Acusó a stripper porque no lo quiso atender: preso

La especie de los patudos tiene varias subcategorías, como los pasaos pa' la punta, los FDR, los buches y el gringo William McDaniel, quien se quiso pasar de listo con una potente stripper de un club para caballeros en la ciudad de Butte, en Montana.

Para ser precisos, el atado, porque lo hubo, se desarrolló en el suburbio de Rocker, en el Sagebrush Sam's Exotic Dance Club and Casino, cuando el califa de 53 pepas, prominente ponchera y entero car'e chicha ingresó al noble establecimiento donde las chicas cuerudas bailan y se contonean al ritmo de las bandas sonoras de pelis porno.

Ahí se volvió loco con una diosa del caño, que lo miraba con carita de comérselo vivo. Le puso cualquier dólar en el hilo dental a la cabra, que tras el dancing ló invitó a una danza en el privado. Según las reglas de los clubes de strippers, el irse al apartado no significa "atenderse" con todas las de la ley.

Previo pago de 350 de los verdes, la danza se inició como es la costumbre, pero Williams estaba para otro juego y cuando acabó el bailecito, le dijo a la diosa: "Ya, amor, démosle al merequetengue, estoy listéilor". La cabra lo miró como bicho raro: "Mira, guashito, las normas del club no lo permiten, yo soy pro-fe-sio-nal del dancing y además erís más feo que Vrolok, el conde, ¿cachái?".

Ahí William se sintió estafado, porque juraba que los 350 dólares era para un baile con cabalgata incluida. Agarró su celu y llamó urgente a los polis del 911: "Aló, estoy aquí, en el club de strippers y me niegan el acceso carnal por el que pagué, quiero a la policía aquí a-ho-ra".

Al toque llegaron los polis, tomaron su denuncia y le dijeron que se iba preso bajo el cargo de "incitar a la prostitución" a una honorable artista del caño. Una vez en el chucho debió ponerse con 550 dolarcetes más de fianza para volver a las andadas. Caraza le salió la canita al aire. 

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