Alan García: un polémico gobernante que llevó a Perú a los extremos

Su carrera política estuvo cruzada por altos y bajos, pero las graves acusaciones que fueron pesando sobre él a lo largo de los años parecieron entrelazar dentro de su mente una bomba de tiempo.

Carismático, elocuente y constantemente involucrado en controversias. El abogado y ex presidente de Perú, Alan García, quien falleció tras dispararse al momento de ser detenido en su casa, se labró una ambivalente reputación política.

Fue elegido dos veces a la presidencia y, la cabeza de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), incluso pretendía llegar al sillón presidencial por tercera vez, pese al historial de polémicas en su contra.

Algunos lo defendían argumentando que en su segundo gobierno la economía de Perú creció de forma exponencial. Todo esto gracias a la aplicación de nuevos modelos de mercado que favorecieron la inversión.

Pero otros no olvidaban que durante su primer mandato, el país acabó en medio de un caos hiperinflacionario, desatando una de las peores crisis económicas de su historia.

A lo largo de los últimos años, también fue pesando sobre sus hombros una mochila repleta de acusaciones de todo tipo: conmutaciones de penas a reos vinculados con el narcotráfico, la muerte de policías y civiles, vínculos con empresas brasileñas corruptas y encubrimiento de hechos delictivos durante su segundo mandato.

Posibles trastornos depresivos y bipolares

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La embajada de Estados Unidos en Lima, a petición de Washington, elaboró un turbulento perfil psicológico sobre García durante el 2006, el cual fue filtrado después por WikiLeaks y

Este informe señalaba altos niveles de egocentrismo y calificaba al presidente peruano como un hombre "arrogante, desconfiado y con un ego colosal, con trastornos maníacos depresivos o desórdenes bipolares".

Este documento asegura que, si bien los informes de depresión maníaca "son imposibles de confirmar", los rumores a este respecto son generalizados.

"Muchos de nuestros contactos (con supuestos conocimientos de primera mano) dicen que García siempre ha estado de mal humor, con repentinos vuelcos de entusiasmoy cambios bruscos de mentalidad", indica.

En algo más de cinco folios de carácter secreto, el entonces embajador, J. Curtis Struble, presenta además a García como un político con gran dominio de la escena y sentido de la teatralidad.

García criticó la difusión de esta información al ser consultado por los periodistas en Lima. "Se acepta cualquier cosa que digan los gringos como si fuera una verdad absoluta", fueron sus palabras.

Sus últimos días

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García estaba bajo la lupa además por supuestos sobornos pagados por la empresa brasileña Odebrecht para obtener un contrato de construcción para el metro de Lima durante su segundo mandato.

Según la fiscalía, él y otros 21 funcionarios conspiraron para "facilitarle" a la empresa holandesa ATM Terminals que ganara en 2011 la concesión de la Terminal Norte del puerto del Callao, vecino a Lima.

Antes de emitirse la orden de detención en su contra, García había declarado el día anterior a su suicidio que no se asilaría ni escondería, en tácita alusión al frustrado asilo que pidió a Uruguay en diciembre.

La justicia dictó un impedimento de salida del país y una orden de detención en su contra para recoger nuevos elementos en la investigación por acusaciones de corrupción ante un eventual riesgo de fuga.

El exmandatario permaneció durante 16 días en la embajada uruguaya, donde solicitó asilo "ante la inminencia de una orden de detención". El pedido fue rechazado por el gobierno de Uruguay tras revisar la documentación entregada por Lima y por el solicitante.

En sus últimas semanas de vida, García reiteró que "no existe ninguna delación, prueba o depósito que me vincule a ningún hecho delictivo y mucho menos con la empresa Odebrecht o la realización de alguna de sus obras".

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