“Volví con todo, con heridas y dolor, pero mucho más fuerte”: el renacer de Bernabé Madrigal tras La Ley de Baltazar

El renacer de Bernabé Madrigal tras ser parte de La Ley de Baltazar.
El renacer de Bernabé Madrigal tras ser parte de La Ley de Baltazar.

Tras salir de la universidad y pasar por una “crisis” interior, laboral y amorosa, hoy el actor se alista para debutar con su primer monólogo teatral, de la clásica novela escolar Gracia y El Forastero, el 17 y 18 de julio. “Sé que tengo cara de niño, pero puedo hacer más cosas”, declara entre sus reflexiones sobre las barreras profesionales en su rubro.

Bernabé Madrigal (28) iba en tercero básico cuando le tocó leer Gracia y el forastero (1964) para el colegio, la clásica novela escolar de Guillermo Blanco que relata la historia de un amor tan juvenil como fatal, ambientada en la década de los 60′.

—Yo era chico y me marcó el final, no me lo esperaba —recuerda el actor con La Cuarta—. Siempre me acuerdo. De hecho, ahora que lo releí, me acordé al toque del libro, de lo que pasaba y todo eso: el desenlace, la muerte, que la protagonista muriera, acostumbrado a ver películas de amor en que los finales son felices. Este fue el primer libro que leí en que no era así. Se asemeja un poco más a la vida; a veces el final no es feliz, es fatal o caes en desgracia.

En esta historia de amor adolescente, la co-protagonista, Gracia, es una joven hija de un general, mientras que Gabriel es un tipo humilde de una población y, a su vez, un cabro muy lector. Ella se encontraba comprometida con otro galán, el cual contaba con la venia del padre, no así el otro chiquillo de escasos recursos monetarios. Así, este se convirtió en un amor prohibido que acaba con la muerte de la adolescente tras caerse de las escaleras en una discusión con su papá.

Bernabé Madrigal
Bernabé Madrigal habla de su renacer tras La Ley de Baltazar.

Ahora en un monólogo dirigido por Felipe Molina, Bernabé hará de “Gabriel” en una historia situada una década después de la muerte de su amada, en un salto temporal que le permite abordar tópicos como la adolescencia, el amor, el sufrimiento o la muerte con otra perspectiva, más madura. La obra se presenta el 17 y 18 de julio a las 20:00 horas en el Teatro Nescafé de las Artes, y las entradas se compran por TicketMaster.

—El monólogo lo situamos diez años después. Y vuelve el protagonista, Gabriel, a cerrar el círculo de Gracia, algo que lo marca y lo ha perseguido durante años, y vuelve a decir como “ya, no puedo seguir haciendo mi vida en función a este dolor” —adelanta la diario pop quien también interpretó a Miguel Tapia en la miniserie Los Prisioneros.

¿Un amor que ya no existe?

—Al reelerlo, ¿qué fue lo que más te llamó la atención?

—Lo vi con esta mirada más “vieja”, ya habiendo leído otros libros y pasado por más cosas, y tiene esto de novela antigua, de los 60. En el momento me impactó, y ahora igual es fuerte, pero no me afectó de la misma manera; quizá porque me he vuelto más amargado con el tiempo, jaja.

—¿Y percibiste alguna temática contingente? Está el amor de dos personas que vienen de “distintos mundos”, típico de las teleseries…

—Bien recurrente, jaja. En el fondo, para mí sigue siendo un poco fantasía; evidentemente uno puede tener un romance de un estrato social distinto. Pero creo que hoy en día vivimos en una sociedad cada vez más materialista, y ya no siento que se den esos amores de distintos estratos. Como que ahora uno persigue más las lucas que el amor, siento yo, es mi opinión.

—¿La gente en general o tú?

—No, mío no, digo en general. Me pasa que hoy en día pesa mucho más este compromiso de vivir bien, de tener cosas, más que comprometerse con alguien y hacer una relación de toda la vida. Entonces creo que este amor (el de la novela) queda un poco fuera de época, digamos. Hoy en día ya no pasa. Eso sentí leyéndolo. Gracia es muy así, son de distintas clases sociales y daba lo mismo lo que pasara, luchaban contra viento y marea. Ahora como que ya no.

