En un bosque en la Región de Valparaíso, dos escaladores hallaron una piedra ideal para su deporte. Se dieron cuenta que era un lugar “místico”, recuerda Daniel Fredz, donde la fauna nativa abundaba. Instalaron una cámara y un día tuvieron un “súper acierto”: la aparición de un pequeño felino endémico de Chile que estaría en peligro de extinción. “Mi meta personal y del equipo es transformar este lugar en un santuario de la naturaleza”, declara Patricio Muñoz, de Coordinación Felinos Silvestres, sobre un “paraíso” rodeado de amenazas, pero que permite en estudiar en profundidad a la especie.
Daniel Fredz (33) y Osvaldo Villagrán (35) andaban en busca de un lugar para practicar escalada con otros amigos. Hace ya unos años, primero se metieron a Google Maps y ubicaron puntos donde se vieran rocas, lo que podría indicar un buen sitio para practicar aquel deporte.
En 2014 fueron hasta un lugar en especial, ubicado en la Región de Valparaíso, no lejos de la Reserva Nacional Lago Peñuelas, donde predomina el bosque esclerófilo, con árboles de hojas duras y perennes como el litre, el boldo y el quillay. “El día que llegamos encontramos unos colibríes anidando y huevos de lagartija”, cuenta Daniel a La Cuarta. “A todos nos marcó un poquito”, porque “vimos demasiada naturaleza, más de lo que habíamos visto en cualquier otra salida”.
Con el tiempo, el grupo se fue achicando hasta que solo quedaron Daniel y Osvaldo.
Cada arrancada a ese secreto lugar, ubicado entre dos quebradas en el bosque nativo, les significaba una nueva sorpresa. Se encontraron con orquídeas y distintos tipos de helechos. Una vez incluso se toparon con un pequeño marsupial, la yaca (Thylamys elegans), e incluso con una pareja de búhos. “Veíamos cosas que nos hacían volver”, dice.
Escalaban y, de pasada, la naturaleza los sorprendía con pinceladas de sus habitantes. A cada rincón le ponían un nombre según las experiencias que vivían. Por ejemplo, a un punto lo llamaron “la tierra prometida”, porque “tenía un gran muro como para escalar”, por lo tanto, “para nosotros era aún más místico”.
En un momento, sintieron que los seguía un zorro culpeo (Lycalopex culpaeus). Notaban su fantasmal presencia. Ahí pensaron que podía haber algo más: “Soñábamos con ver una güiña (Leopardus guigna), porque como ya habíamos tenido estas experiencias con otros animales, queríamos ver un gato”, asegura. “Y Empezamos a pensar si podía haber algo más.
Pero la sorpresa que se llevarían más adelante, sería más grande.
Acalorada discusión
El gato colocolo fue descrito por primera vez en 1782 a manos del sacerdote jesuita y naturalista Juan Ignacio Molina. Pertenece a la gran familia de los félidos (Felidae), específicamente a la subfamilia de lo felinos (Felinae) y, a su vez, hilando más fino, es parte del grupo de los leopardillos (Leopardus), por lo que está bien emparentado con especies como el ocelote (Leopardus pardalis), el gato andino (Leopardus jacobitus), el de Geoffroy (El gato de Geoffroy) y la güiña.
Al menos su historia reciente, no ha estado exenta de discusiones dentro del mundo científico. Hasta hace un par de años, se pensaba que se trataba de una especie que se dividía en distintos sub-linajes que habitaban distintos países de Sudamérica, como Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Brasil e incluso Uruguay.
Sin embargo, en 2020, dos investigadores brasileños (Fabio Oliveira y Anderson Feijo) y uno chino (Cheng Jilong), publicaron un estudio taxonómico que buscaba zanjar el tema. Los resultados arrojaron que, en realidad, estos linajes corresponden a cinco especies distintas, con características propias; o sea, que han evolucionado de forma independiente durante los últimos miles de años, al encontrarse más o menos aislados entre sí.
