Estando en la cima de su carrera como estrella del cine porno, un día desapareció y nadie supo más de ella. Hasta que un equipo de documentalistas decidió recorrer los laberínticos túneles de desagüe bajo Las Vegas...
Jenni Lee, cuyo nombre real es Stephanie Sadorra, fue un ícono del cine para adultos a fines de los 90 y llegó a ser una de las 100 actrices porno más populares del mundo.
Comenzó trabajando como stripper en Las Vegas y posteriormente dio el saltó a la industria pornográfica. De esta manera llegó a trabajar para importantes empresas del mundo de la pornografía como Hustler, Penthouse y New Sensations.
Sin embargo, sus seguidores se extrañaron cuando Jenni, que solía ser bastante activa en sus redes sociales, dejó de compartir fotos y estados. De un día para el otro desapareció y no se supo qué pasó con ella.
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Un buen día, un equipo de filmación holandés decidió hacer un documental sobre el sistema de túneles subterráneos de Las Vegas, construido para proteger la ciudad del desierto de las inundaciones repentinas.
Cuál fue su sorpresa cuando descubrieron viviendo allí a la actriz. Estaba completamente "irreconocible" y acampaba entre colchones húmedos y fríos. Tenía 36 años, pero parecía mayor.
No abandonará los túneles
De aspecto irreconocible, con un abrigo gris de gran tamaño y lejos de desprender el glamour de su personaje porno, Jenni no tuvo problemas en conversar con los documentalistas.
"En realidad me hice muy famosa, tal vez demasiado famosa. Solía ser tan ardiente", y añadió con cierto humor: "Todavía debería estar entre los 100 primeros en alguna lista".
Lo sorprendente es que, pese a las malas condiciones de vida que se respira en esos túneles, Jenni afirma que es feliz viviendo bajo tierra.
"Tengo todo lo que necesito aquí", dice ella.
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Cuando se le pregunta si cree que podría abandonar la red de túneles, hogar de cientos de personas sin hogar en Las Vegas, responde: "Sí, pero ¿por qué?"
Ella admite que al oscuro espacio subterráneo le faltan las comodidades de su hogar como el agua potable, pero insiste en que las dificultades crean camaradería y que allí las personas son "más receptivas", más "genuinas".
El laberinto de 200 millas de largo que corre debajo de la ciudad del pecado alberga a unas 300 personas, muchas de las cuales sufren de adicciones a las drogas, según recoge The Sun.