—¿Ya no da para hacer tanto esfuerzo?

—Difícil, difícil encontrar un amor así hoy día en esta sociedad, creo yo.

—Este es tu primer monólogo... ¿Cuál ha sido el mayor desafío?

—Uff, el texto, aprendérmelo. Yo me los aprendo con mis compañeros, ¡y acá no tengo a nadie! Y ahora tengo que hablar directamente al público. En las otras cosas que hago siempre hay otra persona, ¡y acá no! Jaja. Igual le voy a hablar a la gente; pero cuando ensayo con el director y la dramaturga, no hay nadie po’. Me cuesta no poder direccionar las palabras hacia alguien. Le quita un poco la magia.

—¿Qué es lo que más te interesa de tu personaje?

—Esta determinación que como que ya no existe. Era un joven cuando se desarrolla la novela, tenía 18 años. Él va y dice: “Esto es lo que vamos a hacer, nos vamos a casar, a tener un hijo...”. Y se compromete con todo. Me gustó. No era un hueón a medias, era “vamos con todo”. Esa gallardía me gustó mucho, un personaje con huevos... De repente, hago personajes que son más cobardes, indecisos.

—¿Cómo te has sentido haciendo un personaje más gallardo?

—¡Bacán po’! Es mucho más de la forma en que veo la vida, con decisiones, lanzarse y lo que venga nomás. Creo que eso falta en los amores actuales; uno como que no se compromete.

—En La Ley de Baltazar, tu personaje, Benja Rodríguez, era un poco así, arrojado en sus decisiones amorosas.

—Era arrojado, pero era más mamón, jajaja; y eso no va nada conmigo, soy cero así. Por eso me gusta Gabriel, que es un huéon por las suyas, y chao; a lo más le cuenta un poco a su papá, pero no es que le pida permiso: va y hace las cosas. Y Benja, en la teleserie, era muy adorable, pero, si bien tenía la misma edad que el otro personaje, era más niño. Antes uno maduraba mucho más temprano, y eso es choro, bacán.

La vuelta a las teleseries

Bernabé debutó en teleseries en junio del 2022, donde era el nieto del protagonista, Baltazar, interpretado por Pancho Reyes, e hijo de los papeles interpretados por Gabriel Cañas (“Mariano”) e Ignacia Baeza (“Sofía”). En la trama, conoce a una chiquilla, Candelaria (Francisca Armstrong), que quería convertirse en monja; pero finalmente decide cambiar sus planes para embarcarse en una historia de amor que incluso lo lleva a él irse al extranjero tras los pasos de ella.

—¿Qué fue para ti hacer a Benjamín?

—Fue una tremenda oportunidad, porque es re-peludo llegar a una teleserie; es más fácil llegar al cielo creo yo. Tener la posibilidad de que, primero, me hayan llamado para un casting, haber competido con tanto actor y, ¡quedar!, para vi fue como: “¡Ya! El personaje me guste o no, aprovecho la oportunidad laboral”. Es difícil llegar ahí. Estaba tenso, obviamente, porque no conozco a nadie de ese mundo, y soy muy tímido, un problema social, no sé, me cuesta socializar. Lanzarme de un día para el otro con un elenco gigante fue salir de mi zona cómoda; no en el actuar, sino en socializar. Es lo que más me cuesta. Me cago de miedo al hablar con otras personas.

—¿Por qué es más complicado socializar en una teleserie que, por ejemplo, una obra de teatro?

—Porque, por lo general, en una obra de teatro siempre son colegas que te llaman, o personas que ya cachas más o menos; pocas veces toca con grupos que no conozco, y tienes mucho más tiempo para la convivencia. En la tele es mucho más rápido y, en mi caso, fue grabar de un día para otro; no tuve tiempo de conocer al elenco hasta que ya pasó un tiempo, ¡y bacán! Pero era llegar, grabar y crear lazos ficticios de una, y eso igual es un desafío interesante: crear lazos de amor entre Baltazar (Pancho Reyes) y Benjamín, siendo que lo había conocido hace dos días, y lanzarnos y actuar, fue un desafío.

—Y hay harta diferencia de edad...

