¿Riesgo de hantavirus? El nuevo Ratón colilargo hallado en un valle rodeado por el “desierto absoluto”

Ratón colilargo. ILUSTRACIÓN: César Mejías / @gatoncomic

Pablo Valladares analizaba la dieta de las aves rapaces de la quebrada de Camarones, en Arica, cuando se llevó una sorpresa. Así partió el hallazgo de un roedor del que se desconocía su presencia en Chile. Aunque este ratoncito es pariente del conocido cola larga, “genéticamente son muy diferentes”, advierte. Además, si bien aún “tenemos muy poca información”, incluso podría tratarse de “una especie nueva para la ciencia”, plantea Guillermo D’Elia. La otra interrogante que ha surgido es si son portadores del virus: “Es importante analizar estas poblaciones”, dicen los biólogos sin despertar “alarma”.

Fue una verdadera sorpresa para el biólogo de la U. de Tarapacá Pablo Valladares. En 2017, había empezado un estudio junto a su equipo en la quebrada de Camarones, donde se encuentra el río del mismo nombre. ¿La misión? Analizar la dieta de las aves rapaces del sector y el papel que jugaban en los áridos ecosistemas de la Región de Arica y Parinacota, porque “había muy poca información científica de eso”, cuenta a La Cuarta. “Esa fue una de las primeras preguntas que nos hicimos”.

Partieron visitando los puntos que frecuentaban estas aves carnívoras y localizaron sus nidos, en particular los de lechuzas y aguiluchos. Y procedieron a analizar sus egagrópilas, que son los restos de las presas que no digieren tras sacar los “nutrientes que necesitan” y los regurgita como un bolo que, por supuesto, contiene huesos, pelos, plumas y escamas.

Aquellos desechos son de gran valor para los investigadores, que los recolectan en torno a los nidos. “Las traemos al laboratorio, las hidratamos, separamos todos los restos y analizamos todo lo que ahí hay”, explica él. Así, al mirar a través de una lupa, saben de qué especies se alimentan las aves. “Puedes distinguir las mandíbulas, dependiendo de la forma, por ejemplo, de los molares, o la forma del cráneo, e identificar a qué roedor, ave o lagartija corresponde”.

A la izquierda, una rapaz en su nido; a la derecha, una egagrópila. FOTOS: Pablo Valladares

En total, analizaron más de mil egagrópilas y, ¡como no!, encontraron muchos restos de roedores. Hasta ahí, nada fuera de lo común.

Sin embargo, fueron las partes de pequeños cráneos lo que " nos llamó profundamente la atención”, asegura, los cuales pertenecían a individuos del género Oligoryzomys, ratones de los que no había ningún registro en la zona. Las poblaciones más cercanas que se conocían eran en los alrededores de La Paz, Bolivia, y en la costa de Arequipa, Perú.

En tanto, en Chile, los individuos más nortinos de este género se han encontrado al norte de Copiapó, o sea, casi a mil kilómetros de Camarones. “Había una gran distribución donde no había registros”, remarca.

Hasta ahí, el vacío era gigante. Y aún faltaba la mayor sorpresa.

Restos de mandíbula encontrados por Pablo Valladares y su gente.

El segundo hallazgo

Pablo llamó por teléfono a la ciudad de Valdivia:

—Tengo estos restos que parece que son de Oligoryzomys —le dijo por teléfono a Guillermo D’Elia, investigador y curador de micromamíferos de la U. Austral.

“Para mí él es una autoridad para decir qué pasaba con estos cráneos, era muy raro”, cuenta el académico. En tanto, Guillermo relata a La Cuarta sobre la llamada de su colega: “Quería saber mi opinión”. Y coincidió que tiempo atrás, en la misma quebrada que Pablo, él y sus estudiantes habían capturado a un individuo vivo, de hecho, recién empezaban a escribir un artículo sobre el hallazgo.

Pero ante los datos que tenía el investigador de la U. de Tarapacá, “decidimos unir esfuerzos”, relata Guillermo. “Estuvo bueno porque Pablo aportó tres localidades más, cerca de la que teníamos nosotros: no es lo mismo un individuo que decenas de bichos en cuatro localidades distintas”, destaca. Aquellos restos fueron recolectados desde el pueblo de Camarones hasta la localidad de Cuya, es decir, en un rango de diez kilómetros de este a oeste.

El individuo de cola larga que capturó Guillermo D'Elia y su equipo en Camarones.

El académico de la U. Austral “necesitaba más información, y con la que yo le aportaba con los nuevos cráneos, pudo tener muchas más certezas de que en ese lugar existe una población”, remarca.

