En Noruega hasta los cabros que todavía no saben caminar aprenden a esquiar, porque el asunto es casi un orgullo nacional.
Por eso no debería extrañar que un gato sea también aficionado a este deporte, y el caso de Jesper es el perfecto ejemplo.
Es que el felino no solamente adora pasear por la nieve y tirar de su dueña con un cordel, como lo haría un husky siberiano, sino que también disfruta subirse en los hombros de su ama para esquiar libremente.
