Tool sonó como los dioses en el Movistar Arena

Lo hecho por Tool en Santiago no fue solo un concierto, sino una verdadera ceremonia inmersiva donde la banda entregó un setlist más extendido que Lollapalooza para crear una atmósfera sagrada que la audiencia recibió como si se tratase de un verdadero evento celestial.

Lo que ocurrió en el Movistar Arena con Tool fue, sin duda, algo cercano a una experiencia religiosa para los fans de la banda.

En el show extra que realizaron en suelo chileno tras su presentación en Lollapalooza, la audiencia reaccionó con devoción y puños en alto, aclamando lo que tenía al frente como si se tratase de un verdadero evento celestial.

Por eso se puede decir que el recinto del Parque O’Higgins se convirtió en una especie de templo, plagado de devotos que presenciaron una liturgia de rock. Un evento casi sagrado y trascendental en el que Tool simplemente sonó como los dioses.

Aunque en el reciente Lollapalooza su música alcanzó un nivel extraordinario, las diferencias con aquel show del festival fueron varias. Obviamente, están aquellas que conciernen a los propios setlists, pues el primer concierto tuvo un enfoque que incluyó temas poco tocados recientemente (como Parabol y Parabola), mientras que el segundo fue más variado y extendido.

De hecho, todo el proceso, intervalo incluido, se extendió en el Movistar Arena por alrededor de 2 horas y 30 minutos, gestando una experiencia inmersiva que atacó los sentidos de los presentes y no dio respiro alguno, desplegando una estruendosa gala musical del más alto nivel.

Tool Movistar Arena

Otro aspecto llamativo fue que la propia composición de lugar no incluyó una cancha de pie, lo que redujo la locura de los presentes y evitó los aplastamientos que se dieron en Lolla en las primeras filas. Sin embargo, esto mismo aumentó el espacio para la contemplación del trabajo musical, algo que sin duda también se reforzó con la prohibición del uso de celulares y cámaras, convirtiendo el lugar en un verdadero terreno sacrosanto para los fans de Tool.

Obviamente algunos no siguieron la orden, especialmente en platea alta, pero en general hubo un ambiente propicio para contemplar la oscuridad, las cabezas y puños moviéndose al unísono, formando una marejada de reacciones que respondían a la música colosal que se expandía desde el escenario.

Y más allá de la impecable ejecución musical, la puesta en escena también jugó un papel fundamental en la atmósfera que se forjó. Los juegos de luces, con su vaivén que se iba focalizando sobre cada músico, además del uso de las pantallas y las visuales psicodélicas, crearon una experiencia hipnótica que reflejó el arte característico de Tool.

Todo eso sin duda permitió transportar a los asistentes a un estado meditativo en el que la música se convirtió en la única realidad posible. Nada más existía fuera de esas paredes. Simplemente, no importaba la nueva decepción que estaba dando la selección chilena en otro lugar de la ciudad a esa misma hora.

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En esa línea, el setlist de la noche también logró un buen equilibrio entre los grandes himnos de la banda y aquellas composiciones menos populares, pero igual de impactantes y satisfactorias para los fans más acérrimos. De hecho, estos gritaron con sorpresa en más de una ocasión ante algunas interpretaciones inesperadas.

Clásicos como Stinkfist, Schism y Ænema hicieron estallar al público con su fuerza arrolladora, generando muchos momentos coreables en el camino, mientras que piezas como Descending ofrecieron pasajes más atmosféricos que permitieron sumergirse en la complejidad sonora de Tool.

Toda esta combinación no solo mantuvo la intensidad del show en constante evolución, sino que también permitió a los fanáticos disfrutar de un recorrido variado por la rica historia del grupo.

Y con todo lo anterior en cuenta, al final del concierto, cuando sonaron los últimos acordes de Invincible, también quedó claro que lo presenciado no fue solo un espectáculo, sino una comunión entre banda y público. Poco había importado cuando, a medio camino de Schism, la banda se detuvo por un error y retomó como si nada.

Por eso solo queda rematar que Tool reafirmó su estatus como una de las bandas más imponentes en vivo y también sin duda dejó una huella imborrable en quienes fueron testigos de una noche inolvidable. Es más, sin duda fue una jornada en donde la música se convirtió en un rito que elevó a la audiencia a un estado de comunión absoluta con el mandamiento rockero que Tool expandió desde el escenario. Palabra de los señores del metal progresivo.

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