—Claro, tremenda, entonces eso fue lo complejo. Es como una locomotora que no para, hay que sumarse y darle. Me tuve que comer nomás la timidez y hacer lo que fuese necesario para desinhibirme.

Bernabé Madrigal
A Bernabé le significó salir de su zona cómoda el ser parte de La Ley de Baltazar.

—¿Tú buscaste la teleserie?

—Nunca la busqué, ni siquiera nunca había visto una, salvo cuando chico porque no había nada más que ver en la tele; pero nunca me ha llamado... No es que no las respete ni nada, sólo que nunca las he visto; soy más de series y películas. De hecho, llegué y no conocía a nadie, excepto al Pancho y a la Amparo (Noguera), y al resto ni los cachaba... Se dio, lo agradezco, volvería feliz, he estado en otros castings, no he quedado; pero al menos estoy, me han llamado. Eso es bueno. Pero se dio naturalmente, porque yo no tenía idea de cómo entrar a ese medio; yo ni ninguno de mis colegas sabe cómo entrar, ni a qué productor llamar, ni qué hacer ni cómo te pescan. Es difícil, entonces dije “si es que se da, se da”. Y se dio de la noche a la mañana. “Me voy a jugar la vida acá”, dije. Y resultó.

—¿Cómo fue ser “hijo” de Gabriel Cañas?

—Ese fue un privilegio, porque Cañas es un actor, un animal de teatro y tiene toda la rigurosidad del teatro, que es bacán, porque es un tipo que estudia las escenas, las piensa, dialoga así como “ya, haremos esto”, y pensé: “Bacán encontrar a alguien en mi misma sintonía”, que sea igual de trabajólico con las escenas y como actor, porque son otros tiempos y ritmos; y a veces se privilegian otras cosas, ni siquiera el actuar bien, a veces se privilegia el verse bien más que actuar bien... ¡Con Cañas fue la emoción de la escena! Y con él aprendí mucho.

—¿Qué aprendiste, por ejemplo?

—Esa valentía de proponer. Tienes mucha gente en el set, cámaras por aquí, el director y bla bla bla, y están tan apurados para grabar, y yo soy muy cobarde socialmente; pero Cañas, muy tranquilo y amable, decía: “Podemos mejorar esta parte, podemos hacer esto”. Y pensé: “Claro, eso hay que hacer”. A veces me quedaba callado y pensaba que “esta escena es mala, pero filo, ¿quién soy yo?, no tengo derecho”. Pero con Cañas lo aprendí: si la escena no funciona, o no está en su punto, más vale proponer y quedar como “jodido”, o ni siquiera como jodido: insistir y hacer un buen trabajo, defender al personaje y darle vuelta a la tuerca. Los guionistas escriben todo el día escenas, obviamente en algunas se les pasa algún detalle. Uno puede proponer y que la escena crezca; aparte, uno conoce al personaje. Con “Cañitas”, aprendí a defender, a hablar con el director y decir: “Necesito que hagamos esto”.

Después de la crisis

—¿A qué audiciones de teleserie te han llamado?

—A Como la vida misma (Mega); pero yo estaba en La Serena, justo había llegado, era de un día para el otro; no me acuerdo para qué personaje. Después postulé para El Señor de la Querencia, y estuve hasta el final, pero no quedé. Quizá porque se veía raro, porque mi personaje es que que ahora hace Francisco Dañobeitía, que también es hijo de Cañas, y él tiene una relación con la Ignacia Baeza; y creo que por eso también no quedé, porque en la otra teleserie era mi mamá. Quizá se veía raro que yo me la quiera agarrar... No sé...

—Deben ser factores que juegan…

—Deben serlo. Aparte, puede ser puro toyo, pero según lo que me comentaron, soy mucho más alto que Cañas, y “El señor de la querencia” debe verse como un hueón imponente, y yo no me veo como pollito, sobre todo ahora que empecé a hacer pesas y tengo mis (buenos) brazos; y era un poco na’ qué ver con el personaje, que era más temeroso, piolita, que no me acuerdo del nombre... Pienso que son esas cosas, quizá me autoconvenzo, jajaja. Pero lo bueno es que me consideraron porque, como te digo, no tengo habilidades sociales, entonces tampoco es que haya hecho muchos contactos. Uno debe ser mucho más insistente, que lo he aprendido de actores más viejos: hablar con los directores y productores, como en cualquier pega.

