La historia de Ronald Doe inspiró gran parte del libro en el que se basa la película.
En 1971, William Blatty publicó una novela llamada El Exorcista. Nunca sospechó que su trabajo se convertiría en la película más aterradora del cine, que seguiría ganando adeptos 50 años después de su lanzamiento.
Pero Blatty no inventó la historia de la nada. Mientras se encontraba en su último año en la Universidad Georgetown en Washington DC, el sacerdote y profesor Eugene Gallager, le habló por primera vez de Ronald Doe, un adolescente de 14 años poseído por un espíritu maligno, que fue sometido a un exorcismo en 1949.
Aunque no era su nombre real -tras su muerte se supo que era Ronald Edwin Hunkeler-, el escritor quedó fascinado y no pude hacer otra cosa que investigar sobre el caso.
El exorcismo de Ronald Hunkeler
Pero la historia de “Ronnie” venía desde antes. Criado en una familia luterana alemana, el adolescente comenzó a experimentar sucesos paranormales tras la muerte de su tía Harriet. Según narra The Guardian, Ronald escuchaba ruidos de rasguños detrás las paredes y veía objetos que volaban por los aires.
Se cree que todo partió cuando la familia de Hunkeler intentó contactarse con Harriet a través de una Ouija, lo que terminó con arañazos por todo el cuerpo Roland.
Buscaron todas las explicaciones posibles para lo que vivía el adolescente, lo llevaron a un hospital, al psiquiatra y hasta se cambiaron de casa, pero nada funcionó.
Según describió el reverendo Luther Schulze -ministro de la familia- en cartas al Laboratorio de Parapsicología de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, “las sillas se movían con Ronald y una lo arrojó fuera de ella”. Además les contó la cama del adolescente se sacudía cada vez que estaba en ella”.
Schulze también explicó cómo los pisos de la familia estaban “marcados por el deslizamiento de muebles pesados” y cómo “un cuadro de Cristo en la pared se sacudía” cada vez que Ronald estaba cerca.
La desesperación de una familia
Sin saber qué hacer, finalmente acudieron a la iglesia católica en busca de ayuda. Fue así que se pusieron en contacto con el jesuita William Bowdern, quien aceptó prestarles ayuda. El sacerdote llevaba además un diario en el que describía cada uno de los más de 20 rituales de exorcismo que realizó en el adolescente, en sólo tres meses.
Uno de los relatos de Bowdern, asegura que luego de dejar un crucifijo debajo de la almohada de Hunkeler , la familia vio cómo los muebles se volcaban, el colchón de Roland se sacudía sin control y el crucifijo era empujado hasta el final de la cama.
Tras inexplicables señales, Ronald fue llevado a St. Louis, donde fue admitido en el Alexian Brothers Hospital. “Una noche, la palabra ‘Louis’ fue escrita en rojo oscuro sobre las costillas del niño. Luego, cuando hubo dudas sobre la hora de partida, la palabra ‘sábado’ fue escrita claramente en la cadera del niño. En cuanto al tiempo que la madre y el niño deberían permanecer en St. Louis, otro mensaje fue impreso en el pecho del niño: ‘3 semanas y media’. La impresión siempre aparecía sin ningún movimiento por parte de las manos del niño”, aseguró Bowdern en su diario.
Los exorcismos continuaron hasta que una noche el “niño comenzó a tener una rabieta violenta, gritando, maldiciendo y pronunciando frases en latín, un idioma que nunca había estudiado. Cada vez que el sacerdote llegaba al punto culminante del ritual: ‘En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’, echaba (al diablo) de ahí’, agregó el sacerdote.
Un artículo publicado en agosto de 1949 por el Washington Post aseguraba que Ronald había sido liberado de la posesión del diablo por un sacerdote católico.
¿Qué fue de William?
Tras el exorcismo, el joven volvió a la normalidad y llevó una vida tranquila y anónima gracias a que la prensa nunca reveló su apellido. Sólo tras su muerte en 2020, a los 85 años, se dio a conocer su verdadera identidad.
El adolescente creció para tener una vida destacada. Se convirtió en ingeniero de la NASA y ayudó con el alunizaje del Apolo 11 en 1969 y otras misiones espaciales.
Sin embargo, su vida quedó marcada por el exorcismo, y siempre temió que alguien descubriría que era él, quien inspiró El exorcista.