El Parque Estadio Nacional fue el lugar que convocó a miles de personas en una jornada sin pausas en donde el metal llegó a dos escenarios para celebrar los 25 años de Slipknot y, a la vez, la variedad de estilos que están al centro del rock.
Existen varios puntos a destacar en la maratónica jornada de metal en la más reciente edición del Knotfest en Chile. Por un lado, el espacio del Parque Estadio Nacional fue un lugar que no se quedó corto a la hora de congregar a la masiva concurrencia que asistió a disfrutar, saltar y moshear con todo a la música de bandas como Babymetal, Amon Amarth, Mudvayne, Disturbed y los organizadores, Slipknot, quienes hasta recibieron una canción de cumpleaños feliz en el marco de la celebración de su aniversario número 25.
Asimismo, en lo que a mi me tocó ver, los accesos fueron rápidos y amplios, los puntos de control no fueron engorrosos, la movilidad entre los escenarios no fue complicada - al menos hasta el comienzo de Disturbed - y la organización estuvo relativamente bien armada, con todo y las esperables largas filas en baños del sector general. El agua, incluso, estuvo ampliamente disponible tras las quejas del año pasado.
Sumen, por sobre todas las cosas positivas, al despliegue escénico de cada banda presente, lo que permitió que la audiencia literalmente se prendiese en saltos y puños en el aire en múltiples ocasiones de la jornada.
Babymetal, tras su sideshow en un escenario de un mall, fue una de las bandas que más prendió durante la jornada, sorprendiendo a más de algún incauto que no las tenían en sus registros.
Ahí, bajo el sol de la tarde santiaguina, provocaron una algarabía que pocas veces fue igualada durante el día, levantando una de las mayores polvaredas que dejó a varios al borde del calambre. A grandes rasgos fueron toda una explosión que expandió el estilo de las presentaciones de la jornada.
Amon Amarth, por su parte, no se quedó atrás y con su notable escenografía vikinga presentó uno de los shows más pulcros en sonido, lo que también les permitió conectar rápidamente con los presentes.
Fue ahí en donde desplegaron una fuerza metálica que elevó las pulsaciones desde el escenario y entabló más de un diálogo con la audiencia que vitoreó el gruñido profundo de su vocalista.
En tanto, mientras Mudvayne desató una estridente presentación en la que constantemente manifestaron que estaban dando todo en su debut en Chile tras largas décadas de espera, la gente de Disturbed, liderada por el calvo David Draiman, concretaron una correcta presentación que, entre medio de su “Down with the Sickness” y el momento más calmado de la jornada con su exitoso cover de “The Sound of Silence”, no generó impasses con el par de fugases banderas de Palestina que se levantaron pese a las restricciones.
Y en el plato de fondo, Slipknot concretó un show de un despliegue impresionante que, a la vez, también fue un saludo para los fanáticos de largo aliento al presentar una performance centrada en las canciones de su disco de debut homónimo, dejando atrás a sus grandes hits post-1999.
Aquello lo compensaron con una presentación que buscó retroceder el tiempo y volver a un sonido primigenio de la banda que derrochó fuerza y desplante en su notable expansión hacia la explanada. Fueron literalmente la energética guinda de la torta.
Con todo lo anterior, el show y el despliegue sobre el escenario estuvo a la altura de las expectativas de un festival de metal, pero lamentablemente en ocasiones también se hicieron presentes algunos problemas notorios de sonido, lo que personalmente noté en sectores específicos del parque.
Por ejemplo, el show de Babymetal lo experimenté inicialmente desde un costado del sector VIP, lo que me permitió ver en panorámica lo que sucedía entre la audiencia, pero el sonido mutó en exceso a medida que me acerqué al escenario para meterme en medio de la barrera que separaba a la cancha general y el pit frontal.
Durante Mudvayne, ya situado en la parte posterior de la cancha general y al lado de un set de parlantes, el sonido fue llamativamente estridente, pero también demasiado saturado, lo que se fue corrigiendo rumbo al final de la presentación. Y al avanzar varios metros hasta acercarme más al escenario para la presentación de Disturbed, y alejado del parlante anterior, el sonido estaba en un nivel que no me fue difícil intercambiar una conversación con un amigo... y eso es obviamente algo que no debería ocurrir en un recital de metal. Lo bueno es que tras la mitad inicial de canciones, la cosa se solucionó tras el habitual y energético solo de batería de Mike Wengren.
Pero más allá de esa disparidad sonora durante algunas presentaciones, el Knotfest entregó justamente lo que querían los presentes. Claro, más de alguien pudo haber esperado otro tipo de setlist con más hits de Slipknot, pero la energía sobre el escenario devolvió con creces para favorecer a la experiencia. Lo mismo ocurrió con el resto de shows, ya que nunca se sintió que alguna banda estuviese a media máquina.
Justamenter aquello a la larga terminó subiéndole los bonos a esta jornada de rock duro, el que fue completamente desatado para mover la cabeza, saltar, corear y conectar con la fuerza que emanó desde el escenario.