Tres de estas especie tienen presencia en Chile, como lo son el gato de Garlepp o del desierto (Leopardus garleppi), el del pajonal (Leopardus pajeros) y, por supuesto, el colocolo (Leopardus colocola), que es más robusto que su pariente doméstico y pesa unos cuatro kilos.
Bajo este nuevo orden, el escenario cambiaría. Mientras que las especies de las pampas y del pajonal también se hallan en otros países, el colocolo pasaría a ser endémico de Chile, específicamente de la zona central; es decir, solo está presente en este lugar.
Su hábitat iría desde la Región de Coquimbo hasta la del Biobío, lo que los volvería sumamente frágiles a la amenazas antrópicas como los son las enfermedades y la depredación de perros, los incendios forestales y el desarrollo urbano en general, lo que implica una constante pérdida de su hábitat. A lo ancho, habitaría desde el nivel del mar hasta los 1.800 metros de altura.
La nueva propuesta cambiaría el estado de conservación de estos felinos y, por lo tanto, el colocolo podría pasar a la categoría de “peligro de extinción”, incluso a una situación más crítica que el gato andino, que habita desde Perú hasta Argentina y que, en los últimos meses, en Chile ha tenido un puñado de nuevos registros en el Cajón del Maipo.
Las listas oficiales de los mamíferos nativos de Ecuador, Perú, Uruguay, Brasil y Chile ya han reconocido como válidas a estas cinco especies. Es más, en 2022, el Museo de Historia Natural en su actualización de la fauna de Chile reconoció la existencia de los distintos linajes que habitan en el país.
Ahora, durante los próximos meses, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) debería revisar estos antecedentes. Con ello, el gato colocolo podría pasar de “casi amenazado” a “en peligro”, al igual que el gato de pajonal de Muñoa (Leopardus munoai), que vive en Uruguay y Brasil, y solo quedarían unos 200 individuos.
“A nosotros como conservacionistas lo que nos tiene que interesar no es lo que hace el gato, sino aquellas amenazas que tiene el gato y que como persona puedo mitigar”, plantea Patricio Muñoz, director de proyectos de la fundación Coordinación Felinos Silvestres, a La Cuarta. Él, que también es sociólogo, remarca que desde ese ángulo “la conservación pasa a ser una ciencia social, porque necesitamos de la comunidad para poder mitigar las amenazas: escuchar, escuchar, aportar y después dar la perspectiva científica”.
El gran hallazgo
En 2018, Daniel y Osvaldo decidieron instalar una cámara trampa, y lo primero que encontraron fue a unos zorros conociéndose, “como en los primeros encuentros del apareo en primavera”, precisa él escalador y conservacionista. Casi dos años más tarde, en el verano del 2020, un incendio azotó a la zona “y se quemó todo menos este lugar”, cuenta. “Como unos diez o quince metros más arriba se había quemado todo”. Los siniestros son frecuentes en esta zona.
Debió pasar una temporada para que, finalmente, ocurriera la gran aparición: un gato colocolo, justo de frente a la cámara.
“Nos sorprendió porque nosotros nunca habíamos querido grabar el lugar donde dejábamos nuestras mochilas” en las jornadas de escalada, relata. Antes ellos pensaban “que no era un punto de interés”, admite. De hecho, “no sabíamos que podíamos ver al colocolo” y “después cachamos que verlo en la zona central es un súper acierto”.
Con esos registros, ambos se acercaron a Coordinación Felinos Silvestres, agendaron algunas reuniones desde abril y empezaron juntos con el trabajo en terreno. “Donde nosotros vamos no hay ni basura, llega a ser impresionante”, relata Patricio Muñoz. “Es difícil bajar, está prácticamente virgen”. Visitan el lugar una vez al mes para revisar la memoria y la batería de las cámaras.
Ya en agosto del 2021 unieron esfuerzos e instalaron seis cámaras, de las cuales cinco “nos dieron resultados perfectos”. Al segundo día de trabajo ya “encontramos el paso del gato y desde ahí lo hemos pillado muchas veces”, relata Patricio Muñoz. “Y una vez que encontramos este lugar, hemos ido ampliando nuestra distribución para saber su territorio, sus presas, el comportamiento y las amenazas”.
