Hace poco más de un año el español Antonio Caramés compró en una feria a un lechoncito que estaba condenado a la parrilla. La historia de amor entre el ser humano y el cerdo, que fue bautizado como Quinín, cruzó las fronteras porque el animal resultó ser un chancho muy inteligente.
A tanto llegó la destreza del costillar con patas que se hizo íntimo amigo de Tila, la perra de la casa.
Su dueño pensó que el chancho se creía perro y llamó a la prensa para que difundiera la linda historia del "cerdo-trans".
Los reporteros españoles hicieron decenas de reportajes sobre el pobre Quinín, quien todos los días salía a pasear por la granja con su querido amo. Lo encontraba sólo con la ayuda de su olfato en medio de los sembradíos y obedecía algunas órdenes simples como "hacerse el muerto".
Tan bien atendió Antonio a su querido chancho que llegó a pesar 200 kilos. Cuestión que en vez de conmover a su dueño desencadenó sus más bajos instintos.
El compadre sin ninguna misericordia declaró que dentro de un mes el desgraciado chancho va a pasar a mejor vida, "porque lo quiero, pero se me hace agua la boca al imaginármelo a las brazas", confesó el maldito carnicero.
La cuestión es tan descarnada que el chacal ni siquiera va a pedir la ayuda de un matarife. Él mismo será quien lo mande al cielo de los chanchos que se creen perro.
- ¿No le da pena matarlo? -le preguntaron.
- Un poco de pena me dará. Somos amigos, pero qué se le va hacer.
CAMPAÑA POR VIDA DEL ASADO
Las personas que conocieron a Quintín por la tele se conmovieron al saber que su despiadado amo lo va a convertir en costillar, chunchules, arrollado, prietas, patitas... Cientos de amigos del chancho han participado de foros de internet que claman por el perdón. "Cómo es posible que ese hombre se coma a un ser vivo que considera su amigo", exclamó una mujer, mientras otra aún más enojada dijo: "Ese desgraciado debería ser devorado por Quinín".