Arquitectos de la naturaleza: castores terminan una presa antes que el gobierno en República Checa

Resolvieron un problema que llevaba siete años estancado y tenía un presupuesto de 1,2 millones de dólares, pero los roedores la completaron de forma gratuita y eficiente.

Las autoridades de la región de Brdy, en la República Checa, llevaban siete años tratando de construir una presa para reparar un barranco en el río Klabava y mejorar la gestión del agua. A pesar de haber asegurado más de un millón de dólares en financiamiento, el proyecto se encontraba en un punto muerto debido a los permisos de construcción.

Sin embargo, una mañana de enero, los habitantes se despertaron con una sorpresa: la presa estaba terminada gracias a ocho castores que habían hecho el trabajo sin pedir permisos ni financiamiento.

“Los castores siempre saben lo que hacen. Los lugares donde construyen presas están perfectamente elegidos, mejor que cuando las diseñamos sobre el papel”, afirmó Jaroslav Obermajer, director de la oficina de Bohemia Central de la Agencia Checa de Protección de la Naturaleza y el Paisaje, en declaraciones a Radio Praga Internacional.

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Arquitectos de la naturaleza

Durante décadas, los castores fueron considerados una plaga y perseguidos sin piedad. En Estados Unidos, su caza masiva se intensificó debido a la alta demanda de sus pieles, utilizadas en la fabricación de sombreros y abrigos.

Solo en tiempos recientes se ha reconocido su importancia en los ecosistemas debido a que estos roedores semiacuáticos tienen una habilidad natural para modificar su entorno con sus fuertes incisivos. Talan árboles y utilizan madera, barro y piedras para construir represas en arroyos y ríos.

Estas estructuras no solo les proporcionan refugio y acceso seguro a sus alimentos, sino que también benefician al ecosistema:

  • Las presas de castores crean humedales que sirven de hábitat para insectos acuáticos, peces, anfibios y aves como garzas y grullas.
  • También ayudan a regular el flujo de agua, prevenir inundaciones, actuar como cortafuegos naturales y capturar carbono, contribuyendo así a mitigar el cambio climático.

La presa de castores más grande del mundo, ubicada en el Parque Nacional Wood Buffalo, en Canadá, mide más de 850 metros de largo, el equivalente a siete campos de fútbol. Su tamaño es tal que puede observarse desde el espacio.

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Un trabajo meticuloso, no instantáneo

“Los castores se adelantaron y nos ahorraron 30 millones de coronas”, dijo Bohumil Fišer, jefe del Ejército Popular de Liberación de Brdy sobre la noticia de la construcción en dos días.

Si bien la historia de los castores constructores parece sacada de un cuento, algunos expertos dudan de la afirmación de que la presa apareció “de la noche a la mañana”.

Gerhard Schwab, especialista en conservación de castores en Baviera, asegura que la construcción de una presa real puede tomar semanas. “Podría creer que las pirámides se construyeron en una semana”, ironizó en National Geographic.

El experto señaló que lo más probable es que el trabajo de los castores pasó desapercibido hasta que la presa estuvo completa.

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Aliados inesperados de los humanos

Los castores han demostrado ser valiosos no solo para la fauna silvestre, sino también para las personas. En Oregón, se descubrió que sus presas en terrenos de una planta de tratamiento de aguas pluviales filtraban metales pesados y otros contaminantes de manera más eficiente que las infraestructuras humanas.

En Idaho, después del incendio de Sharps, las zonas donde había castores quedaron verdes y húmedas, mientras que los alrededores se convirtieron en paisajes áridos y quemados.

Algunas comunidades han comenzado a replicar su ingeniosa labor. La tribu Yurok de California, por ejemplo, ha implementado represas artificiales similares a las de los castores en zonas donde actualmente no pueden ser reintroducidos, con la esperanza de que su presencia natural regrese.

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