—Al final es un poco así la vida...

—Exactamente, ese es mi lema, es lo que aprendí estos últimos años. Cuando salí de la universidad (Católica), rompí el cascarón. Esto funciona así y ya no basta con que me saque la cresta, matándome por el personaje si al final lo verán cinco personas; sino que también tengo que hacer algo, que a mí me cuesta mucho, que es sociabilizar, entablar contactos, y en eso me he reforzado mucho. Eso lo más difícil que he hecho, más que actuar, más que el monólogo y estar frente a mil o 10 mil personas, es el lanzarme y decir: “Hola, ¿cómo estai? Oye, porfa considérame para tu otro trabajo”. Salir a venderme. Y eso es clave en este y en cualquier rubro.

—¿Has podido ver a Francisca Armstrong, tu polola de La Ley de Baltazar, ahora en Al Sur del Corazón?

—Un poquito. He estado con hartas cosas, entonces llego y me acuesto nomás; o llego a ver deporte, soy más de ver fútbol o Fórmula 1. Pero la he visto, y también hice zapping en la de Netflix (para Baby Bandito), que me acuerdo que estábamos grabando y ella postulaba, nerviosa. Me acuerdo de haber repasado un par de escenas con ella. Fue bacán ver que la grabó. Me acuerdo de todo ese proceso y de que una vez fuimos a patinar, porque yo sé patinar, y me dijo que ella tenía que patinar para la serie; fuimos, patinamos un rato, y me acuerdo de haberla acompañado mucho en ese proceso. Después, ya con ella grabando y yo con otras producciones, nos alejamos. Pero soy el más feliz de verla, porque también le ha costado a la Fran. Feliz.

—¿Se conocieron en la teleserie?

—Sí, en el casting. Nos vimos y después ya a grabar al toque.

—Ya desbloqueaste el monólogo... ¿Qué proyecto tienes pendiente?

—Teatralmente, me gustaría hacer Hamlet, meterme en un clásico, en algo difícil, que el texto es al pie de la letra. Soy bueno para improvisar, voy siempre descubriendo; pero en los clásicos no puedes. Y me gustaría hacer algo más desatado, romper un poco mi casting, que sé que tengo cara de niño; pero puedo hacer más cosas, jaja. Me gustaría hacer, no sé, Un tranvía llamado Deseo, un hueón violento. Me gustaría grabar algo en que yo sea un psicópata, un loco. Eso lo pude hacer en la universidad. Ahora, cuando estoy en audiovisual o teatro, uno se tiene que atener al casting que tiene, e igual es limitante. Por eso me puse a entrenar, a sacar más cuerpo, a ver si así puedo conseguir otros roles que sean más allá de “el niño” o “el hijo”.

—¿Es la principal razón de levantar pesas?

—Sí, porque yo hacía puro cardio, que sólo sirve para mantenerse (en forma). También obedece a eso, a aplicar más casting y tener más presencia, porque sino uno queda atrapado, entrampado en personajes. Mi idea no es esa es ser un hueón versátil, un Christian Bale o Joaquin Phoenix. Lo digo en serio. Ahora voy por más. Salí de la universidad, grabé, tuve una crisis que yo creo que todos vivimos post salir a trabajar, y ahora volví con todo, mejor, con heridas y mucho dolor, pero mucho más fuerte. Tengo ganas de comerme todo.

—¿Cómo fue esa crisis?

—En parte fue expectativa/realidad. En parte que no basta ser bueno en que uno hace, sino con moverse, y en todas partes hay pituto y no hay nada qué hacer; uno lamentablemente tiene un camino más largo, pero se puede. Y también una crisis amorosa que, en el fondo, es: si estoy con alguien, que sea alguien que entienda mi pasión por el teatro y por actuar. En mi caso, me consume: estoy viendo películas, leyendo y estudiando, salgo con amigos, pero no tengo mucha vida social. En el fondo, alguien que me apañe en mi estilo de vida. Y eso lo sufrí, rompí un gran romance; después grabando la teleserie, donde yo tenía que estar enamorado. Todos esos altibajos fueron muy adrenalínicos, y ahora estoy en un tiempo de paz. Ya estoy.

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