Durante un paseo para observar aves por el lago Tarahuín, en Chiloé, unos polluelos en particular llamaron especialmente la atención del fotógrafo Tomás Tapia. Se puso a investigar y resultó que este sitio tenía un “valor” insospechado para esta especie poco estudiada.
La última vez que Tomás Tapia Hoppe había estado ahí fue de pesca con su abuelo, a sus tiernos diez años. Sólo regresó al lago Tarahuín, al sur de Castro, en Chiloé, ya con 26 cumplidos, junto a su tía que andaba de vacaciones en la isla, el 2 de enero del 2023.
Poco antes, conocidos de este fotógrafo de fauna le habían mandado varios videos con mensajes como “mira, Tomi, me acordé de ti porque está lleno de aves”. Así, esta historia partió “con la intención de pajarear”, cuenta a La Cuarta sobre una actividad que suele ser su “rutina”, a pesar de que “pajarear es un poco salir de la rutina”, admite.
Al llegar al lugar, caminó junto a su tía y observaron desde la orilla, y efectivamente “estaba lleno de aves, súper loco”, asegura. Más tarde, arrendaron un bote y continuaron mirando ya desde el agua. Hasta que, de repente, vieron al gaviotín piquerito (Sterna trudeaui), especie de la que en Chile se sabe poco, sobre todo dónde ponen sus nidos. “Y ahí estuvimos poniéndolo en valor”, recuerda. “Me llamó la atención que estuvieran ahí, le sacamos fotos y le decía a mi tía que ‘es difícil de ver, tiene alto valor en avistamiento de aves”, cuenta quien también es guía.
Este gaviotín es blanco y tiene una línea cejar negra. Su nombre hace alusión a su característica pirueta de que se “tira piqueritos en el agua cuando hay un potencial de alimento; sobrevuela el lago y cuando ve un pescadito se tira un piquerito literal”, describe. Pertenece a la familia de los láridos (Laridae), que engloba a las que popularmente son conocidas como gaviotas, que suelen ser gregarias, hábiles para zambullirse, de dedos palmeados y más bien paticortas.
Más tarde, siguieron con su recorrido, e incluso se toparon con un huairavillo (Ixobrychus involucris), “que igual es súper raro”, precisa. “Era un bonito día de sol, pajareamos como dos horas y media”. Así que cerraron la jornada “súper extasiados”, ya que “había sido un buen día”, remarca.
De regreso en su casa, Tomás se metió de cabeza a leer sobre esta especie. Había quedado intrigado. Pero, ¿por qué? “Siempre ando con cámara y binoculares, y me di cuenta que habían individuos juveniles y pichones, inmaduros, pequeños, con distintos tipos de plumajes”, plantea sobre la gran pista con la que se topó.
Mientras revisaba las fotos de la cámara, buscaba información en internet y en libros, particularmente en uno llamado Atlas de nidificación de aves de Chile, del 2016. Y en este se leía que “se sabe muy poco sobre la nidificación de esta especie y en Chile se estima que hay 200 individuos adultos”.
Por lo tanto, “es poco, poquísimo”, asegura sobre todo en lo que a sitios de nidos respecta, siendo uno de ellos en la propia isla, donde desemboca el río Chepu; además de otro más hacia el norte, “y nada más”, remarca.
Natacha González, médico veterinaria e integrante de Red de Observadores de Aves de Chile (ROC), destaca que hallar nuevos sitios de nidificación de esta ave es “sumamente relevante”, al considerar que este gaviotín sólo se distribuye en el Cono Sur, “y cuya población en Chile es aparentemente pequeña”, plantea a La Cuarta, “por lo que ha sido muy poco estudiada”.
Búsqueda en el lago
Ya más instruido en el tema, y en el “éxtasis” de haber visto pichones de una especie de la que poco se sabe, Tomás decidió regresar al día siguiente. Fue mentalizado en observar nuevamente a estos gaviotines, más en detalle. Había muchos y “pude diferenciar distintos tipos de pico, colores, plumajes; unos mucho más estriados, que es como de un inmaduro: y después está el plumaje adulto, que ya es blanco completo”, describe. “Otros tenían líneas de las cejas más notorias y otras menos notorias”.
En general, Tomás califica este sitio como “súper potente”, ya que “hay un montón de aves que están creciendo en el mismo lugar”. Por lo tanto, no es fácil ver a los gaviotines que, en comparación a otras aves de ahí, no están en gran cantidad; como es el caso de la gaviota de cahuil (Chroicocephalus maculipennis), que es una migratoria que llega a los lagos en época reproductiva, para luego regresar hacia las aguas saladas de la costa.
En esta laguna estima que por cada mil de esta gaviotas hay diez piqueritos. “Esa es la proporción”, asegura usando el puro ojimetro. “Es súper difícil de ver claramente, pero le puse todo el empeño, intentando ver todo lo que se podía ver”, por lo que también se percató de otros “bonitos” residentes, desde aves como el pato rana (Oxyura vittata) y el run-run (Hymenops perspicillatus), hasta mamíferos como el coipo (Myocastor coypus).
Como sea, “hay mucha ave”, describe. “Es loquísimo”. Al llegar al lago se escucha la sonadera principalmente lideradas por las cahuil: “Hay una colonia gigante, de miles”, remarca. “Todo lo demás que ves, en abundancia, es pequeño en comparación”.
Ya con toda esa observación en mente, se puso en contacto con la ornitóloga Gabriela Contreras, que tenía más contacto con el mundo científico al ser parte en la ROC. Él le comentó sobre la especie, lo que vio, cómo, cuántos individuos y esbozó más o menos una descripción del ecosistema. Le planteó la idea escribir un artículo para la revista La Chiricoca, a lo que ella le contestó que sí porque era un hallazgo “interesante y de importancia”.