Aunque el entorno cercano a villas e industrias que van en aumento, este lugar de quebradas se conserva “muy puro”, al menos por ahora; incluso han hallado quiques (Galictis cuja), mustélidos también conocidos como “hurón chileno”. “Nos fuimos dando cuenta que era un lugar lleno de vida, a pesar de estar muy cerca de la gente”, asegura el integrante de Felinos Silvestres.
Aun así, una vez detectaron “la presencia de un perro (Canis lupus familiaris), que no sabemos si es doméstico o si está asilvestrado”, advierte.
Al poco tiempo, las cámaras grabaron el video de un colocolo que maullaba, “lo que yo no había visto en estado silvestre, solo uno de gato andino”, dice a propósito del pariente felino que vive en zonas cordilleranas. En ese momento, por la época, “con todo el romanticismo de la vida y la esperanza”, supusieron que podía tratarse de un llamado de apareamiento.
Coincidencia o no, a los dos meses esta hembra apareció con un gatito. “Felicidad máxima”, declara Patricio.
Ya con un año y medio de seguimiento, cuenta que ya han identificado a cuatro individuos distintos (incluido el cachorro), dos de los cuales serían machos. Aunque, por su lado, Daniel reconoce que aún “no llegamos a consenso’', porque “la hembra tiene una cara en particular, como de enojada; pero también hay un gato que le digo ‘Pirata’”. En resumen, “no sabemos si es la gata de un perfil en específico o si es un gato distinto”.
—He caminado kilómetros y kilómetros poniendo cámaras buscando gatos —destaca Patricio—. Y acá encuentras al gato donde es su lugar de relajación y recreación donde hace la vida. Es lo lindo que tiene este lugar, porque está rodeado de amenazas: industrias, inmobiliarias, incendios forestales, perros e incluso posibles atropellamientos.
Por lo tanto, define ese bosque entre quebradas como un “paraíso” u “oasis” para la fauna nativa; de hecho, en un mes pueden haber fácilmente 50 apariciones de colocolo .
“Nosotros sabíamos que teníamos algo bueno y tratábamos de evitar que llegara la gente”, cuenta Daniel. “Por eso era todo tan secreto, al punto que “compartimos las imágenes, pero no la ubicación”. Y comenta que, dentro de la misma comuna, hay también otros entusiastas del fototrampeo —algunos incluso son académicos—, con quienes a veces tenemos contacto, pero ellos no tienen esa habitualidad de encontrarse siempre al gato”.
La vida de los gatos
Tras el nacimiento del cachorro, han visto “un montón de comportamientos que, al menos en internet, no los puedo encontrar”, cuenta Daniel. Y Patricio remarca que este tipo de registros, “al menos públicamente, no estaban documentados”.
“Por primera vez se están descubriendo varios aspectos sobre la historia natural de esta especie, como su temporada reproductiva, número de crías, dieta, patrones de actividad; es decir, en que momento de las 24 horas del día están más activos”, destaca Álvaro García, biólogo peruano y líder de la ONG Pampas Cat Working Group, a La Cuarta.
Algunas escenas que han grabado muestran los maullidos de la gata en lo que presuntamente sería su “época de celo”. Más adelante, en otras aparece el cachorro jugando con su mamá y, por lo tanto, aprendiendo a cazar.
También han detectado una suerte de dinámica que se da entre el colocolo y el zorro culpeo, los dos principales carnívoros del sector. Ambos marcan el mismo árbol pero a distintas horas; por ejemplo, el gato lo hace a las 23:00 horas, mientras que el cánido hace lo suyo a las 2 de madrugada. “No se quieren encontrar pero transitan por los mismos lugares”, asegura Patricio. “Se buscan, se huelen para saber que no se van a encontrar y se alejan; algo así como una dialéctica de la supervivencia”.
