quedarán cuántos? ¿Unos tres más para cantar? Yo no quiero tener problemas y si es el doble mío, que la haga bien, po. La hace bien cantando el hombre, pero como persona tiene que cambiar. Y la mujer lo apoya, po.
—Tenís que ceder el paso. Déjame ser ahora el nuevo gorrión, porque yo canto y yo llego a la gente de La Legua, la (población José María) Caro. Vos no vai a la Caro, yo sí compadre.
—Tú no nacíai cuando yo empecé a cantar. No nacíai. ¿Dónde andabai el año 72? Imagínate. Tú tenís que querer mis canciones porque hai vivido de ellas.
—A mí no me hace daño, es la imagen de él la que queda por el suelo. Hasta luego, qué Dios les bendiga —se despide del capítulo Carlos Caro.
—Yo por una torta no te voy a hacer venir a mi casa. Y no digai que yo no tengo sentimientos. Y soy diabético, ¡no como torta!