El escándalo sexual que esta semana terminó con la carrera política -y posiblemente también con la profesional- del ex gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, dista mucho de ser la primera que remece a los altos círculos del poder en Gringolandia.
En un país caracterizado por el conservadurismo de los ciudadanos respecto de las actividades de sus líderes políticos y sociales entre las sábanas, cada episodio de esta naturaleza acaparó siempre la atención morbosa de sus compatriotas.
Basta recordar lo vivido por el ex presidente Bill Clinton a raíz del "caso Lewinsky" y que estuvo a punto de costarle el cargo al esposo de Hillary.
Pero también otros ex mandatarios tenían sus historias ocultas. De hecho, Franklin Delano Roosevelt mantuvo una larga relación extramarital nada menos que con la mujer que era secretaria de su esposa Eleanor.
Más recientemente, el ultra conservador senador republicano Mark Foley también se vio envuelto en un escandalillo, pero en su caso no con prostis o secretarias, sino que él prefería a los adolescentes que trabajaban como becarios en el Capitolio. Renunció, obvio.