Torturado y descuartizado: El terrible castigo al hombre que intentó matar a un rey francés

Robert-François Damiens tuvo que enfrentar a la condena dada a los regicidas: ser "preparado" con diversas torturas y finalmente descuartizado por caballos.

Antes de la "Edad de la Razón", existió un castigo absolutamente desproporcionado en Francia para todos aquellos que fuesen acusados de regicidio: el asesinato o atentado contra la vida de un rey.

El caso más célebre es el de Robert-François Damiens, un ciudadano que nació en 1745 y que probablemente nunca imaginó que 42 años después diría: "el día será duro" antes de afrontar su ejecución.

Trabajando como sirviente en diferentes puestos, incluyendo trabajos con los jesuitas, hasta el día de hoy se discute la motivación que lo llevó a intentar matar al rey Louis XV, el penúltimo monarca antes de la revolución.

Pero más allá de su disputa, que habría tenido un trasfondo religioso por el que terminó culpando al rey, lo que sí está claro es que un 5 de enero de 1757, Damiens se abrió paso entre los guardias reales y apuñaló a Louis XV con un antiguo cortaplumas en el exterior del Palacio de Versailles.

El monarca sufrió una herida no letal, gracias a su acolchada ropa de inverno, pero quedó sangrando e inclusive pensó que se moriría. En tanto, Damiens fue apresado, encerrado y juzgado por el parlamento francés.

Tras determinar su culpabilidad, fue sentenciado al peor castigo: ser "preparado" y descuartizado por caballos.

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La preparación para el final

De acuerdo a diversos reportes, el castigo contra Damiens se llevó a cabo un 28 de marzo de 1757. Al alba, sus palabras habrían sido aquellas que dejaban claro que por delante enfrentaría a un día duro.

A partir de ahí, en su proceso de "pública retractación", fue conducido en una carreta, avanzando con un hacha de cera encendida en la mano para lo que sería su ejecución.

Inicialmente, el plebeyo fue sometido a una tortura en la que sus piernas fueron comprimidas por un aparato estilo bota que fue especialmente diseñado para esa tarea.

El proceso luego continuó con un par de tenazas al rojo vivo que quemaron su piel, mientras que la mano que utilizó para apuñalar al rey fue quemada con azufre. Luego, cera derretida, plomo y aceite hirviendo fue vertido sobre las heridas de su piel que dejaban su carne al descubierto. Y ese fue solo el principio de la ejecución pública.

Tal como describe Michael Foucault en su libro "Vigilar y castigar", un verdugo de apellido Sanson ató al condenado a cuatro caballos con el objetivo de que sus miembros fuesen desmembrados. Sin embargo, el objetivo no se cumplió, ya que los animales no estaban acostumbrados a tirar.

De ahí que la tortura se extendió por horas en medio de los gritos de la víctima, aunque finalmente sus tendones fueron cortados. Una vez que los caballos llevaron a cabo su acción, los restos del regicida fueron enviados a una hoguera.

Tras el acto, el padre, la esposa y la hija de Damiens fueron expulsados de Francia, mientras que sus hermanos y hermanas tuvieron que cambiarse su nombre.

Por su parte, el legado del caso fue ejemplificado como signo de la barbarie de la aristocracia francesa del "Antiguo Régimen" de los reyes, que terminó con la toma de la Bastilla. Ese día, las cabezas reales enfrentaron la guillotina.

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