El hombre decidió contar su cruda historia para crear conciencia sobre el uso irresponsable de los lentes de contacto.
Un verdadero infierno está atravesando un joven llamado Nick Humphreys por ducharse con los lentes de contacto puestos. Decisión que le costó su ojo derecho y ahora deberá someterse a un transplante de córnea.
El futbolista amateur y periodista de 29 años de Inglaterra, quien desconocía los riesgos de bañarse sin quitarse las lentillas, contrajo una grave úlcera infecciosa conocida como queratitis por Acanthamoeba (AK).
Y todo esto debido a la pereza de quitárselos tras hacer sus ejercicios en el gimnasio, según recoge el Daily Mail.
"Si hubiera sabido lo peligroso que era usar lentes en la ducha, nunca lo habría hecho. No hay ninguna advertencia y mi oculista jamás me lo dijo", dijo el devastado deportista.
"Después de contraer la infección, me quedé en casa durante seis meses. Realmente perdí la voluntad de vivir ", admitió.
El comienzo de su infierno
Nick usó gafas desde que tenía 4 años, pero en el 2013 quería mejorar su visión mientras practicaba deportes y decidió usar lentes de contacto. "Estaba convencido de que mis gafas eran un gran obstáculo. Cuando finalmente superé mi miedo a ponerme las lentes, pensé que eran lo mejor que que se había inventado nunca", explica.
Se dio cuenta de que algo estaba mal en enero de 2018, cuando notó un rasguño en su ojo derecho. Pero no creyó que el problema pudiera estar relacionado con el uso persistente de lentes de contacto.
"Durante unos días usé gotas para los ojos y reduje el brillo del teléfono y la computadora, que parecía funcionar", explicó, pero la situación empeoró.
El médico le diagnosticó una úlcera en el ojo y le recomendó que acudiera de inmediato a hacerse pruebas. Una semana más tarde, los oftalmólogos le dijeron a Nick que había dado positivo en la prueba de la queratitis por Acanthamoeba.
Transplante
Después de usar gotas desinfectantes durante tres semanas, Nick parecía estar mejorando, pero en marzo de 2018 se encontró completamente ciego en su ojo derecho. "Iba a trabajar y mi vista se había ido por completo. No tardé en darme cuenta de que tenía que volver al hospital".
Después de semanas de insomnio y sin poder trabajar, Nick comenzó a deprimirse cada vez más y ya no salía de casa. Seis meses después del diagnóstico inicial, los médicos decidieron que la única opción que quedaba era realizar un transplante de córnea.