Graciela Ibáñez es de Olmué, y prácticamente se hace dos sueldos compatibilizando sus empleos en educación y en el rubro de la gasfitería.
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En su juventud, Graciela Ibáñez (43) vivió en una de las tantas islas perteneciente a Chiloé, muy alejada de las grandes ciudades. Fue así como fue familiarizándose con las herramientas y el rubro de la construcción, ya que se vio con la necesidad de hacerlo para reparar cualquier daño en su hogar.
Hoy en día, viviendo en Olmué, Región de Valparaíso, y con una larga carrera como profesora, retomó esa pasión que había quedado casi en el olvido.
"De chica que me gusta el maestreo. Quise formarme, aprender y estudiar gasfitería porque me pareció que podía trabajar en ello en mis ratos libres para tener otro ingreso extra. Además necesitaba las herramientas solamente, no necesitaba tanta inversión para comenzar", relata Ibáñez.
Como si leyera el futuro, en 2019 entró a estudiar el curso de Mantención y Reparación de Artefactos de Gas, en un instituto de Valparaíso. Sin quererlo, vino un 2020 con pandemia, pocas clases que instruir y muchos pololitos en construcción.
"El año pasado me sirvió un montón haber estudiado esto, porque había muchos ratos en los que no podía hacer clases por el tema de la pandemia. Y me salvó, hubo un momento en que salían muchos trabajos", cuenta la maestra y profesora.
Actualmente, Graciela compatibiliza ambos trabajos, uno en la semana y otro los sábados y domingos.
A pesar de que la educación y la construcción podrían no tener muchas similitudes entre sí, esta madre de tres retoños señala que para ambas hay que tener especial cuidado y dedicación.
"Ambos trabajos tienen mucha relación, porque son trabajos que tienen que ser cuidadosos. Si te equivocas en la instalación de gas, las consecuencias pueden ser gravísimas, terribles. Lo mismo pasa si te equivocas con un niño: quizás no se no se note altiro ni habrá una explosión en el instante, pero es un tremendo error, y requiere cuidado, atención y dedicación", asegura.
Su propia escuelita
Tanto ama la docencia, que el año pasado Graciela inauguró su propia institución educativa: la Escuela Nativa Olmué, destinada a niños de entre 1º y 6º básico. La ventaja que tiene es que puede reparar ella misma cualquier daño que se produzca con las redes de agua y gas.
Aún así, asegura que no cambiaría su trabajo como docente. "Me gustaría llegar a trabajar como maestra de tiempo completo, lo encuentro entretenido, pero pasa que mi pega oficial de profe es lo que más me gusta en la vida. Me encanta".
Eso sí, con su experiencia, recomienda firmemente que las mujeres que quieran entrar al mundo de la construcción, no lo duden.
"Me gusta que uno tiene libertades de ponerse de acuerdo con la gente y no hay un horario fijo. Además me ha tocado conocer gente super amorosa en general. Sin duda que no hay impedimentos para que las mujeres se metan en la construcción. El único 'pero' es que a veces, muy pocas veces, hay que hacer mucha fuerza, pero lo más importante es la habilidad y eso todas lo tienen", detalla.