Antes, en Valdivia, Guillermo y su gente habían realizado los respectivos análisis genéticos al individuo y resultó que no correspondía a la especie Oligoryzomys longicaudatus, que popularmente en Chile es conocida como “ratón de cola larga”, que se encuentra ampliamente distribuida desde el norte de Copiapó, en Atacama, hasta Tierra del Fuego, en Magallanes. En cambio, resultó ser mucho más similar al linaje Oligoryzomys flavescens, conocido como “colilargo chico”, el cual es muy común del otro lado de la Cordillera de Los Andes, en Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y el sur de Brasil.

“Eso fue lo segundo que nos llamó profundamente la atención”, destaca Pablo sobre una investigación de la cual también fueron parte Marcial Quiroga, Alex González y Natalí Hurtado, y que fue publicada en la revista mexicana Therya.

“Es nuevo para Chile, cuando decimos eso nos referimos simplemente a que no estaba registrado en el país”, dice Guillermo sobre este ratón. “Claramente esa especie está en Camarones, no hay duda”, remarca.

Eso sí, lo que sigue es precisar de qué linaje en concreto es efectivamente este ratón que vive en Chile. Porque en lo que respecta a estos roedores en general, existen dudas de si son dos especies distintas: Por un lado, hacia el Atlántico se encuentra O. flavescens, mientras que hacia Los Andes se encontraría Oligoryzomys occidentalis. “Yo sospecho, y tengo un poco más de evidencia, que son dos especies distintas”, advierte, o sea, “todo apunta” a ello.

A la izquierda, los distintos linajes de Oligoryzomys en Sudamérica; a la derecha, dónde se encontró la nueva población chilena.

Ante aquel escenario, “la forma chilena es como media intermedia desde el punto de vista genético”, se aventura. “Podría ser cualquiera de esas dos o, eventualmente, una tercera cosa”, lo cual implicaría “una especie nueva para la ciencia”. En resumen, dice, “la duda es si la chilena es una de esas dos o una tercera cosa”.

Por el momento, todo son especulaciones.

“Necesitamos más ejemplares para tener certezas taxonómicas, no podríamos aventurar una especie porque tenemos muy poca información”, plantea Pablo, quien, de hecho, “muy pronto” irá a terreno a Camarones para recolectar más ejemplares y así “enriquecer” el estudio genético.

Pequeños migrantes

Para hallar al último antepasado común entre el Ser humano (Homo sapiens) y los ratones de cola larga, habría que retroceder unos 75 millones de años —según el célebre biólogo británico Richard Dawkins—, o sea, al último tramo del Cretácico, cuando los dinosaurios aún dominaban la Tierra.

Hoy, los roedores representan uno de los grandes éxitos entre los mamíferos en lo que a diversidad respecta, al contener un 40% de las especies vivas de esta clase, según el conteo actual de la American Society of Mammalogists. Este orden se caracteriza por tener grandes incisivos que no dejan de crecer, por lo tanto, dedican buena parte del día a roer para gastarlos.

Representaciones de Oligoryzomys.

En su origen, ellos no son oriundos de Sudamérica, sino del Viejo Mundo, es decir, Eurasia y África. Llegaron al continente en dos oleadas. La primera de ellas fue hace unos 30 millones de años, cuando arribaron los antepasados de los histricomorfos (Hystricomorpha), actualmente representados por criaturas que van desde el pequeño degú (Octodon degus), hasta el coipo (Myocastor coypus) y el capibara (Hydrochoerus hydrochaeris), el roedor de mayor tamaño en el presente.

La segunda —y que es la que interesa para esta historia— fue hace unos 8 millones de años, cuando una de las cinco ramas (subfamilias) de familia de los cricétidos (Cricetidae), los sigmodontinos (Sigmodontinae), cruzaron desde Norteamérica en los tiempos que lentamente emergía el istmo de Panamá: Centroamérica.

Tiempo después, hace unos 2.640.000 años, según estudios de la ecóloga peruana Natalí Hurtado, de este grupo divergió el género de Oligoryzomys, que se caracteriza por reunir a distintos ratones con largas colas. En Chile, hasta hace poco solo se sabía de la presencia de una especie, que es el conocido O. longicaudatus, y que tiene la mala fama de ser transmisor del hantavirus… Aunque ese tema viene más adelante.

El colilargo O. Flavescens entre los arbustos. FOTO: Adrián Antúnez

Este popular cola larga, que en Chile va desde Atacama a Magallanes, se habría separado de O. Flavescens —el linaje al que se vincularían los hasta hace poco desconocidos individuos hallados de Camarones— hace tan solo 900 mil años, varios milenios antes de la llegada de los seres humanos. “Son hermanos”, comenta Guillermo.

