El Pitanguá está extendido por el resto de Sudamérica, pero las barreras naturales limitan que migre acá. En la Región de Valparaíso se ha desatado interés entre ornitólogos: “Es una oportunidad para aprender de una especie nueva”, dicen.
Aquel 29 de septiembre, parecía un domingo normal de “pajareo” para Carolina Astorga, quien había salido con una amiga por el norte de Quilpué, Región de Valparaíso. Caminaban hacia el poniente junto a un estero, en medio de harta vegetación cuando, a los lejos, a eso de las 3 PM, vieron un ave de unos veinte centímetros perchada en lo alto de un árbol.
“Primero pensé que era una tenca (Mimus thenca) con leucismo (gen recesivo que provoca un plumaje blanco)”, cuenta ella a La Cuarta sobre el avistamiento; es decir, creyó que se trataba de una especie nativa típica. “Pero cuando lo vi con la cámara me di cuenta que no era un ave de la zona, ni del país”.
Carolina, luego, supuso que se trataba de un benteveo (Pitangus sulphuratus), que, sin ser comunes acá, “por lo regular” se registran individuos eventuales en el norte, centro y sur de Chile, según la guía Aves de Chile, de Daniel Martinez-Piña.
Sin embargo, a través de usuarios Instagram entendidos en aves, la mujer supo que se trataba de un pitanguá (Megarynchus pitangua).
El pitanguá es un pájaro que se distribuye desde México hasta el noreste de Argentina y eventualmente Uruguay. Pero en Chile, según eBird, sólo ha habido un registro, de abril del 2020 en el valle de Azapa, Región de Arica. Es decir, este sería el segundo registrado oficialmente en vida silvestre dentro del país y, por lo tanto, el primero en la Región del Valparaíso. Así, resultó ser aún “más raro” de lo esperado, destaca Carolina.
Ella estaba “muy contenta” de ver —en principio— a un benteveo, más todavía en su natal Quilpué. “Después cuando supe que era un pitanguá, y que era la segunda vez que se registraba en Chile, le conté al tiro a mi pareja, a mi mamá y a mi amiga”, revive.
Cómo llegó ahí el pitanguá
¿Cómo se diferencia de benteveo a la vista? Pues por el pico, ya que un pitanguá lo tiene mucho más robusto, “más ancho, con forma de bote”, detalla Lucas Quivira, guía pajarístico e integrante de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC), quien al enterarse de los registros de Carolina partió durante el martes, directa y exclusivamente, en busca del individuo en cuestión.
Lucas se encontró con el pajarito temprano, apenas llegó al lugar, permaneciendo “varios minutos” en la rama de un árbol a media altura. Luego, el plumífero protagonista desapareció pasado las 11:00 AM y volvió al sitio a eso de las 15:00. “El comportamiento de la tarde era parecido, sin evidenciarse su alimentación ni tampoco su vocalización”, cuenta a La Cuarta. Eso sí, “pudimos dar cuenta que estaba mojado, secándose al sol a medida que acicalaba sus plumas”. Seguro algún chapuzón se dio mientras se ausentó.
“Pese a mantenerse en la misma rama, se mostraba activo, dándose la vuelta, estirando las alas, ávido espectador de su alrededor”, repasa él.
Carolina se pregunta cómo llegó hasta tan lejos de su distribución conocida: “Cuanto viajó y si habrá alguna pareja reproductiva”, reflexiona, a pesar de que “su plumaje parece de juvenil”, por lo que “sería aún más raro que se esté reproduciendo”.
En busca de una respuesta, Pablo Gutiérrez, veterinario y coordinador de proyectos en la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC), ve que hay tres posibilidades para que se haya dado este avistamiento.
La primera chance es que “simplemente puede ser una dispersión natural de la especie; al ser un juvenil, (en busca) de obtener un territorio, se va alejando, va a un lugar y se queda ahí”, analiza con La Cuarta. “Otra opción es que, quizá, puede ser movilizado por los incendios que están ocurriendo en sectores del Amazonas”, continúa, considerando los severos siniestros de las últimas semanas en la cuenca amazónica y zonas aledañas. “Y una tercera opción es el azar: un ave se pierde y llega a un lugar que no es natural, sin razón aparentemente”, enumera.
“Honestamente, creo que es azar en esta oportunidad”, opina, jugándose por la tercera alternativa.
Sobre una cuarta opción: cerca del lugar del avistamiento se encuentra el Zoológico de Quilpué, pero “ya no opera como tal, sino que como refugio de aves rapaces (nativas) rescatadas”, aclara por su parte Lucas Quivira, “así que del zoológico no se escapó”, descarta, y añade que “tampoco demuestra daño en las rectrices (plumas de la cola), lo que corrobora la posibilidad de que no fuera escapada” de alguna otra propiedad.
¿Habrá más pitanguás en Chile?
Esta ave —que también es conocida como “mosquitero picudo”— pertenece al género Megarynchus, siendo el único representante conocido de este linaje, así que no está tan estrechamente emparentado con el benteveo, a pesar del parecido. Los pitanguás son insectívoros, mosqueteros, dado a la caza en vuelo de sus presas. Respecto a sus desplazamientos, “no se sabe mucho de sus migraciones más allá de que migra, y tiene evidencia de migración altitudinal hacia sectores más bajos en época reproductiva”, analiza Lucas.
Para entender su ausencia, hay que recordar que “Chile tiene muchas barreras que impiden el paso de las aves más tropicales o de bosque amazónico”, dice Pablo Gutiérrez en alusión al desierto de Atacama, la Cordillera de Los Andes y el Océano Pacífico. “Funcionamos como una isla dentro del continente, que genera que varias especies no lleguen ahí, pero al mismo tiempo que varias sólo viven aquí”, destaca.
Eso sí, tras haber estado en el sitio, Lucas menciona que donde fue encontrado este individuo “se parece a su hábitat habitual: bordes de bosque y humedales”, es decir, hay humedal y, por lo tanto, insectos y semillas y otros componentes de su dieta.
Sobre el encuentro de este presunto errante pitanguá, Pablo celebra que “siempre es una oportunidad para aprender de una especie nueva que no vive en Chile, para que la gente vaya a buscarla y socialice entre sí”; además de que “en muchos casos ocurre que es una oportunidad para obtener nueva información de una especie”, destaca.
De hecho, según consigna La Cuarta, durante el martes, algunos pajareros se animaron a ir en busca de este pitanguá, y lograron el objetivo de verlo, tomarle fotos y grabarlo.
Por último, Pablo desliza una última chance, a pesar de que la considera poco probable en este caso: “A veces ocurre que una especie llega muchas veces ‘errante’ o ‘accidental’, y resulta que no, que la suma de registros genera una información de ‘oh, quizá esta especie es normal aquí’”... El tiempo dirá qué tan familiar nos será el Pintanguá.