Sobria, elegante, bella, la sucesora de Jackeline Kennedy Onassis. Todos estos conceptos se emitieron sobre el vestido de Michelle Obama, uno de los grandes misterios de la ceremonia que ungió a su esposo como el Presidente de Gringolandia.
Michelle lució un traje de dos piezas de color amarillo que hacía juego perfecto con su piel morena, guantes pistacho y una cinta amarrada a la cintura del mismo color que, según los expertos, es típica de la alta costura francesa y le dio un sello de distinción sin precedentes a la Primera Dama gringa.
Su vestimenta la diseñó Isabel Toledo, una modista de origen cubano-estadounidense que se ha dedicado por 25 años a hacer ropa para gente importante.
Toledo no tenía idea de que Michelle Obama usaría su vestido en la ceremonia y casi se cae de espaldas cuando vio su creación por las pantallas.
"Quería un color optimista, que fuera como un rayo de sol. Quería que se sintiera encantada para que así pudiera encantar a todos los asistentes a la ceremonia", dijo la feliz diseñadora.
La joyita lucida por la esposa de Barack Obama costó 148 dólares, algo así como 93 luquitas.
Lo "fome" para ella es que el vestido no lo podrá ocupar nunca más en su vida, porque se convierte de una en una pieza de colección para al museo de historia gringa, de tal forma que las futuras generaciones puedan ver la sobriedad que lució junto a su esposo.
Cuento aparte fueron sus hijas, que también llegaron súper emperifolladas a ver cómo el papito juraba ser Presidente por cuatro años. Dos abrigos de colores vivos fueron la delicia que mostraron las niñas.