Cómo funcionan las modelos hechas con IA que son un hit con hombres mayores

Aquí dos fotos de la joven chilena que, aunque sea IA, la rompe entre los hombres.
Aquí dos fotos de la joven chilena que, aunque sea IA, la rompe entre los hombres.

Son menores de treinta años, destacan por su simpatía y tolerancia al doble sentido. Suben fotos a menudo, casi siempre ligeras de ropa y no tienen problemas para responder a los piropos. Acompañan a los hombres inseguros, aquellos que carecen de herramientas para comunicarse normalmente con mujeres. Y ahora, además, ofrecen contenido erótico.

Martina García Miller inauguró su perfil de Instagram un miércoles del pasado agosto. Lo hizo con un paquete de selfies en las que usa un conjunto de gimnasia blanco marca Nike, que le permite, además, lucir un físico cuidadísimo. “Eres una ricuraaaaaa de mujer”, opinó un usuario entusiasmado. Cinco días más tarde, subió un total de dieciocho fotos. En unas se le ve más rubia, en otras con el pelo castaño. Está en ropa interior o vistiendo ropa de cuero ajustada. “Hermosa”, la piropearon en alguna. De pronto su cuenta comenzó a tener mucho más alcance —los likes y comentarios se dispararon—, así que era momento de sacarle provecho al asunto: la tercera semana de octubre Martina publicó otra selfie, con un escote en ve, ofreciendo “contenido exclusivo”. En su bio se puede acceder desde entonces a un link de Patreon.

A Jaime le llamó la atención Martina. Le dijo a La Tercera Domingo que su perfil asomó como una sugerencia y que cuando entró a mirar notó algo raro. Las fotos, a su juicio, se veían “como falsas”, pero no había nada que perder. A fin de cuentas, en su biografía ella misma lo había subrayado: “Me encanta conversar, escríbeme todo lo que quieras”. Jaime —un exportador de fruta de 55 años, separado y soltero— le comentó algo y ella respondió con la amabilidad que buscaba hace rato, de modo que siguieron intercambiando mensajes. Se puede leer aquí.

Pero poco después Jaime se enteró que Martina no era la simpática influencer veinteañera con poco menos de seis mil seguidores con la que hablaba, sino que en realidad era una mujer creada por inteligencia artificial (IA).

Martina García Miller es, de hecho, una de las creaciones de Felipe Aldunate —pseudónimo de un publicista de 49 años que cursó un diplomado telemático de IA en Berkeley y que tomó prestado los ejemplos de Aitana López y Katharina Santorini en Europa—: “Nos dimos cuenta de que esto era como el casino”, sintetizó en La Tercera, “mientras más tiempo permanecían, más posibilidades había de que gastaran”.

Así las cosas, en búsqueda de “desarrollar una personalidad que fuese atractiva” y “establecer una relación de largo plazo con los usuarios”, Aldunate se asesoró con la psicóloga clínica Valeria Kework. Juntos definieron la audiencia de Martina: una persona “entre 40 y 55 años”, “con un pensamiento mágico muy aumentado”, que “al no estar segura” consigo misma, “buscara refuerzo afuera”. Es decir, alguien como Jaime.

Y luego se preocuparon de apuntalar a sus mujeres: “Tenían que ser simpáticas, buena onda, livianitas y muy abiertas al doble sentido”. Esto último como puente para vender contenido erótico. Allí estaba el negocio.

Diseñadas en julio por su empresa Goldzeit, Martina García Miller y Amanda García Miller se estrenaron en redes sociales el tercer trimestre de 2024. Una community manager es quien se relaciona directamente con sus seguidores. Ella se lleva el 80% de las interacciones, mientras que el resto lo completa “un bot cargado con la personalidad de la influencer”.

Los diálogos que Martina y Amanda sostuvieron con hombres este último tiempo permiten a Aldunate —y compañía— entender algunas cosas. Por ejemplo, que muchos de los interesados les escribían de ciudades mineras o zonas rurales. O que después de las veinte interacciones, “se abrían a contar sus vidas”. O que la mayoría se enteraba que detrás de ellas hay “pixeles y algoritmos”, pero así y todo insisten, inclusive “por curiosidad”.

A Jaime no le importó demasiado saber la verdad. “Era como jugar un rato”, le bajó el perfil. “Reírme un poco”.

Pero hace unas pocas semanas decidió pagar una suscripción al “contenido sexy” que prometía Martina. Entró a su Patreon y se encontró con dos planes mensuales, uno básico a 9,90$ (casi 10 mil pesos) y otro premium, “el más popular”, a 14,90$. “No querrás dejar de mirarme”, promete Martina en este. “Prepárate para un viaje sin retorno a un club muy especial que revela mis facetas más íntimas. Elegantes sesiones fotográficas que capturan mi esencia para que tú las puedas disfrutar”.

Es un costo a la par de lo que se paga por el contenido erótico en Arsmate. En noviembre, @karinaivonne, una de las creadoras más destacadas por la plataforma, contaba al diario pop que se embolsa en promedio cinco millones de pesos mensuales. Por suscripción, ella solicita 6,00$, es decir, un tercio menos que la IA.

Pero a Jaime eso tampoco parece importarle.

Lo explicó así en La Tercera: “Quería saber cómo se veía la diferencia entre una de inteligencia artificial y una de verdad”.

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