Debió ser una victoria, pero acabó como una derrota sorpresiva y dolorosa. La noche del 19 de marzo de 1818, el ejército patriota, comandado por O'Higgins y San Martín fue atacado por un ejército realista que en la antesala era inferior. Con el Director Supremo herido y las tropas desbandadas, se desató el terror en la capital. Acá, una historia de la batalla y el insólito error que derivó en el desastre.
En principio pensaron que la victoria era segura. Sabían que aquel Ejército de los Andes que había vencido a las armas del Rey en Chacabuco, en febrero de 1818, ahora se hallaba disperso por la indisciplina entre los campos de la zona central. Bastaría presentarles batalla con las tropas veteranas venidas desde el Virreinato del Perú, y serían vencidos.
Por un momento, hubo optimismo en las fuerzas realistas de Mariano Osorio. Tras desembarcar en Talcahuano en enero de 1818 con los refuerzos enviados por el Virrey Joaquín de la Pezuela, avanzó hacia el norte con un ejército que superaba los cuatro mil hombres, en que incluso venían tropas del afamado batallón Burgos y del Infante don Carlos. Pero eran los únicos con experiencia en batalla. El resto, eran bisoños que apenas podían cargar los pesados fusiles en las marchas.
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Mariano Osorio[/caption]
"La instrucción exceptuando el Burgos y el Infante Don Carlos, era poca y su aptitud para pelear desconocida, fuera del Concepción y Dragones de la Frontera, que defendieron Talcahuano los demas no habían estado en Campaña. Las tropas de la península estaban en estado de engreimiento, que no querían ni mojarse los pies para pasar los ríos", relata un oficial de Osorio en una carta.
Así, como ya lo había hecho en 1814, cuando venció a los divididos y enemistados patriotas, Osorio avanzó hacia el Maule para acabar con el enemigo. En tanto, los patriotas, sabiendo de la presencia de las fuerzas realistas, decidieron lanzar un desafío; el 17 de febrero se proclamó la Independencia de Chile con una ceremonia en Talca con la presencia del Director Supremo, Bernardo O'Higgins.
Todos a Talca
El ejército estaba acantonado en las cercanías de la ciudad, una ubicación escogida por los jefes patriotas para esperar a Osorio y obligarlo a batirse en la orilla norte del Maule, donde creían tener ventaja. Por eso la idea era que el jefe realista saliera de Concepción y no tuviera contacto con más fuerzas leales.
Mientras, el ejército del Rey avanzaba sin mayores contratiempos hacia el Maule. En el intertanto enviaron partidas de exploradores para reconocer el terreno y el estado de los enemigos. Pero por algunos retrasos, la marcha fue muy lenta. Recién hacia fines de febrero llegaba hasta las orillas tumultosas del río.
La demora le había permitido a O'Higgins reforzar el ejército con tropas comandadas por el general argentino José de San Martín, quien esperaba concentrar toda la fuerza chileno-argentina en una sola batalla decisiva para así destruir las filas realistas de una sola vez. Y así, acometer desde ya su plan de organizar una expedición al Perú.
Con las tropas de ambos jefes acantonadas en Chimbarongo, los patriotas superaban los seis mil hombres y con la ventaja de que varios de ellos ya sumaban experiencia en combate, tras pelear en Chacabuco y las batallas posteriores. Mientras, Osorio entraba sin oposición en Talca que había sido desocupada por O'Higgins antes de partir al encuentro de San Martín.
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Bernardo O'Higgins[/caption]
Fue entonces que comenzaron las escaramuzas entre pequeñas avanzadas de los ejércitos que se encontraban muy cerca uno del otro. Una tarde sonaron los primeros disparos: un destacamento del coronel realista Joaquín Primo de Ribera enfrentó a una partida patriota a cargo del coronel Ramón Freire, y consiguió dispersarla. Para los monárquicos era una victoria.
Pero las observaciones pronto les hicieron notar que el Ejército patriota era superior, estaba muy bien equipado y contaba con jefes competentes que seguían un mando único. Un enemigo formidable, mejor preparado que en 1814.
