La guitarra, a veces voz y también letrista de Alice in Chains se presentó en Chile recurriendo a algunos hits de la clásica banda, pero la médula estuvo centrada en su trabajo como solista. Todo fue presentado en una performance con un sonido excepcional que no dejó indiferente.
Como siempre es inevitable, los grandes hits siempre son los que sacan los mayores aplausos y los que generan más repercusión durante un concierto. En el caso de Jerry Cantrell, inevitablemente aquello tiene relación con su paso por Alice in Chains, una de las bandas clave de los noventas.
Por eso, aunque a lo largo de su presentación hizo gala de sus notables riffs, un sonido encomiable en la presentación y un desplante que pagó con creces las abalanzas y la devoción emanada desde la audiencia, fue la música de la primera etapa de la banda de Seattle la que generó la mayor repercusión, los más grandes aplausos y el delirio reaccionario ante su ejecución.
Claro, si bien su presentación en la primera jornada del Primavera Fauna comenzó con una retumbante “Psychotic Break”, que formó parte de su segundo disco como solista, la casa se vino realmente abajo con el clásico “Them Bones”, el álgido himno del segundo disco de Alice in Chains que desató el coro de gritos. AH! AH! AH! AH!
Más aún, aunque Cantrell mostró un gran pulso presentando canciones de sus discos solistas, como fueron los casos de “Atone” y “Vilified”, la cosa nuevamente estalló una vez que el músico sacó a colación a su amigo Layne Staley.
A partir de ahí irradió sonoramente las letras del clásico “Man in the Box”, tema del primer disco de la banda, y el resultado fue una verdadera explosión grupal que levantó las manos y contagió los saltos como una bomba atómica de acordes.
Lo mismo ocurrió con otros dos clásicos de Alice in Chains que formaron parte del clásico disco Dirt: el melancólico hit “Would?” y la añoranza de “Rooster”, ambas escritas por el propio Jerry, y que hablan, respectivamente, de los problemas de drogas que terminarían afectando a la generación grunge y las cicatrices de su padre por su tiempo en Vietnam.
Los cuatro fueron los puntos más celebrados de la jornada, pero sin duda lo más destacado es que Cantrell no se durmió en los laureles y soltó la cadena de su talento para hacer gala de su trabajo individual y el rock que corre por sus venas.
Aquello sacaron a la presentación de una mera dinámica de nostalgia, lo que siempre es valorable considerando que el público general se decanta más por los clásicos más oreja.
Pero Cantrell dejó en claro que no se queda pegado en el pasado más aplaudido, mientras que su performance musical - y la de toda su banda - roza la perfección. Quizás por lo mismo en más de una ocasión se le notó complacido por la recepción de la gente. También por eso no faltaron los agradecimientos de su parte, los que a la larga terminaron siendo absolutamente retribuidos desde el público.
Entonces, lo que más queda es la satisfacción de haber visto una performance de rock sólida, de principio a fin, que dejó en claro que este músico es realmente un Dios del rock. Con y sin Alice in Chains. Así que lo de Jerry Cantrell fue todo un lujo.