La presidenta croata, Kolinda Grabar-Kitarovic, se hizo famosa en todo el mundo por el fanatismo por su selección. La mandataria pagó de su propio bolsillos los pasajes para ir a Rusia y siempre se mostró cercana a los jugadores. Incluso, se sentó en sectores con hinchas, alejándose de los protocolos que deben seguir las autoridades.
Además, Kolinda dio que hablar porque se descontó de su sueldo los días que estuvo viendo el Mundial, y por pedirle a los empresarios en su país que dieran permiso para poder seguir la histórica campaña de Croacia. Y pese a su fanatismo, no faltó ningún día a la cumbre de la OTAN en Bruselas.
Por lo mismo, varios la aplaudieron tras la campaña que dentro de la cancha terminó con el segundo lugar luego de la derrota ante Francia. Además, la presidenta que habla siete idiomas igual premió a Luka Modric y a todo el plantel en el palacio croata. Obviamente, estas acciones causaron simpatía en todo el mundo y hasta provocaron una disminución en su oposición.
Pasado oscuro
De hecho, esta imagen simpática, humilde y cariñosa la convirtieron en una de las personas más buscadas en Google. Incluso algunos la postularon como el personaje del Mundial.
Sin embargo, todas estas acciones esconden una imagen que con estas apariciones publicas se han intentado borrar.
Kolinda Grabar-Kiratovic se consagró como la primera presidenta de Croacia a finales de 2014. La mujer de 50 años asumió el poder apoyada por el partido ultraconservador Unión Democrática. En su campaña propuso que se construyeran vallas como las de Hungría para evitar la entrada de los migrantes al país.
Por lo mismo, los primeros meses no fueron fácil para ella, especialmente cuando se supo que tenía relación con los ustachas, un grupo fascistas croatas que se pusieron al servicio de los nazis para exterminar judíos, gitanos y, de forma entusiasta, serbios y bosnios musulmanes.
Además, se opuso a las cuotas de reparto y solo aceptó 100 de los 1600 refugiados que había dictado la Unión Europea. Asimismo, prohibió la asistencia de necesidades básicas como la vivienda, la salud, el saneamiento o la alimentación a los inmigrantes en situación irregular, y multó con 3 mil euros a quienes los ayudaran.
Y como guinda de la torta, se supo que mientras fue embajadora en Washington (Estados Unidos), su marido viajaba gratis a costa del estado croata. Por lo mismo, tuvo que pagar todos eso traslados para evitar más problemas en su mandato.