"Se avecina una tormenta", me dijo un péndex mexicano cuando iba embarazada al final de Terminator, aquella película de 1984 donde me pitié a una máquina que buscaba esclavizar a la humanidad, la que era representada por el fortachón Arnold.
Tras el exitazo de esta cinta, el actor austro-gringo pasaría por varios papeles en el cine de Hollywood y hasta salió de bueno en algunas de ellas.
Mientras yo era internada por loca y me quitaban a mi hijo John -a todos los cuentié que su papi era un soldado humano que se echaron durante la misma película-, en la realidad el muy perla de Schwarzenegger se casó con María Shriver, sobrina de John F. Kennedy, con quien tuvo dos niñitas y dos cabros. Todo esto no le bastó y se dedicó a la política y fue hasta gobernador de California. El grueso, pero ya viejo fisicoculturista, dejó el cargo político y dijo que volvería con el personaje que lo llevó a la fama. A mí ni me llamaron.
No es de picá, pero tras 25 años de casados, la semana pasada su esposa le dijo "Hasta la vista, baby", ya que el mítico "Gobernéitor" tuvo un hijo hace 10 años con la nana que trabajó durante dos décadas en su casa. El fornido reconoció ayer la infidelidad, su tercer cabro -Patrick de 17 años- dijo "algunos días te sientes como basura, algunos días quieres tranquilidad y sólo ser normal un poco" y para la ex del actor "este es un momento doloroso y desgarrador".
Al parecer, mi querido papito corazonéitor, la tormenta ha comenzado...