Andrea Díaz dice representar al "nuevo Chile", un país inclusivo donde los migrantes buscan nuevas oportunidades.
Cuando en una semanas se celebre el concurso de belleza de Miss Universo, Chile estará representado por una delgada mujer morena con una sonrisa demoledora y un inconfundible acento venezolano.
Andrea Díaz nació y creció en Valencia, Venezuela, donde desde los 12 años aprendió a mover las caderas y a caminar con gracia por la pasarela en una academia de modelaje local. A los 19 ganó un concurso organizado por el equipo de béisbol de su ciudad y se convirtió en su embajadora de buena voluntad.
Pero la carrera de Díaz cambió de rumbo en la veintena, cuando se mudó a Panamá primero y luego a México para trabajar como modelo, un tipo de empleo que ahora escasea en una Venezuela asolada por la crisis. Hace tres años se estableció en Chile, a donde se mudó también la mayor parte de su familia.
A sus 26 años, dice representar al "nuevo Chile", un país inclusivo donde los migrantes buscan nuevas oportunidades, mientras se prepara para el certamen en un gimnasio de Santiago.
Díaz contó que cuando vivía en Venezuela se sometió a una limpieza de piel que salió mal y le dejó pequeñas cicatrices y manchas rojizas en ambas mejillas. Las agencias de modelaje venezolanas empezaron a rechazarla.
Papá chileno
En Chile, Díaz ganó la banda de miss pese a las manchas, que se tapan fácilmente con maquillaje. Pudo participar en el certamen porque su padre es chileno.
Ahora, mientras se prepara para el concurso de Miss Universo del próximo mes en Tailandia, la modelo espera que el jurado no se centre en sus atributos físicos sino que la vea como una mujer cosmopolita que se ha movido por todo el mundo para conseguir su objetivo.
Dice que sueña con convertirse en oradora motivacional y trabajar con jóvenes en temas de autoestima.