El “crítico” escenario chileno que amenaza al Piche, el armadillo más austral del mundo

Piche. ILUSTRACIÓN: César Mejías / @gatoncomic

Es un pequeño y “críptico” habitante de la estepa de Aysén y Magallanes. Durante miles de años se las ha arreglado para adaptarse a un entorno hostil. A pesar de ser “un linaje bien antiguo”, advierte Rominna Pasutti, directora de Armadillos de Chile, “nunca ha estado en una condición tan amenazada como ahora”. Sus adaptaciones como cavar madrigueras y, sobre todo, la hibernación no serían suficiente en un planeta cada vez más adverso: “Si seguimos así, en diez años ya no van a quedar piches en el país”, remarca.

La primera vez que Rominna Pasutti vio un piche (Zaedyus pichiy) fue en la ruta que atraviesa la amplia estepa magallánica hacia el Parque Nacional Torres del Paine. Ella, que andaba de turista siete años atrás, se encontró a un individuo del armadillo más austral del mundo en medio de la carretera.

Había sido atropellado, estaba muerto.

“Son muy escasos los piches, se ven muy, muy pocos”, declara la veterinaria y directora de la institución Armadillos de Chile, a La Cuarta. De hecho, asegura, “no tenemos más de diez registros del piche”, por lo tanto, “es crítica su situación”. Además, remarca, las imágenes que les han llegado suelen ser de criaturas atropelladas.

En 2015, cuando arrancó con su tesis de pregrado en la U. de Chile, se puso a documentarse sobre esta familia de mamíferos (Chlamyphoridae) originarios de Sudamérica y “había casi nada publicado, muy poca información, y la que estaba era muy antigua”, relata. Es decir, “había que empezar básicamente de cero”, dice. Al año siguiente decidió partir con la fundación.

—No podía creer que unos mamíferos tan llamativos y especiales no tuvieran la atención suficiente, que nadie estuviera trabajando con estas especies —declara la también integrante del Laboratorio de Ecología de Vida Silvestre de la U. de Chile.

Piche. FOTO: Guillermo Feuerhake

Sucede que, según dice, la pega con estos pequeños animales es complicada, considerando que viven en madrigueras y se ubican en el extremo sur de Chile. “Hay que tener muchas ganas”, remarca. “Son especies bien crípticas, no como las aves u otros mamíferos pequeños”.

“Son súper interesantes”, agrega a su favor, “tienen una historia evolutiva que realmente te quita el aliento, y no le estamos dando la importancia que merecen”.

Una historia fascinante

El piche pertenece a un peculiar orden conocido como xenartros (Xenarthra), el cual también engloba a los demás armadillos, perezosos y osos hormigueros. En griego, el nombre de este grupo significa algo así como “articulaciones extrañas”.

Se originaron por completo en América del Sur hace un largo tiempo atrás: se han encontrado fósiles que datan de hace 50 millones de años, pero los estudios moleculares indican que habrían aparecido hace unos 100 millones de años; o sea, en pleno Cretácico, cuando los dinosaurios aún dominaban la Tierra a sus anchas, y el continente ya se había fracturado de lo que hoy es África hace unos 140 millones de años, según Otros mundos (2022), del paleobiólogo Thomas Halliday.

Piche. FOTO: Sebastián Cáceres

Dada la antigüedad de los xenartros, “fueron uno de los primeros mamíferos placentarios, de donde empezó a evolucionar la placenta, (son) uno de los grupos basales”, explica sobre la diferencia con los marsupiales (Marsupialia), que, en cambio, cuentan con una bolsa llamada marsupio para los primeros meses de sus crías. “Son súper importantes en la evolución de los mamíferos en general”, enfatiza.

En su esplendor, algunas especies alcanzaron tamaños espectaculares, como fue el caso de los gliptodontes (Glyptodontidae) —emparentados con los armadillos—, enormes acorazados, que en algunos casos casi llegaban tres metros de largo, o sea “eran del porte de un auto”, precisa. También estuvieron los titánicos milodones (Mylodontidae), aunque de raíces más cercanas a los perezosos actuales.

