El príncipe Harry, hijo menor del príncipe Carlos y Diana Spencer, y la actriz estadounidense Meghan Markle ya son marido y mujer.
Ambos se dieron el sí en la capilla de St. George, en el castillo de Windsor, al término del rito nupcial anglicano presidido por el arzobispo de Justin Welby y presenciado por los 600 invitados a la boda.
Desde este sábado 19 de mayo se convierten en sus altezas reales, el duque y duquesa de Sussex, según los títulos que les confirió la reina Isabel II, abuela de Harry.
Puro amor del príncipe Harry
"Estás espléndida", fueron las primeras palabras que Harry le dirigió a Meghan a su llegada al altar. La novia usó un velo que representa la flora de los 53 países del Commonwealth, pedido expresamente a Clare Waight Keller, según un comunicado del palacio de Kensington.
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Por su parte la tiara que sostiene el velo es una franja de diamantes de 1932 terminada en un alfiler de 1893, prestada a la novia por la reina Isabel.
La misa real tuvo un tono insólito, con un fogoso sermón del obispo de Chicago Michael Curry.
El prelado, primer afroamericano a la cabeza de la iglesia (la episcopal, rema estadounidense del anglicanismo), abrió su homilía citando una frase de Martin Luther King.
"Debemos descubrir el poder del amor, el poder salvífico del amor. Y cuando lo hagamos, podremos hacer este mundo viejo un nuevo mundo. El amor es el único camino", dijo el obispo.
Otra novedad fue la presencia de un coro de gospel estadounidense que entonó la célebre canción "Stand by me" tras el sermón del obispo.
Meghan también hizo lo suyo
Pero no sólo la presencia del obispo y los cánticos gospel marcaron la diferencia en este tipo de ceremonias de la corona, ya que la entrada de la novia fue muy distinta alo tradicional: entró sola y fue esperada en la iglesia por el príncipe Carlos, heredero del trono británico y padre de Harry, en reemplazo del padre de Meghan, que canceló su presencia por motivos de salud.
Harry y Meghan se intercambiaron las promesas matrimoniales según la fórmula tradicional "hasta que la muerte nos separe" y "en presencia de Dios" frente al arzobispo de Canterbury, Justin Weelby, que finalmente los declaró formalmente marido y mujer.
Tras dejar la capilla los novios firmaron el registro matrimonial en presencia del príncipe Carlos, padre de él, y de Doria Ragland, madre de ella. Luego, los recién casados dejaron el lugar al son del himno británico, "Dios salve a la reina", y se dieron un beso en la escalinata de la iglesia.