Los vecinos de la inglesa Gemma Wale, en el vecindario de Small Heat, en Birmingham, están claros que el sexo es rico, es para el disfrute y ennoblece el alma... Pero francamente ella los tenía chatos con lo suyo y el galán de turno y reclamaron a la justicia british, esa misma donde los jueces y juezas usan pelucas empolvadas y hablan como si les dolieran las muelas.
¿Envidia vil? ¿El pierno era una máquina? ¿Eran secos pa’l catre? Todo junto, al parecer, porque la mujer de 30 años tenía unas francachelas a todo parlante con el hombre que le ponía color a su vida en el catre, la cocina, la mesa, el piso y en clásico murallazo.
Bueno, son fogosos e ingeniosos y el buen cacheteo se puede gozar en todas partes. Pero el testimonio de los vecinos, dejaron clara la película a la jueza Emma Kelly, en el Tribunal Ciudadano de Birmingham, ante cuyo estrado acabó Gemma Wale, de fogosos 23 años.
“Se escuchaban gritos en que un hombre le gritaba grita ahora madre-foca”, sostuvo la vecina Gazala Bibi, de 40 años. Mientras la denunciada respondía: “Sí, sí, sí, dame más, papito, lo quiero”, según el relato de otro sufriente vecino, quien no especificaba qué era lo que Gemma le pedía al hombre.
Después venían los portazos, más vocabulario cuestionable e irreproducible y gritos de gata desgarrada, acompañados de profundos suspiros de burro, pollino u onagro.
En fin, el sex-show de Gemma y su acompañante desvelaba a sus vecinos, especialmente en la función de una a cinco de la madrugada. Pese a los reclamos, la joven no cesó en su comportamiento escandalosamente gozador.
La gente de Small Heat, entonces, recurrió a la justicia, que en la persona de la jueza Kelly llamó al estrado a Gemma Wales, quien no se mostró arrepentida de lo obrado y que lo suyo era una conducta recurrente, ya que el año pasado había sido expulsada del vecindario de Shard End por los mismos motivos.
Ante ello, a usía no le quedó más que imponerle un duro castigo: dos semanas en la cárcel por conducta antisocial al poner los ojitos en blanco. Caso cerrado.