Sin embargo, esa historia de gigantes habría acabado hace unos 10 mil años, en el Holoceno, con la llegada del Ser humano (Homo sapiens) a tierras sudamericanas. Se cree sobre los gliptodontes que se extinguieron, “porque los cazaban para usar esta coraza que era gigante para protegerse de otros depredadores y las condiciones climáticas, y también para comérselos”, plantea Rominna.

La caza de un gliptodonte. ILUSTRACIÓN: Heinrich Harder

Si bien en apariencia quirquinchos, hormigueros y perezosos no son tan parecidos, todos comparten una característica clave y única dentro de este orden: “Tienen mayor número de articulaciones en las vértebras, esa es la xenartría”, explica, “Vienen del mismo origen, están todos relacionados entre ellos”. Los xenartros cuentan con más caras en sus articulaciones, lo cual les daría “una mayor estabilidad a la columna”, detalla.

Antes se los conocía como “desdentados”, particularmente por el caso de los hormigueros. Pero los armadillos sí cuentan con 36 dientes que no dejan de crecer, como ocurre con los roedores; en el pasado, los gliptodontes incluso llegaron a tener cien. Estas piezas son iguales entre sí, no cuentan con caninos ni incisivos, son todas similares a pequeñas muelas. “Comen harto insecto y tierra para gastar los dientes”, comenta.

El piche es la única especie viva del género Zaedyus y habría aparecido hace alrededor de un millón de años, durante el Pleistoceno, periodo que se caracterizó por una serie de glaciaciones, la aparición de un alto porcentaje de la “fauna moderna” y, sobre el final, la desaparición de buena parte de la “megafauna” como mamuts, mastodontes, osos de las cavernas y tigres dientes de sable. Este austral armadillo es parte “de un linaje bien antiguo y nunca ha estado en una condición tan amenazada como ahora”, remarca ella.

En Chile, también habitan otras dos especies de armadillo, que podrían considerarse primos del piche, ya que pertenecen al género Chaetophractus: son el quirquincho de la Puna (C. vellerosus) en el extremo norte, y el peludo (C. villosus) en la zona austral.

Un armadillo peludo en Torres del Paine, el primo del piche. FOTO: Guido Macari

Un curioso habitante

Los piches son animales que usan el día para hacer su vida, mientras con sus fuertes pezuñas excavan madrigueras de alrededor de un metro de profundidad para resguardarse y tener sus nidos. Los xenartros en general suelen tener un metabolismo lento (el perezoso es el caso emblema) y, por lo tanto, una temperatura corporal baja. Así que estos omnívoros gustan de las horas de más calor para alimentarse, y comen lo que pillan: bichos, lagartijas, musgos, granos, tubérculos, de todo un poco. No necesitan tomar agua porque la adquieren de sus bocados.

Es decir, son bastante adaptables. Y pueden verse algo toscos, pero son rápidos corredores cuando se trata de huir.

Durante la primavera y el verano acostumbran a aparearse en el exterior y, con su estilo de vida solidario, es el único momento en que machos y hembras se reúnen. El embarazo dura alrededor de dos meses y, tras esa etapa, nacen una o dos crías que permanecen en la madriguera durante los primeros 40 días de su vida. “Nacen blanditos, sin el caparazón, que se va formando desde ese momento”, detalla.

Piche. FOTO: DeAnimalia

Pesa poco más de un kilo, de hecho, su nombre proviene del mapudungún “pichi”, que significa “pequeño”. Actualmente, habita principalmente en los valles áridos y en las estepas australes de las regiones de Aysén y Magallanes, donde el suelo es arenoso. Se lo vincula con arbustos, explica, “porque las raíces le dan una cierta estructura a la madriguera, y también pueden comer las raíces o los insectos asociados”.

Si se logra ver uno, lo más probable es que sea en “campo abierto”. Se ha reportado su presencia en los parques nacionales Patagonia, Pali Aike, Torres del Paine, entre otros lugares, en base a la información que Armadillos de Chile ha recopilado en alianza con instituciones como Conaf y el SAG. Se los encuentra hasta alturas de 2.500 metros, según la Guía de los mamíferos chilenos (2021), del biólogo Agustín Iriarte.