Así y todo, una vez los grabaron en un encuentro, el cual no habría sido del todo amistoso: el gato se encarama en un árbol mientras el zorro intenta “molestarlo”, cuenta el hombre de Felinos Silvestres. “Sabemos que los animales se están encontrando”. En total, en este lugar habría cuatro especies nativas de carnívoros y los investigadores piensan que hay cantidad de comida necesaria para que coexistan “sin ningún tipo de mayor conflicto”.
A Daniel, quien entró al tema como un “aficionado”, le sorprendió que estos felinos “pasaran siempre en el mismo lugar”, porque “entendía que el gato podía pasar, pero no se quedaba en un lugar”. En cambio, dice, “pasa siempre por las mismas cámaras”, por lo tanto, no sería demasiado nómade.
También, durante el trabajo en terreno, Osvaldo encontró una letrina que tiene el colocolo en el sector. De hecho, sobre su compañero de escalada dice que “tiene la impresión de haberlo visto pasar” en vivo y en directo. “Dentro del grupo de nosotros tres, es el que explora más, así que no me extrañaría que lo haya logrado ver; es el que va pillando al gato”.
Otras imágenes que destacan son las de la madre que “pasa constantemente con ratones en la boca” para alimentar a su retoño. En un video aparece el colocolo, en posición de acecho, luego desaparece de la escena y vuelve con un ratón en la hocico. “Es tal el paraíso del gato, que come todos los días”, dice Patricio. “Tiene todo lo que necesita para ser feliz”.
En este pequeño bosque, el menú del gato podría ir desde aves como las codornices (Coturnix coturnix) hasta roedores como el ratón de cola larga (Oligoryzomys longicaudatus) y la rata negra (Rattus rattus). Pero según los registros que tienen, sus presas favoritas serían los (Rattus norvegicus), especie introducida que puede llegar a medir unos 20 cms, lo que implica más que un buen bocado.
Durante el 2021, la sequía arreció con fuerza y, por lo tanto, temieron por la salud de este ecosistema. Pero este año, con lluvias más parecidas a las de antaño, “el riachuelo tiene harta agua”, dice Patricio, de hecho, es en esos hidratados sectores donde las cámaras logran más registros. En paralelo, no han encontrado basura, signo de que aún no hay personas en el lugar.
“Sigue siendo la quebrada un lugar donde la vida sigue”, insiste. Tienen fe de que pronto aparezca otro cachorrito.
Esta área se encuentra en un espacio entre dos quebradas que de un lado al otro mide unos 100 metros. Pero el monitoreo se extiende por unos cuatro kms a la redonda, aunque “los mejores resultados los tenemos en un claro que debe ser seis por seis (mts), ahí está todo pasando”, recalca. “Ahí tenemos estos bonitos resultados”.
En lo que respecta al cachorro, este sigue en contacto con su mamá, pero cada vez anda más independiente. “Pero también pensamos que los gatos se han ido desplazando”, porque “hay meses en que tenemos más registros que otros”. Aunque también piensan que, al haber más agua, les permitiría moverse en un rango más amplio.
“Cuando monitoreas, al final te vienes con más dudas que certezas”, admite.
Miedos y esperanzas
Alrededor de este bosque, hay caminos y senderos donde la gente hace deportes y pasea a sus perros; incluso se ha formado una especie de cementerio improvisado, donde las personas entierran a sus mascotas.
Sin duda, no se trata de un área protegida.
Sin embargo, destaca Patricio, este rincón se encuentra seguro hasta el momento porque, para llegar, hay que bajar una de las quebradas que califica de “peligrosa”. En resumen, se trata de “una zona extremadamente intervenida desde distintas áreas”, pero “existen lugares ocultos donde todavía existe una diversidad inmensa dentro de lo que es el bosque esclerófilo de la zona”.
Con los meses, han acercado las cámaras a unos 30 o 40 metros de la carretera, y han tenido registros del colocolo, lo que confirmaría a los atropellos como un peligro potencial. En tanto, en sectores aledaños sí se han topado con negocios como el robo de madera, perros que vagan libremente y zorros contagiados con sarna. “Si bien todo eso no está en la quebrada del gato, son amenazas reales”, advierte Patricio.
