Por más de 40 años estuvieron perdidos los registros de las huellas dactilares, pero un reciente hallazgo permitió que las autoridades lograsen encontrar una coincidencia
En enero de 1977, un grupo de excursionistas descubrieron al interior de una cueva, ubicada en la zona del Pinnacle de los Montes Apalaches, el cuerpo congelado de un hombre.
A partir de ese momento comenzó una infructuosa búsqueda para dar con una identificación, pese a que la autopsia reveló que la causa de la muerte fue una sobredosis de drogas, sin señales de la participación de tercero.
En ese contexto, los registros dentales y huellas dactilares fueron tomados durante la autopsia, pero posteriormente las huellas se extraviaron, lo que obstaculizó la identificación de un sujeto que solo era conocido como “El Hombre de Pinnacle”.
Ahora, más de 47 años después del hallazago, una oficina forense del condado de Perks en Pensilvania logró identificar a Nicholas Paul Grubb, un hombre de 27 años de Fort Washington, Pennsylvania, cerrando así un caso que había desconcertado a las autoridades.
En 2019, los expertos forenses del condado exhumaron el cuerpo de Grubb y tomaron muestras de ADN para actualizar su registro en el Sistema Nacional de Personas Desaparecidas y No Identificadas (NamUs), pero no hubo coincidencias.
Luego, a principios de agosto pasado, el detective Ian Keck de la Policía Estatal de Pennsylvania encontró por suerte del azar la tarjeta de huellas dactilares que estuvo perdida por más de 40 años.
Al enviarla a NamUs, el FBI solo tardó una hora en confirmar que las huellas dactilares correspondían a Grubb, ya que sus huellas habían quedado registradas dos años antes de su muerte, debido a un problema con la policía.
Ante esta situación, la familia fue notificada y solicitaron que sus restos sean enterrados en la parcela familiar, ya que habían intentado sin suerte saber qué había sucedido con Nicholas durante los últimos 47 años.