“Son inconfundibles”, asegura el investigador de la U. Austral sobre los Oligoryzomys en general, “a pesar de que los ratones son tan diversos que siempre hay alguno parecido”. Pero, aclara, en esta región del mundo, son los únicos que reúnen ciertas características. Entre ellas se encuentran: un pelaje “medio grueso” de tonalidades que van desde el café al mostaza; sus pies están al descubierto y no tienen membranas interdigitales, en cambio sí poseen unas almohadillas “que son bien características”; la cola “es como pelada” y “es más larga que el cuerpo”, lo cual explica su nombre común. Es más, agrega, “todas las especies del género son colilargos”.

Al hilar más fino para distinguir de aspecto al conocido O. longicaudatus y al recién descubierto linaje vinculado a O. flavescens, “no son muy diferentes, son muy parecidos”, advierte Pablo, quien tiene varios ejemplares en su laboratorio provenientes del Sur de Chile, también de Vallenar y Copiapó, por lo que lo ha comparado con el que capturó su colega en Camarones. “Solamente tienen algunas diferencias en las tonalidades del pelaje”, dice, además de una variaciones “más específicas a nivel de cráneo que son muy técnicas”.

Sin embargo, remarca, “genéticamente son muy diferentes”, y esos análisis con claridad indican que el nuevo linaje ariqueño “está ligado” a O. flavescens, la cual se encuentra en estado de “preocupación menor”, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

El ratón O. Flavescens que se encuentra ampliamente distribuido en Sudamérica. FOTO: Julio Castillo

Ahora solo queda esperar que se analicen genéticamente más individuos para así saber qué hipótesis resulta correcta: si es una especie nueva o se incluye dentro del linaje ya existente.

Sobre la chance de que ambas especies chilenas de colilargos puedan habitar en un mismo lugar, “no habría sobreposición”, descarta el biólogo de la U. De Tarapacá, porque el desierto [de Atacama] es una barrera muy importante”, más aún al considerar que los Oligoryzomys gustan de “vivir muy cerca de los cursos de agua”; de hecho, “por eso estamos encontrando en estas quebradas, porque tienen agua y mucha vegetación”, explica respecto a estos pequeños herbívoros. “Pero fuera de las quebradas hay un desierto absoluto”.

¿Riesgo de hantavirus?

Los ratones del género Oligoryzomys pueden ser portadores de distintas cepas de hantavirus, que se expresa en “una enfermedad infecciosa aguda, habitualmente grave”, según el Ministerio de Salud (Minsal). El contagio suele darse por vía respiratoria en espacios poco ventilados y poco expuestos al sol. Este patógeno se encuentra en el país desde la década de 1990.

A principios de año, el Instituto de Salud Pública informó de 34 casos positivos durante el 2021 por este virus que, en Chile, lo portan algunos individuos del colilargo (O. longicaudatus). Aquella temporada los contagios ocurrieron desde la Región Metropolitana a la de Los Lagos, durante los meses estivales como suele ser.

El colilargo O. Longicaudatus que es bien conocido en Chile. FOTO: Patricio Sánchez

Ahora, hace unos días, se confirmó la muerte de una mujer de 32 años en Valdivia. Aquel fue el primer caso de la temporada 2022.

O. flavescens, especie a la que está ligada los recién hallados roedores de Camarones, también es reservorio de este virus en Argentina y Uruguay. Respecto a los ratoncitos ariqueños, Guillermo no quiere despertar una “alarma” innecesaria, porque “no sabemos la seroprevalencia de esta población”. Pero “esa es una pregunta que de inmediato viene a la mente, y que es de un interés más epidemiológico”, advierte.

“Obviamente cuando decimos que una especie es reservorio, no quiere decir que todos los individuos tengan el virus”, aclara el investigador de la U. Austral. “De hecho, la prevalencia es bastante baja, no es que el 100% de los individuos tengan hantavirus”. La cuestión es más delicada cuando la persona está “en medio de ellos”, en su hábitat, porque “es probable que alguno tenga el virus y te lo pueda pegar”.

Pablo también es cauteloso, a pesar de que “es importante analizar estas poblaciones”, remarca. Y al mismo tiempo coincide: “No todas las poblaciones de Oligoryzomys tienen carga viral y, por lo tanto, no hay que llamar a la población a alarmarse”.

El ratón de cola larga que se conoce por ser reservorio de hanta. FOTO: Agencia Uno

Es más, sobre los individuos de esta quebrada ariqueña se aventura a que “es probable que no lo tengan”. El académico de la U. de Tarapacá argumenta que, al menos entre las poblaciones del colilargo chileno que viven hasta Atacama, “la mayoría de las poblaciones del Sur sí tienen el virus, pero las del Norte no”.

Además, en lo que respecta a la región de Arica, el Minsal no tiene registros de casos de hanta.

