Viejito rockero acuérdate de mí

Un excelente regalo navideño. Así no más, un presente cargado de música, sonoridad e historia que lo transformó en ícono regional. Lollapalloza trajo a Sudamérica la vanguardia creativa dispersa en las imponentes plataformas digitales. Ahí donde la televisión abierta, sellos discográficos e incipientes publicaciones de papel impreso fracasaron al rigor de una ardua batalla.

Un evento alternativo capaz de llamar la atención de empresas telefónicas, multitiendas y grandes transnacionales, dispuestas a inscribir su logo bajo el cartel de la innovación asociada a un negocio responsable de facturar millones de dólares en cada versión realizada en el mundo. Elocuente simbolismo alojado en los beneficios de una feria artística que se abrió hacia nuevos espacios musicales.

Lejos de ser una mera recopilación de números artísticos, el festival aglutinó la creatividad subyugada al mundo de las redes sociales y al sentido de pertenencia asociada a la revolución noventera unida a MTV, Internet y al mundo de la TV por cable. Generación que hoy bordea los 40, vinculada al profesional joven y poder adquisitivo asociado a la movilidad social sujeta a grandes transformaciones culturales.

Las estelares del cartel que incluye nombres como Kendric Lamar, Twenty One Pilots, Lenny Kravitz, Sam Smith o Artics Monkeys, confirman la tendencia desplegada a partir de 2011. Encuentro donde el rock, metal, pop y electrónica confluyen bajo un espacio que también consigna entre sus estelares a números nacionales como Los Tres, Francisca Valenzuela, Gepe, Ana Tijoux y la revelación chilena independiente, Frank's White Canvas. Razones suficientes para que el anquilosado trineo deje caer sobre las narices de este pecador columnista. No pido mucho, sólo ir a Lollapolloza 2019.

Temas Relacionados

COMPARTIR NOTA