—Tenemos una lucha constante —declara—. Sabemos que en algún momento van a empezar a bajar personas, que van a llegar los perros, y que si baja un perro con sarna puede contagiar a los otros zorros.
Aunque también monitorean en otros sectores, “le agarramos mucho cariño a este lugar por eso, porque las villas están a uno o dos kilómetros”. Eso es algo que impacto al sociólogo, “porque sales de la villa y hay un bosque; tú no tienes idea que en ese bosque tienes al colocolo, que es una especie endémica de Chile”.
Es más, él teme que si un perro se animara a llegar hasta aquel refugio no le tomaría más de cinco minutos llegar.
“La gente no es consciente de que coexiste con la fauna, principalmente porque la fauna es críptica, tiene hábitos nocturnos o crepusculares; es más difícil de verla”, plantea. “Cuando no ves a los animales, no sabes que convives con ellos, por lo tanto, no te importan”. Sin embargo, remarca, “son parte de nuestro patrimonio”.
Por eso le parece importante que las personas sepan de este ecosistema. “Hay un tema de identidad: la gente no conoce a sus animales”, pero, “para mí, la patria no es la bandera, el escudo ni la cueca; la patria es el agua, el territorio, nuestros animales, nuestra flora y fauna”. Patricio piensa que se produce un efecto “Rey León”, es decir, “todos conocen a la cebra, a la jirafa, al león, pero nadie tiene idea de la taruka (Hippocamelus antisensis) o al gato de Geoffroy”.
“La naturaleza está allá, y nosotros estamos acá, pero somos lo mismo, coexistimos”, declara. “Somos nosotros los que tenemos las herramientas para trabajar en pro de la conservación”.
La protección de este “refugio” que presenta amenazas como incendios, atropellamientos, pérdida de hábitat y presencia de perros y gatos domésticos, plantea Álvaro García, de la ONG Pampas Cat Working Group, “puede significar un primer paso para replicar acciones de mitigación de amenazas en otras zonas”.
“De esta manera, se podría generar una reacción en cadena que involucre más pobladores e instituciones para el beneficio del gato colocolo y otros animales silvestres”, enfatiza.
Mientras en otras zonas aledañas también se hacen monitoreos, por ahora en ninguna otra se ha pillado “lo que hemos encontrado nosotros, a este nivel de comportamiento de gatos”, porque “en otros lugares el gato no se siente tan bien como en la quebrada en la que estamos nosotros”, recalcó Patricio.
Ahora el plan es que, con las imágenes que han reunido, hacer un documental para dar a conocer tanto a la especie como el lugar donde vive, a pesar del riesgo de que se pueda “volver un lugar de moda”.
Sobre este lugar, Álvaro destaca que brinda “una gran oportunidad para registrar el desconocido comportamiento que tienen en estado silvestre”, además de “realizar un documental en el cual todos lo puedan conocer y sentirse orgullosos del gato colocolo, que únicamente se encuentra en Chile”.
“De ahí tenemos que ver las amenazas”, dice sobre los pasos a seguir. “Mi meta personal y del equipo es transformar este lugar en un santuario de la naturaleza”. Aunque reconoce que la pega es ardua, esa es la prioridad. “Es un lugar donde se hace investigación científica y, por ende, tenemos que proteger”, remarca Patricio.
—Es importantísimo —declara Daniel sobre este hallazgo.
Se remonta unos años a sus primeras excursiones con Osvaldo: “Nos imaginábamos algo a encontrar en este lugar y lo íbamos consiguiendo: primero el zorro, luego la güiña, después el quique”. Algunos colegas le han dicho que es “súper raro hacer fototrampeo de un concón (Strix rufipes)”, que es una especie de lechuza poco dada a mostrarse. “Y nos apareció un concón”, asegura.
Luego cierra:
—La mística de este lugar nos marcó caleta.