Tres de la tarde. La Quinta Vergara se muestra tal cual es… sin maquillaje ni luces. Trabajadores cuelgan desde arneses en un ejercicio casi circense que permite ubicar luces y pantallas. El frenesí laboral no se detiene. Decenas de hombres montan una escenografía moderna, luminosa y multicolor. Todo parece en orden.
Saludo a Sebastián Castillo, uno de los productores del Festival, y me cuenta que llegó a vivir -literalmente- a la Quinta el 2 de enero. El trabajo que hay detrás de un festival de las características de Viña es desbordante e inimaginable por cualquier persona que no sea parte de esta industria.
Es la cara anónima de este Festival; el rostro de trabajadores que dejan a sus familias por dar vida a esta gran aventura llamada Festival de Viña. El engranaje de esta gran máquina comenzó su rodaje y ya no para hasta que caiga el telón de la madrugada del domingo 25.
Estar frente a la Quinta Vergara, aunque sea sin público, es una sensación indescriptible. Es una mezcla de emoción, adrenalina, vértigo y ansiedad. Durante las noches festivaleras, una audiencia viva participa, aplaude, pifia, ovaciona. Un ejercicio de interacción constante que se transmite por las pantallas. Es el llamado "monstruo" que tiene voz y voto en estos días de fiesta.
Recorro camarines y decenas de imágenes se me vienen a la mente. Ya recordaba Alex Hernández en conferencia de prensa lo difícil que fue; por ejemplo, el fin de la actuación de Ricardo Meruane o la ovación del público por Mon Laferte. Los flashback se multiplican en segundos mientras recorro la Quinta. Laura Pausini, Cat Stevens, Morrissey, Eros Ramazotti, Lionel Richie… Instantes de emoción que no se olvidan.
Salgo de la Quinta Vergara y me pregunta un periodista qué siento en este último Festival. Entiendo el ejercicio periodístico de saber qué pasa con la cabeza de los animadores en año del fin de la concesión. Pero no. Me niego. Estamos todavía acercándonos a la grilla de largada y queda un largo camino por recorrer.
Mientras llega el "Día D" la alcaldesa me invita a conocer el trabajo que se hace en el Sanatorio Marítimo de Viña del Mar. Llegamos a un taller de manualidades donde la carencias propias de la salud pública quedan a un lado y el trabajo de profesionales destaca y enorgullece. Viña para nosotros es mucho más que el trabajo sobre la Quinta Vergara. Es el compartir una selfie en la puerta del hotel, escuchar a un abuelito que plastificó una foto que me tomé con él hace cinco años y que guarda como un tesoro: también visitar al desvalido, al enfermo. Y también es desfilar por la alfombra roja en la Gala.
Son las múltiples caras de un festival longevo (59 años de vida) que tiene el rótulo de internacional ganado, principalmente, por el trabajo que ha hecho ChileVisión y sus canales asociados (HTV y TNT).
Especial
En el verano se hacen muchos festivales regionales. Algunos incluso con más público que la Quinta Vergara. Todos tienen sus méritos y grandes equipos de profesionales a su servicio. Sin embargo, Viña tiene una magia especial, un encanto, un sabor distinto. Es una fiesta nacional, el Festival de los Festivales, el momento donde todos los ojos estás puestos en una pantalla. La competencia podrá decir lo que quiera, pero esto es Viña. El carnaval está sobre todo. Es por eso que recién en la sexta noche, cuando diga buenas noches al mundo que nos sintoniza, recién será el momento de decir "misión cumplida". Antes, disfruto cada momento… como si fuera el último.