Hay registros que situaron a la especie incluso en la Región de Valparaíso, en 1978, en el valle de río Colorado; también en San Fabián de Alico, en el Ñuble, en 1921. Sin embargo, “con el trabajo que he hecho solo se ha encontrado en Aysén y Magallanes, y hay muy pocos registros” advierte. “Lamentablemente desapareció de todo Chile central, ya no tenemos ningún registro de esta especie en los últimos 40 años fuera” de estas dos regiones.

Piche. FOTO: Sebastián Cáceres

Tanto en Chile como en el sur de Argentina comparte algunos hábitats con su pariente peludo, siendo este último “mucho más exitoso”, de hecho, plantea la veterinaria, podría ser que esté “desplazando al piche: es más grande, generalista y agresivo”. De hecho, uno de ellos se encuentra en estado de “Preocupación menor”, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), mientras que al más pequeño se lo ubica en “Casi amenazado”, considerando que en suelo argentino aún tiene mayor presencia.

“Hay algunos lugares donde sabemos que está, pero súper restringida su distribución”, dice. “A mí parecer, es la especie de armadillo más amenazada en Chile”.

Rodeados de amenazas

Por ahora, en Armadillos de Chile también buscan descifrar cuáles son las principales amenazas que han diezmado las poblaciones de piches, que viven unos nueve años.

Algunos de los principales problemas que se han identificado son la caza para comerlo (sobre todo en Argentina), la tenencia como mascota, el cambio climático, los incendios, los ataques por perros asilvestrados, los atropellos y el cambio climático.

Respecto a este último escenario, “se cree que el piche es muy sensible a los cambios de temperatura”, plantea Rominna. Si el alza del calor va aparejado de humedad, se vuelve un drama para el piche: “Ellos tienen una condición en que si se les humedece la piel, se les pone blanda y, como viven en terrenos arenosos, se le hacen heridas y, como no tienen un buen sistema inmune, eso se coloniza por bacterias y mueren de una septicemia”, o sea, por la invasión de estos microorganismos en la sangre.

De hecho, remarca, “hay evidencia de que han habido extinciones locales por esta causa”.

Piche. FOTO: Tomás Ramírez

En el presente, la mayoría de los armadillos habita en las zonas tropicales de Sudamérica, Centroamérica y México, tierras que colonizaron hace unos 3 millones de años con el “Gran intercambio americano” ocurrido con el surgimiento del istmo de Panamá.

Ante aquel escenario, “ya es una rareza que (el piche) habite tan al sur”, plantea Rominna. Al considerar lo baja que es su temperatura corporal, también se las tiene que arreglar una dieta escasa en calorías. Se las ingenia.

En periodos más duros, recurren a un torpor o letargo en que bajan su metabolismo y se quedan en la madriguera. Pero, además, derechamente hibernan durante el invierno, un comportamiento único entre los xenartros, según lo que se sabe. En esos gélidos meses bajan su temperatura de entre 33° y 35° C, a entre 18° y 14°, que es más o menos la sensación térmica de la madriguera. “Nosotros si bajamos a 33°C ya estamos en hipotermia”, compara la investigadora.

Así y todo, dice, “lamentablemente es alta la mortalidad durante la hibernación, si el animal no está bien preparado”.

Piche. FOTO: Diego Oscar

Los animales atropellados en las silentes carreteras australes son una imagen común, desde zorros hasta aves rapaces se convierten en víctimas frecuentes. Aquellas muertes, a su vez, derivan en otro peligro para criaturas como el piche, que tranquilamente podría acercarse a esa cadáver para alimentarse de su sangre o las larvas que afloren. Y el problema es que los armadillos —adaptados a una vida bajo tierra— tienen una débil visión, “son bien ciegos”, explica ella, “y se guían principalmente por el olfato”. Así, ante la presencia de un vehículo a alta velocidad, este tiene nulas opciones de salvarse si el conductor no lo esquiva.

A veces se ponen en la carretera, donde el calor del asfalto les permite termorregularse. Sin embargo, aquella también puede ser una letal arma de doble filo.

Son esos algunos de los problemas que preocupan a Rominna y le hacen temer seriamente por el futuro de estos australes habitantes:

—Son muy resilientes, pero también requieren un poco más de tiempo para adaptarse a los cambios tan rápidos que hemos causado los humanos. Estamos extinguiendo a esta especie en Chile; y creo que, si seguimos así, en diez años ya no van a quedar piches en el país.

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