REINO UNIDO.- ¡Ah mieerrrrr! Las elecciones del pasado 6 de mayo dejaron la mansaca en Reino Unido, ya que ninguno de los dos partidos dominantes, laboristas y conservadores, obtuvieron mayoría. Como era de esperarse cada vez que ocurre una tragedia política de proporciones, alguien tiene que inmolarse onda kamikaze por el bien de todos.
Gordon Brown, quien amaneció como primer ministro británico, se hizo un lado de su cargo entre pucheros y con el güergüero entrecortado.
Y es que el rechonchito no le quedó otra, porque temprano en la mañana intentó todo para llegar a un acuerdo con Nick Clegg, el niño lindo de la política british por estos días. ¿Por qué?, se preguntará usted. Pues porque su partido, el liberal demócrata, se alzó como una tercera fuerza en un país más binominal que Chile y ese es todo un mérito.
A pesar que los laboristas intentaron, Clegg no quiso nada y después se juntó con los conservadores, liderados por David Cameron. Se especula que el acuerdo entre ambos consistió en convocar un referéndum sobre la reforma del sistema electoral, la exigencia principal de los liberales durante la campaña.
Cuando Brown supo del acuerdo, cachó que le había llegado la hora de decir adiós y expresó su deseo de estirar la patita para el lado en la puerta de su residencia oficial. Así que le dio las gracias a su señora y a sus compipas del partido. De ahí partió a la residencia de la Reina, como dice el protocolo british, y procedió a tirar la esponja.
Rápidamente, David Cameron apareció por el Palacio de Buckingham con una sonrisa más grande que el amor de madre y aceptó felizcote ser el nuevo Primer Ministro británico. Como era de esperarse, el caporal anunció que gobernará en coalición con el Partido Liberal Demócrata de Nick Clegg, tras haber llegado a un acuerdo con la tercera fuerza del país.
Cameron señaló los graves "desafíos" que afronta el país y soltó que hay "restablecer la confianza en nuestro sistema político".
Toda esta movida política termina con 13 años de gobiernos seguidos de los laboristas y David Cameron, de 43 años, se convierte en el gobernante más joven que ha tenido Gran Bretaña desde el siglo XIX.