El esposo fue a nadar y no se sacó la sortija antes de entrar al agua. Tras una ardua búsqueda, no hubo caso. Cinco meses después, él y su pareja recibieron sorprendentes noticias.
Suzie Quintal y su esposo Nathan Reeves vivían en Gold Coast, en la costa este de Australia.
Y decidieron ir de vacaciones a la isla Norfolk, ubicada a 1.600 km al noreste de la ciudad navideña de Sidney. Ahí visitarían a su familia para pasar la Navidad.
Un día, Nathan, el esposo, fue a nadar a una playa del lugar, Emily Bay. De repente notó que su anillo de matrimonio no estaba en su dedo anular. Asumió que se le había caído en el mar.
La sortija tenía un valor de mil dólares (alrededor de 700 mil pesos). En el pasado, su esposa le había dicho que se quitara el anillo antes de meterse al mar.
Y más encima, la pieza dorada se extravió solo unos días antes de su segundo aniversario de bodas.
Lo lugareños intentaron ayudarlos en la búsqueda. Usaron un detector de metales, redes de pesca, un equipo de buceo, e incluso un bote con fondo de cristal.
Nada de eso dio resultado.
Lo imposible
Cinco meses después, una buceadora, Susan Prior, vio un anillo atascado en el cuello de un pequeño pez de roca, una especie de salmonete.
Ella ya se había enterado que, tiempo atrás, a una pareja se le había extraviado un anillo en esas aguas, aunque no le había dado mayor importancia hasta ese momento.
Decidió buscarlos en Facebook.
En entrevista con Daily Mail Australia, la aprendiz de buceo expresó lo doloroso que fue ver la sortija en el animal, que había crecido con el tiempo y cada vez el objeto se incrustaba más en su cuerpo, haciéndole heridas en sus escamas.
Prior ya había visto a otros peces atrapados en aros de plástico, pero nunca en uno de metal. Quería quitárselo, pero para ello necesitaba atraparlo con un red, y en ese momento no contaba con el artefacto a mano.
Así el animal siguió su camino. Ella solo pudo fotografiarlo.
"El pez parece verse bien, pero en la medida que crezca, el anillo lo cortará", dijo la buceadora.
En tanto, la esposa del dueña de la sortija, declaró: "A mi esposo no le preocupó, no entendió todo el alboroto. Solo estoy preocupada por el pobre pez".