Japón ejecutó hoy a los últimos miembros condenados a muerte de la secta Verdad Suprema, responsable de los ataques con gas sarín en el metro de Tokio, uno de los primeros atentados de terrorismo moderno y el más mortífero en la historia del país.
Seis integrantes del grupo religioso liderado por Shoko Asahara fueron ahorcados en diferentes centros penitenciarios del país y se sumaron así a los otros siete ajusticiados el pasado 6 de julio, entre ellos el citado gurú de esta secta apocalíptica, según informó el Ministerio de Justicia de Japón.
Todos ellos habían sido condenados a la pena capital por planear y ejecutar los atentados perpetrados en 1995 con gas sarín, que dejaron a 6.300 personas intoxicadas, 13 muertos y a decenas en estado casi vegetativo, o por su responsabilidad en otros asesinatos perpetrados por la secta.
Estas últimas ejecuciones ponen punto y final a uno de los episodios más oscuros de la historia reciente de Japón, aunque al mismo tiempo han reavivado el recuerdo de la tragedia y han generado cierta controversia sobre la necesidad de aplicar la pena capital a este tipo de casos.
Crímenes extremadamente crueles
Los atentados cometidos en varias estaciones del metro de Tokio en hora punta fueron "un ataque indiscriminado contra vidas preciosas de civiles", y "generaron un dolor y un sufrimiento inimaginable a las víctimas y a sus familias", dijo hoy la Ministra de Justicia, Yoko Kamikawa, en rueda de prensa.
La ministra volvió a justificar la aplicación de la pena capital a crímenes "extremadamente crueles", recordó que la mayoría de la población nipona apoya este tipo de castigo y afirmó que las ejecuciones de los integrantes de Verdad Suprema fueron ordenadas tras llevar a cabo "largas y cautelosas investigaciones".
Fundada en 1984, Verdad Suprema (Aum Shinrikyo, en japonés) se convirtió en apenas una década en una temible organización, y se la considera la primera en el mundo en desarrollar agentes químicos y biológicos y armas ligeras y en ser capaz de atacar a civiles a gran escala sin apoyo estatal.
La secta, cuyo credo entremezclaba elementos bíblicos, del yoga esotérico, del budismo y del hinduismo, llegó a contar con 10.000 seguidores en su época de mayor popularidad, e incluso presentó una lista de candidatos a las elecciones generales de 1990 que no logró representación parlamentaria.