The Cure y una atmosférica procesión musical que terminó con un Robert Smith completamente emocionado

The Cure concretó una extensa y sólida presentación en el Estadio Monumental. Créditos: Andie Borie y DG Medios.
The Cure concretó una extensa y sólida presentación en el Estadio Monumental. Créditos: Andie Borie y DG Medios.

La banda inglesa se dio cita en el Estadio Monumental para concretar una sólida y extensa presentación que hizo gala de una idea: simplemente no pueden ser encasillados en el estereotipo gótico que siempre han cargado sobre los hombros.

La segunda ocasión de The Cure en Chile se anticipaba en la previa como una experiencia tan colosal como la que concretaron en abril de 2013 en el Estadio Nacional.

Aquella vez, la emblemática banda británica liderada por Robert Smith tocó 42 canciones, deleitando por más de tres horas en una presentación plagada de hits. Más aún, esa noche el cantante terminó su performance asegurando que se verían de nuevo con sus seguidores chilenos, dejando en el tintero una presentación que tardó más de una década en concretarse.

Pero como no hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague, la promesa de 2013 finalmente se cumplió este 30 de noviembre con el sólido desplante con el que la banda se paró sobre el Estadio Monumental.

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De “Alone” a “Boys Don’t Cry”

Tal como viene siendo tradición en el actual tour que ya los ha llevado a un par de países de Sudamérica, el nuevo recital comenzó con la canción “Alone”, una propuesta que estará en su próximo disco y que dio pie a que la banda nacida en el pequeño pueblo de Crawley se presentase por alrededor de dos horas y media sobre el escenario.

Pero lo primero que fue llamativo es que su despliegue se concretó de una forma que en nada se parece a la evocación de inseguridad que plantea aquella primera canción de su set.

Todo lo contrario. Desde los sonidos de truenos que marcaron los minutos previos al inicio del concierto, lo que anticipaba la tormenta musical que estaba por llegar, The Cure convocó con desplante a sus fanáticos más acérrimos en el recinto de Macul, pero también con cada canción sedujeron a todos aquellos que no lo son tanto.

Todos ellos, la audiencia, a la larga pudieron ser testigos de una banda clave del rock, la cual logró convertirse en una icónica propuesta que creó su propio estilo, indivisible de la imagen de su vocalista de pelos estridentes y labiales corridos.

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En ese contexto, todos pudieron escuchar el llamado nostálgicamente melancólico que obviamente prosiguió a partir de la inolvidable “Pictures of You”. De ahí que la banda inglesa terminó expresando con desparpajo una sucesión de canciones que fueron recibidas con efusión por el público presente, inclusive en aquellas ocasiones en las que la banda extendió al máximo las intros de algunas canciones.

Dicho despliegue tampoco podía ser menos, ya que hits tan celebrados como “Just Like Heaven”, “A Forest” “In Between Days”, “Plainsong” o “Disintegration” conectaron con los presentes para crear una especie de eucarística musical en la que el sacramento vocalizado por Smith, quien se subió al escenario con una llamativa polera con una mariposa hecha con los colores de la bandera chilena, convirtió a la música de la banda en cuerpo y sangre del rock.

Obviamente es cierto que el propio concierto, cortesía de su extensa duración, funciona como una procesión musical que tiene como destino al templo sonoro que en el grupo logran construir con prestancia, seguridad e inclusive empacho. Mucho de aquello se constató con las variaciones que entregaron de algunos clásicos temas, ya sea que lo concretasen extendiéndolas o dándoles un vuelco acústico que simplemente no dejó indiferente.a los presentes.

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En las palabras finales también uno puede destacar que, aunque en más de una ocasión en The Cure fueron elevados como una especie de deidad gótica, la banda no es solo eso y constantemente expresa una jovialidad pop sin igual, tal y como ocurre en la clásica “Friday I’m in Love”, una canción que es parte de un pegajoso encore final que explota en sus últimos momentos con la incombustible “Boys Don’t Cry”.

Esa canción fue la guinda de la torta que empujó la emoción a su punto más alto, creando una atmósfera que dejó en claro que en el grupo nunca debieron ser encasillados por los prejuicios góticos potenciados por la imagen de Smith.

Prueba de ello fue la verdadera emoción con la que se despidió Smith, quien agradeció de punta a cabo por todo el escenario, conectando con una audiencia que le rendía pleitesía con el más sincero de los aplausos. Ahí la deidad gótica se transformó en un hombre afable capaz de quebrarse ante las inagotables muestras de cariño que recibió.

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