La presidenta de una asociación defensora de animales en el sur de España fue sentenciada a tres años y nueve meses de cárcel. Esto, por matar a cientos de perros y gatos, los que agonizaron dolorosamente.
El tribunal condenó además a Carmen Marín Aguilar, de 72 años, a pagar una multa de 19.800 euros. Esto, tras encontrarla culpable de los delitos de maltrato a animal doméstico y falsificación de documento.
Felipe Barco Gámez, un empleado de 55 años del refugio Parque Animal en Torremolinos, Málaga, donde funcionaba la asociación sin fines de lucro que supuestamente cuidaba animales abandonados, recibió una pena de un año de cárcel. Además de una multa de 3.600 euros por su cooperación en la muerte de las mascotas.
La sentencia señaló que Marín Aguilar inyectaba productos eutanásicos sin sedar antes a gatos y perros. E incluía "tanto ejemplares adultos sanos de cualquier raza (...) como camadas de cachorros o hembras preñadas", mientras Barco Gámez los sujetaba.
Marín Aguilar usaba una dosis de los medicamentos inferior a la recomendada. Esto, aunado a que la inyección se aplicaba en músculos y no por vía intravenosa, "provocaba al animal, generalmente, una muerte lenta y con dolorosa y prolongada agonía", según la sentencia.
Las dos personas fueron acusadas de matar a unos 2.183 animales entre enero de 2009 y octubre de 2010. En esta última fecha se produjo la inspección del refugio que sacó a la luz las muertes.
Motivos económicos
Según los fiscales, los animales habrían sido sacrificados para ahorrar costos y privilegiar las actividades privadas lucrativas.
El refugio operaba también como peluquería, residencia y clínica privada para animales. Y esto pese a que Marín Aguilar carecía del título de veterinario.
La pareja desconectaba las cámaras de seguridad cuando mataba a los animales y colocaba música en altavoces para enmascarar los aullidos de las mascotas, detalló la sentencia.
Durante el juicio, tanto Marín Aguilar como Barco Gámez negaron las acusaciones.
La presidenta de la asociación alegó que ella no podía haber administrado las inyecciones porque les tenía "fobia".