El especial encuentro con un monito del monte: cómo funciona su gran técnica para sobrevivir al invierno

EL tierno registro de un monito del monte en medio de su letargo invernal. FOTOS: Francisco Fontúrbel y @bosquepalqui
EL tierno registro de un monito del monte en medio de su letargo invernal. FOTOS: Francisco Fontúrbel y @bosquepalqui

Estos pequeños marsupiales, los últimos sobrevivientes de un linaje casi extinto, han desarrollado durante millones de años una serie de recursos para resistir al frío y la escasez.

Un tierno registro se difundió en redes sociales de un monito de monte (Dromiciops gliroides) proveniente de la isla de Quinchao, específicamente del Bosque Palqui, en la comuna de Curaco de Vélez.

La foto muestra a este individuo marsupial acurrullado en una suerte de colchón de hojas secan, acurrado en medio del estado de letargo al que recurren estos micromamíferos para sobrellevar por fríos meses invernales.

“Durante el invierno el monito del monte, marsupial que habita nuestro bosque, descansa y duerme profundamente”, explicaron desde la cuenta de Instagram que compartió la foto tomada el pasado 18 de agosto. “Este ejemplar está enrolladito en una de las casitas anideras que le construimos”, detallaron.

“No saben la emoción que se siente al verlo y la responsabilidad que crece para cuidar su hábitat”, expresaron. “Esta casita esta emplazada lejos del tránsito humano y tenemos un plan de cuidado para perturbarlo lo menos posible”.

¿De qué trata este letargo?

Los monitos pasan prácticamente todas su vida escalando y saltando entre los árboles; se los puede encontrar hasta a 30 metros de altura, por lo mismo es difícil topárselos así como así por el bosque. Su cuerpo está adaptado para esa vida, e incluso cuentan con pulgares oponibles que les permiten agarrarse con firmeza de ramas y troncos.

Allá arriba, muy activo durante primavera y verano, es un oportunista: come desde bichos a los frutos de unas quince especies nativas como el maqui, el arrayán, el olivillo, la murta y el quintral, teniendo una “relación estrecha” con esta última plana, según explicó Francisco Fontúrbel, biólogo e investigador de la Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), a La Cuarta, “del cual es el único dispersor de semillas en el bosque valdiviano”, es decir, “de decenas a cientos por noche”.

El apetito de los monitos es voraz entre primavera, verano e incluso otoño, comiendo todo lo que pillan para reunir reservas —en su cuerpo y cola— antes de los meses fríos, misión que resulta más ardua si tienen crías, siendo más boquitas que alimentar.

Llegado el invierno, estos marsupiales llegan a disminuir su metabolismo en un 90%, por lo que practica este largo letargo para sobrevivir a estos meses.

Pero este recurso es más bien flexible, porque también estos animalitos llevan a cabo un proceso que se conoce como sopor, que “son pequeños microsueños que tienen diarios o semanales”, explicó Julian Quintero, investigador de la U. Austral, a La Cuarta sobre estos “dóciles” animalillos. “Existen pocos mamíferos que tengan hibernación y sopor”, algo que “va de la mano con los Dromiciops, pero no todos los marsupiales hacen sopor”, dando a entender la singularidad de este doble recurso.

Monitos del monte
Muchos monitos del monte hibernan en grupo. FOTO: Roberto Nespolo

Durante estos períodos “se apaga la máquina”, explicó Guillermo D’Elia, investigador del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la U. Austral, a La Cuarta. El organismo se concentra en enviar sangre a los órganos vitales como el cerebro y el corazón, mientras otros tejidos simplemente se mantienen en un estado de no-congelación, a menos de 5 °C.

Hacen nidos de hojas, ramitas y musgo, donde suelen dormir en grupos de dos o más individuos, “que los ayudan a mantener el calor”, detalla Quintero. “Pero también hay algunos que hibernan solos”, agregó D’Elia, que suelen ser los de mayor edad. Eso sí, se sospecha que durante los períodos de letargo, permanecer en grupo no necesariamente sería tan efectivo para mantener el calor; por lo tanto, podrían ser más sociales de lo que aparentan. “Fuera de esos periodos” invernales, admitió Quintero, “no se sabe cómo se comportan entre sí”.

El tránsito del letargo a la actividad les toma entre cuatro y seis horas, según el estudio La ecología y evolución del monito del monte, una revisión publicada en marzo del 2022. Ese proceso de “recalentamiento”, por medio de escalofríos, les significa un altísimo gasto energético, para alcanzar sus 35 °C acostumbrados, según los investigadores Carlos Mejías y Roberto Néspolo en El monito del monte: un campeón del ahorro energético (LaderaSur, 2020).

Cuando acaban los meses fríos, deben quedar con un saldo positivo de energía para iniciar con el apareamiento y la reproducción. Y El ciclo parte de nuevo.

Monito del monte
Monito del monte bajo la luz del día. FOTO: Juan Luis Celis

Parientes de los canguros y koalas

En Chile habitan un puñado de espacies marsupiales, que son las yacas, la comadrejita trompuda y los propios monitos del monte, aunque estos últimos tiene la singularidad de ser los únicos sobrevivientes del orden de los microbiotéridos (Microbiotheriidae), que hace unos 65 millones de años se desplazaron hacia lo que hoy es la Antártida, que todavía no era invadida por el hielo, y que por aquel entonces conectada a Sudamérica con Oceanía.

Al llegar a tierras australianas, este grupo tomó su propio destino: evolucionó hacia el orden de los diprotodontos (Diprotodontia), que actualmente están representados por una variedad de icónicas especies como canguros, wombats y koalas... Sin embargo, otros permanecieron en suelo sudamericano y continuaron evolucionando aquí, dejando hoy sólo a los monitos salvados de la extinción, siendo parte de un linaje “hermano” de los icónicos marsupiales australianos.

Hasta mayo del 2016, se creía que solo existía una especie de monito del monte, llamado Dromiciops gliroides, recorriendo los árboles en bosques de Argentina y Chile, donde se lo encuentra entre el Maule y Chiloé, e incluso hasta la provincia de Palena, Región de Los Lagos. Hoy, entre los científicos hay consenso de que en realidad son dos especies, siendo la otra Dromiciops bozinovici.

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