La ola de protestas sociales que se extienden por Brasil desde el pasado 10 de junio no están dejando títere con cabeza, y esta vez le tocó el turno a la aprobación de la mandataria, Dilma Rousseff.
Según una encuesta publicada por el Instituto Datafolha, la popularidad de la presidenta bajó de un 57 al 30%, lo que contrasta fuertemente con el 65% que tenía en marzo de este mismo año.
El descontentó ciudadano estalló por un aumento en las tarifas del transporte público y generó una seguidilla de peticiones hacia el ejecutivo, que apuntan a mejoras en materias de salud y educación pública.
La baja de Rousseff igualó la mala racha que vivió Lula da Silva en 2005.