Alarmado, Osorio decidió cambiar de estrategia y replegarse hacia el sur. Para ello tenía que volver a cruzar el río Maule. La maniobra fue leída de forma acertada por San Martín, quien decidió perseguir a los realistas para así cortarles la retirada y forzarlos a combatir. Si lo conseguía, era una victoria casi segura.
Ambos ejércitos corrieron en paralelo separados por no más de tres leguas y cruzaron el río Lircay casi al mismo tiempo. Pero al notar que los realistas evitaban la batalla y se movían en busca de refugio en Talca, un decidido San Martín ordenó un rápido ataque de caballería para forzarlos a combatir.
Pero fue inútil. La maniobra fue mal ejecutada y los realistas consiguieron atrincherarse en la ciudad. Así, los patriotas decidieron pasar la noche en el faldeo de los cerrillos de Baeza, en una explanada llamada Cancha Rayada. Allí se distribuyeron en tres divisiones; una al mando del argentino Hilarión de la Quintana, otra a cargo de O'Higgins y la tercera con el mismo San Martín a la cabeza.
Lo que no sabían, es que en Talca los jefes realistas se reunieron para decidir qué hacer. Un abatido Osorio se mostraba irresoluto y resignado a que no podría repetir el éxito de su campaña de 1814 en que venció a los patriotas en Rancagua. Incluso, se dice que optó por retirarse a una iglesia a rezar. Pero en la reunión de oficiales celebrada en la medianoche del 19 de marzo, el general José Ordóñez le propuso a Osorio un plan audaz: atacar por sorpresa durante la noche.
Dispersos, pero vivos
El ejército patriota había acampado no muy lejos de la ciudad, pero las fogatas prendidas en el campamento delataban su posición exacta. Los jefes advirtieron el error, pero ya era tarde. Casi al mismo tiempo, los espías informaron a San Martín de los movimientos de los realistas, por lo que ordenó reagrupar a las tropas a fin de evitar un ataque. La división de la Quintana lo logró, pero mientras la de O'Higgins comenzaba a moverse, ocurrió el desastre.
Los realistas cayeron sobre la división de O'Higgins, quien fue herido en un brazo por una bala. Su caballo había sido baleado, y cuando intentaba subir al de su ayudante recibió el impacto que le fracturó un hueso. Estuvo a punto de ser tomado prisionero por los realistas, de no mediar la intervención de los jinetes patriotas. Confundidos y aterrorizados, los soldados patriotas comenzaron a desbandarse en medio de la oscuridad, disparando sus armas contra lo que vieran.
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José de San Martín[/caption]
Pese a todo, el Ejército de los Andes había logrado tal disciplina que el coronel Juan Gregorio de Las Heras logró salvar la división del herido general chileno y retirarla de lugar. Por su lado, la artillería fue salvada gracias al trabajo coordinado por Manuel Blanco Encalada. Mientras, los primeros soldados heridos y rezagados comenzaban su huida. En el camino revelaron de pueblo en pueblo los detalles de lo ocurrido; y además echaron a correr un inquietante rumor; que O'Higgins y San Martín habían muerto.
Pero no habían muerto. La derrota fue dolorosa, pero no decisiva. Solo habían conseguido dispersar a los patriotas, quienes no tuvieron más de 120 muertos. Por su lado, O'Higgins y San Martín habían conseguido replegarse hasta San Fernando. Desde allí, el argentino envió una carta a Santiago para tranquilizar los ánimos. Pero O'Higgins, siempre frontal, no estaba para cartas. Herido y afiebrado decidió marchar de inmediato a la capital para evitar cualquier calamidad en el gobierno.
En la capital las cosas estaban revueltas. En el cabildo ya se había discutido la posibilidad de huir nuevamente a Mendoza, como en 1814, y tras un incendiario discurso, el célebre guerrillero Manuel Rodríguez fue nombrado Director Supremo adjunto y quiso organizar un nuevo cuerpo de defensa, los Húsares de la Muerte.
Días después, tras galopar a caballo toda la noche, O'Higgins llegó a Santiago para encabezar la defensa de la ciudad y reasumir el mando del país. Rodríguez devolvió el poder sin problemas. La batalla decisiva sería en Maipú. Allí por fin los patriotas lograron aquella victoria decisiva que se les había escapado en Talca.