Así que Tomás volvió al lago en busca de más datos: grabó sonidos, sacó fotos, contó individuos adultos, cuántos volaban, estimó el número de pichones y le puso atención a detalles varios. Entre adultos y pequeños, vio quince individuos en total. Con eso ya pudo construir su relato.
Tres meses después recibió la respuesta de Gabriela, quien había hablado con el director Fernando Medrano, que dio el sí para la publicación del hallazgo. Empezaron a enviarse versiones del texto de un lado a otro, actualizaciones varias, algo más científico, yendo de lo general a lo específico. Ya en julio estaba terminado, listo para ser publicado el que sería el quinto sitio de nidificación que tienen estos gaviotines en Chile… al menos esos se han encontrado hasta ahora.
—Esta es una observación que parte de nada, como la cotidianeidad del día a día, solamente te das cuenta de que estás viendo algo con valor —reflexiona—. Y después investigando te das cuenta que tiene más valor aún.
Sitios pendientes
“Es importante saber los sitios de nidificación del piquerito, porque es una especie que podrías llegar a rescatar si en algún momento está amenazada”, destaca Tomás. De momento, su estado de conversación es estable, por lo que se considera “preocupación menor”, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Un hallazgo como este, coincide Natacha, “brinda la oportunidad de enriquecer el conocimiento de la especie y del lugar, pudiendo eventualmente crear iniciativas de conservación y aportar a la protección de aquellos humedales o lagos”.
Que un ave pueda encontrarse en determinado lugar no significa que ahí mismo también ponga sus nidos: “Es muy distinto a un sitio que puede que sólo estén usando de hábitat”, plantea Tomás, ya que deben cumplir con ciertas condiciones.
En el caso del piquerito, según él pudo observar en el lago, nidifican en colonias mixtas con las gaviotas cahuil. Comparten el espacio. De hecho, una vez vio merodear a una rapaz, un vari (Circus cinereus), y empezó todo el griterío de los queltehues (Vanellus chilensis), mientras que todas las demás aves se echaron a volar, lo que vuelve mucho más complicada la caza para el depredador, “porque están todas en vuelo, no estáticas”, plantea. “Todos cumplen un rol dentro del ecosistema”.
A pesar de que suelen verse en la costa, sus nidos se han encontrado en las aguas dulces. “Tiene un comportamiento parecido a la cahuil, aun siendo especies distintas que cumplen roles diferentes, y que están en abundancias distintas”, aclara. “Y también tienen semejanzas, al ser parte de un sistema”. Eso sí, hasta el momento pareciera que el piquerito requiere de la gaviota en la etapa reproductiva; no al revés. “Igual he visto piqueritos volando en agua salada, y no cerca de las cahuil”, por lo que “no siguen viviendo juntos, están separados; como que ya cumplen el rol de crecimiento”, detalla.
El estrecho vínculo entre estas aves sólo se extendería durante la primavera, cuando ponen sus huevos aproximadamente a fines de septiembre, para que ya crezcan los últimos polluelos hasta fines de febrero; al menos esa estimación hace Tomás. Después, cada especie seguiría algo así como su propio camino por unos meses.
Ya para futuras temporadas primaverales, él destaca la necesidad de monitorear si los piqueritos siguen anidando en este lago chilote, además de volver a calcular cuántos individuos. También propone ver comportamiento como dónde ponen nido, tal vez cerca de los de las cahuil, “o si ocupa otro tipo de cosas que desconocemos”, sugiere. Junto con ello, quiere poner atención a que posiblemente “hay más especies que también están nidificando en el sitio y se sepa poco”.
Para Natacha, la incógnita “más urgente” en cuanto a esta ave es precisamente conocer cuáles son los sitios de nidificación que tienen a lo largo de Chile, para así “estudiar distintos aspectos que aún no se conocen en su totalidad, como la biología y ciclo reproductivo de la especie, y con esto poder brindar mayor proyección a aquellos lugares”, sugiere.
Al lado del lago está la carretera, por la que pasan camiones “rajados”; además, hay campings y paradas fáciles para los autos, donde alguien puede incluso bajarse a pescar. “Contaminación no hay tanta, más que una que otra botella de cerveza y colillas, porque igual es un área de diversión y recreación”, añade sobre algunos de los impactos humanos en el sector.
“Estuve hablando con gente de allá y no tenían idea de que existía esta especie y se reproducía aquí”, agrega en alusión al piquerito. De hecho, “la gente generalmente acá en Chiloé rellena los humedales, le tiran tierra encima, o cortan bosques”.
Que esta ave ponga nidos ahí, a sus ojos, de inmediato “pone este sitio en el mapa”, considerando que dónde se reproduce una especie es un punto clave para su conservación. Con ese conocimiento “puedes crear alguna protección o conciencia en los mismo lugareños”, destaca. “Es importante que se sepa para que esta especie (y otras) no siga perdiendo hábitat”.
De hecho, en Chile se han registrado más de 500 distintas especies de aves, según eBird, así que fácilmente “por ignorancia se pueden destruir sitios que son importantes”, advierte. “Nada qué ver que sigamos destruyendo sitios que pueden ser fuertes ecológicamente sólo por no saber”. Y el piquerito está en esa lista: “Es súper poco descrito y muy buscado”, cierra. “Un pajarero, sobre todo los entendidos y expertos, lo buscan, lo ven y quedan felices.
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