Muammar al Gaddafi, el dictador que gobernó con mano de hierro a Libia durante 42 años, hoy se convirtió en un penoso objeto de exhibición.
Desde el viernes, tras ser sorprendido en Sirte, y muerto en circusntancias aún no aclaradas, sus restos son conservados en un frigorífico de un centro comercial.
El ex gobernante, acusado de ser mentor de cuanto movimiento guerrillero existía en cualquier punto del orbe, hoy exhibe su lastimado cuerpo a la curiosidad de los libios que hacen filas para ver en qué quedó reducido quien rigió sus vidas durante las últimas cuatro décadas.
Pero a esta humillación, se agregó el oprobio de no haber sido enterrado a las 24 horas de su muerte, tal como dicta la tradición musulmana con sus muertos.
Es más, el Consejo Nacional de Transición que tomó en forma transitoria las riendas del gobierno, aún no se pone de acuerdo sobre cuándo y dónde será sepultado Gaddafi.
Por lo pronto se decidió no hacerle autopsia, y lo más probable es que su cuerpo vaya a parar a una anónima sepultura.