En agosto de 2012, Cecilia Giménez, una vecina de 81 años de Borja, Zaragoza, asumió el desafío de restaurar una obra de hace varias décadas. Lo hizo por puro cariño, sin esperar dinero de por medio. Pero el resultado no fue el que esperaban: Jesús, el protagonista de la pintura, ya no era Jesús… un periodista de la BBC dijo que parecía un mono. Desde entonces, el trabajo derivó en un meme de las redes sociales y en un fuerte acoso mediático contra la mujer. Por suerte, hubo un final feliz.
Aunque tomó otro alcance apenas hace una década, lo cierto es que para contar bien esta historia es necesario retroceder hasta los años treinta. En concreto, a la España de los treinta.
No parece haber una fecha exacta, pero se estima que fue entonces —en medio de mucha pobreza y graves heridas, consecuencias de la guerra civil que propusieron Franco y la cúpula militar en 1936— cuando las autoridades eclesiásticas de Borja, humilde pueblo zaragozano que a duras penas supera los cinco mil habitantes, convocaron a Elías García Martínez.
Él, pintor y profesor de arte, retratista clásico, aceptó encantado al llamado: le habían pedido que dibujara un mural en el Santuario de Misericordia del municipio. A esas alturas jubilado, para García Martínez la oportunidad de pintar esta clase de obras suponía, podemos imaginar, todo un honor. De seguro pensó que sería una manera de trascender…
Así las cosas, se puso manos a la obra y construyó su propia versión del Ecce Homo, una pieza de óleo sobre yeso, de 66 x 40 centímetros, idéntica a la que realizó el italiano Guido Reni varios siglos antes.
Se trataba, en rigor, de una representación de Jesús que dialoga con las palabras que alguna vez pronunció Poncio Pilato —”Este es el hombre”, dijo el gobernador romano de Judea— mientras presentaba al nazareno a punto de ser crucificado.
Claro, en la pintura se lo puede ver muy desmejorado: atado y luciendo la corona de espinas.
“Este es el resultado de dos horas de devoción a la Virgen de la Misericordia”, escribió García Martínez debajo de la pieza encomendada.
Sin embargo, con el paso del tiempo, su trabajo se fue deteriorando.
No había sido realizado con los materiales adecuados para el muralismo, de modo que llegó a un punto en el que las autoridades, preocupadas, buscaron ayuda entre la comunidad para poder restaurar una obra, ya muy querida, que reposaba allí desde hace varias décadas. Así, en 2012, dieron con Cecilia Giménez.
Cecilia era una reconocida vecina del sector y en principio, para suerte de todos, una especie de restauradora amateur. Con 81 entonces para entonces, esta parroquiana habitualmente ayudaba en las labores de mantenimiento y había dejado ver algo de su talento cuando retocó un lienzo de la Virgen del Carmen en la misma localidad.
“Con mucho amor”, sin la intención de percibir ninguna retribución económica, la mujer aceptó, como aceptó García Martínez antes, y se dio a la tarea de “limpiar” la pintura. Sin embargo, unos días tras haber comenzado la restauración, decidió tomarse un descanso para luego continuar.
Demasiado tarde: no se lo permitieron.
Las imágenes de esa primera parte del trabajo ya habían devenido en algo más. En algo que nadie esperaba: el Ecce Mono.
El Centro de Estudios Borjanos difundió las fotografías del trabajo a medio terminar el 7 de agosto de 2012.
En cuestión de horas, lo recogieron los principales medios españoles —primero el Heraldo de Aragón, luego El País— y más tarde el mundo entero: la BBC, Le Monde, Daily Telegraph, etc., etc., etc.
Los usuarios de redes sociales —crueles; nada que hacerle, no hay una regla escrita— también hicieron lo suyo: la pintura se transformó en un meme.
El rostro “deformado” ahora ocupaba el lugar de Jesús en otras pinturas clásicas..., pero también oficiaba como respuesta para situaciones cotidianas.
Inclusive, a las pocas horas se compartió un falso tráiler donde se presentaba el caso con imágenes del Código Da Vinci.
Es decir, ya no era solo Twitter como en un inicio sino que lo de Cecilia se había tomado todas las plataformas.
Y ahora era conocido como Ecce Mono: un corresponsal de la BBC lo definió así. Dijo que la obra original derivó en el “esbozo de un mono muy peludo vestido con una túnica de una talla inadecuada”.
De este modo fue que el trabajo de Cecilia se convirtió, de manera improbable, en un fenómeno de su época. Para ella, está claro, no fue fácil en un inicio.
Se le imputó un error y se burlaron de sus capacidades por largo tiempo sin ningún tipo de consideración. Y ella, se defendía, ni siquiera pudo terminar una labor que estaba llevando adelante únicamente por cariño.
El acoso mediático fue tal, que la mujer de 81 años llegó a perder 17 kilos en el proceso y atravesó varios episodios emparentados con la pena.
Por suerte, sus vecinos le entregaron el apoyo que merecía. De hecho, le organizaron un festival para animarle. Y desde entonces, hubo otro giro de tuercas en la historia.
Apenas en el primer año, la iglesia de Borja recibió a 45 mil turistas, una cifra inédita. Todos querían ver al Ecce Mono. Se convirtió, sin esperarlo, en la principal atracción. Es más, en 2021, pese a la pandemia y todo, se contaron unos 10 mil visitantes. Con un precio de 3 euros la entrada…, las autoridades, por cierto, sacan cuentas alegres.
Pero no son los únicos: en 2016 se inauguró en el pueblo el Centro de Interpretación del Ecce Homo. Allí, se celebran eventos relacionados a la pintura y se dispuso una tienda de souvenirs que ofrece distintos productos donde la restauración de Cecilia es la protagonista.
Hay camisetas, zapatillas, tazas, prendedores, llaveros y bolsos con el “restaurado” rostro del nazareno. De todo, como si ahora se tratase de un ícono pop.
¿Lo mejor? El dinero que se recauda se destina a la mantención del lugar, a pagar el sueldo de dos guías y a los gastos de la residencia de ancianos donde Cecilia disfruta a sus 91 años.
Ha pasado una década exacta desde que Giménez intervino la obra de García Martínez y ha dado para todo: por ejemplo, es uno de los disfraces con mayor éxito de ventas en Estados Unidos para Halloween, y fue parte de un desfile de “pinturas vivientes” realizado en Japón.
Eso sí, no todo es broma. En 2017, la revista especializada Art Info ubicó el trabajo como el número 52 de las obras de arte más icónicas creadas en el mundo entre 2007 y 2012. Al respecto, un artículo del medio El Confidencial la define como “la mayor obra de arte española del siglo XXI”.
“Decir esto de un país que tiene en activo a Miquel Barceló, Cristina Iglesias o al estudio RCR Arquitectos, ganador del último premio Pritzker, suena osado. Pero, por suerte o por desgracia, es así”, sostenían cuando se habían cumplido cinco años desde su explosión. Y para argumentar, además del ranking de Art Info, precisaron que el mismísimo Museo de Arte Moderno de Nueva York se interesó por comprarlo.
Lo cierto es que el Ecce Homo —o Ecce Mono— sigue sumando adherentes. Ahora que se cumplieron diez años, hace unos días La Sexta reveló que el trabajo ha permitido que más de 300 mil personas se hayan acercado al Santuario de la Misericordia. Cecilia Giménez, en ese sentido, tomó una decisión: renunció al total del porcentaje que le correspondía por aquellas visitas.