“Todavía no está muy claro, por qué algunos individuos lo tienen y no en todas las localidades”, comenta Guillermo. Pero, como sea, insiste en no alarmar. “Lo que sí está confirmado es que esa misma especie, o algo muy parecido, en otros países son reservorio del virus”, plantea y precisa, “a pesar de que no todos los ratones de allá tengan hanta”.

Estos ratones en la quebrada ariqueña se hallan en zonas que “están bastante antropizadas”, por lo tanto, todo indicaría que se adaptarían bien “a sectores intervenidos” como quintas o plantaciones. “Estos bichos están felices porque seguramente hay comida”, comenta el académico de la U. Austral. Aunque, advierte, “desde lo epidemiológico deja de ser simpático porque la posibilidad de que entren en contacto con personas es mayor”.

Ahora, para sacarse las dudas de encima, “yo si fuera Seremi de Salud financiaría un trabajo en terreno donde se capturaran bichos y se hiciera un análisis de seroprevalencia”, sugiere. Pablo también es de la misma idea: “Tenemos que trabajar en conjunto con los distintos servicios del área de salud, como la unidad de zoonosis de la Seremi de Salud o del Servicio de Salud de Arica”.

Ratón colilargo de la especie O. Longicaudatus. FOTO: Darío Podestá

Con el fin de dar tranquilidad a las personas, remarca, se debiesen hacer análisis “de carga viral para que descartemos que hayan probabilidades de contagio de virus hanta”, dice.

Con todos esos antecedentes en mano, se pone en ambos escenarios:

—Si no tienen carga viral, no hay nada que hacer, no es necesario tomar ninguna medida. Pero si encontráramos, la situación cambia y con las autoridades de Salud habría que tomar algunas medidas de precaución, las mismas que se toman para O. Longicaudatus.

Las incógnitas desatadas

En lo inmediato —aparte del virus—, ambos investigadores coinciden en cuál es la primera duda a zanjar: cuál es la categoría taxonómica de estos ratoncitos, es decir, “si efectivamente es O. Flavescens o es otra especie que tendríamos que analizar más en detalles”, plantea Pablo.

Según Guillermo, “no es lo mismo tener 167 especies (de mamíferos en Chile) que 166″, porque “estás conociendo mejor la diversidad del patrimonio natural”.

Luego, el siguiente paso sería determinar “cuál es el rango de distribución que tiene esta especie en la región”, plantea por su lado el académico de la U. de Tarapacá; o sea, saber si solo habita en la quebrada de Camarones, o si se lo encuentra más hacia el altiplano, en la costa o en algún otro lugar: “Hay varios valles entre Arica e Iquique que tienen mucha vegetación”, dice. “Es posible eventualmente que esta especie pudiera tener una distribución en las otras quebradas”.

En eso, su colega coincide y ya tiene varias interrogantes en mente: “¿Está en otras localidades? ¿Por qué solo en el norte de Chile? ¿Por dónde llegó?”. Es más, incluso plantea que “seguramente en alguna otra quebrada del norte esté, pero no creo que hasta Copiapó ni mucho menos a Valdivia”.

En tanto, una tercera incógnita, agrega Pablo, es conocer “cómo es su dinámica poblacional”. De hecho, menciona que “una de las características que tienen los roedores en el desierto es que fluctúan mucho sus poblaciones”; por lo tanto, “en un momento crecen mucho, y después disminuyen demasiado por diversos factores ecológicos”. Le gustaría saber si estos Oligoryzomys siguen la misma tendencia.

Ya con los estudios que ha realizado, sabe que estos ratones son “importantes” en la dieta de las aves rapaces y, por lo tanto, “tienen un rol relevante en ese contexto”.

Un pequén en el valle de Camarones. FOTO: Fernando Medrano

Ahora, con su equipo se preparan para analizar cacas de zorro culpeo (Lycalopex culpaeus) en la zona, para determinar si estos cánidos también se alimentan de dichos roedores: “Queremos tener una idea más clara de cuál es la red trófica que existe en esta quebrada, considerando que estamos analizando muchas aves rapaces, más los zorros y las poblaciones de otros roedores que hay en la zona”.

Lo otro claro es que, sea una especie ya registrada en otros países o totalmente nueva para la biología, esta se incorporará al listado de mamíferos en Chile. “Lo que siempre es importante, porque cada vez que salimos a investigar la fauna del desierto encontramos hallazgos de esta naturaleza, sobre todo en esta región que transfronteriza con Perú y Bolivia”, destaca.

En resumen, a sus ojos este hallazgo “demuestra la falta de información que tenemos de estos ecosistemas áridos y alto-andinos”, donde en el último tiempo se han registrado otros roedores y también murciélagos: “Cada vez que catastramos, o analizamos la biodiversidad del desierto y del altiplano, estamos encontrando cosas nuevas”, cierra.

El nido de una rapaz en Camarones con sus polluelos. FOTOS: Pablo Valladares

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