Cuando Santiago se vino abajo: cómo el Cristo de Mayo se convirtió en el patrono contra los terremotos

Cristo de Mayo.
Cristo de Mayo.

Este será el tercer año consecutivo que la mítica figura, recluida en la Iglesia de San Agustín, no recorrerá las calles del centro de la capital. Su leyenda perdura con el paso de las décadas.

La noche del 13 de mayo de 1647, a las 22:30 horas, el suelo se empezó a sacudir en la oscura y silenciosa Santiago del Nuevo Extremo, la ciudad principal de la Capitanía General de Chile.

Casi todas las construcciones, hechas en su gran mayoría de adobe y piedra, se vinieron abajo y quedaron en ruinas, quitándole la vida a unas mil personas, es decir —estimó la Real Audiencia en aquel entonces—, un cuarto de la población (25%) de la joven ciudad fundada en febrero de 1541. Entre la destrucción se oían los afectados con gritos de ayuda y piedad por sus pecados, en vista de que muchos entendieron el largo sacudón como una suerte de “castigo divino”.

Además, tras el movimiento no había quien liderara ante la catástrofe, en vista de que el gobernador de Chile, Martín de Mujica, se encontraba en Concepción controlando un alzamiento mapuche; es más, las comunicaciones eran lentas y solo se enteró del terremoto dos semanas después. En tanto, el obispo de Santiago, Gaspar de Villarroel, tomó las banderas y coordinó a decenas de curas para ayudar en las labores de extremaunción y socorro a los heridos.

Terremoto 1647
Ilustración del terremoto de 1647.

Hasta hoy no hay claridad de cuánto duró el fuerte sismo. Según se ha documentado, se extendió durante tres o cuatro credos (extensa oración), usando ese devoto sistema para medir el tiempo. Traducido a una fórmula más convencional, habría tenido una duración de, más o menos, siete minutos.

En tanto, se calcula que la magnitud fue de 8,5 en la escala Richter, según el Servicio sismológico de la Universidad de Chile estimó en 2007; o sea, casi tan poderoso como el terremoto que sacudió el centro-sur del país en 2010.

¿Un milagro?

Las iglesias, por supuesto, no fueron las excepción ante el desastre, de hecho, la de San Francisco y la Catedral lograron resistir a duras penas. Sin embargo, la de San Agustín —ubicada en lo que hoy es calle Agustinas con Estado— se vino prácticamente toda abajo.

Fue ahí cuando sacerdotes y feligreses habrían quedado absortos ante el milagro: una figura del templo, intacta, se salvó de la destrucción. Era la imagen del Señor de la Agonía, la cual muestra a Jesús crucificado, en un trabajo que fue tallado por el fraile peruano, Pedro de Figueroa, e instalada en la iglesia en 1613, según consigna esta nota.

Sin embargo, no fue solo eso lo que dejó boquiabiertos a los presentes, porque, en un suceso supuestamente imposible, la corona de espinas habría bajado hasta su cuello, quedando como un angustioso collar, lo que de inmediato se asoció a la catástrofe, relató Villarroel, “como dando a entender que le lastimaba una tan severa sentencia”.

Cristo de Mayo
Ilustración del Cristo de Mayo tras el terremoto.

Acto seguido, los sacerdotes instalaron un improvisado altar con la imagen del crucifijo como su centro. Así se empezó a construir un culto que perdura hasta nuestros días, con la corona aferrada a la garganta porque, según el mito, si se la intenta mover, volverá a temblar. Hoy esta imagen es conocida como Señor de Mayo o Cristo de Mayo, que hasta el presente se saca a procesión cada 13 del mes.

La barroca y doliente expresión de esta figura, como si mirara al peor de los horizontes, ha aportado a la leyenda: “Su semblante acertó a ser tan triste y robados los ojos hacia el cielo, que causaba el miserable espanto y respeto tenebroso y tristísimo”, escribieron en un informe de la Real Audiencia.

Claro, su rostro capturaba el sentir de una población aterrada, sedienta de consuelo divino, y que lo encontró en ese Cristo.

El factor de “La Quintrala”

Otro elemento que aportó a la leyenda fue que la Iglesia de San Agustín era vecina de una aristócrata y terrateniente conocida hasta nuestros días, Catalina de los Ríos y Lisperguer, o simplemente, “La Quintrala”, el mismo personaje que en las últimas décadas ha sido encarnado por destacadas figuras como Raquel Argandoña o Claudia di Girólamo.

De ella se ha dicho mucho —en gran medida por los novelescos relatos Benjamín Vicuña Mackenna sobre ella—: se ha destacado su exuberante belleza, que tenían un pacto con el diablo, se le han atribuido decenas de asesinatos y torturas a sus sirvientes. Pero la documentación es poca y, a estas alturas, ya se ha convertido en una suerte de ficción colectiva.

Raquel Argandoña
Raquel Argandoña como "La Quintrala".

¿Pero qué tiene que ver “La Quintrala” con el Cristo de Mayo? Bueno, pues según el mencionado político e historiador chileno, en un inició, la casa de esta poderosa mujer habría albergado al mítico crucifijo.

Aquel relato, falto de documentación, dice que, en una ocasión que Catalina habría estado dando castigo a sus esclavos, la figura “volvió airados los ojos” sobre ella; también, otro otro motivo —según el propio Vicuña Mackenna— pudo ser porque vestía un escote pronunciado. Como sea, a la mujer no le habría gustado nada la mirada reprobatoria de la figura, lo que habría derivado en que la expulsara de su hogar, quedando en manos de la Iglesia de San Agustín.

Sin embargo, la única certeza es que el templo y la casa de “La Quintrala” eran propiedades vecinas, lo que ha aportado a acrecentar la leyenda.

Tercer año sin Cristo de Mayo

Tras el terremoto de 1647, la reconstrucción fue lenta. La gente empezó a rearmar sus hogares con los mismos restos de material que aún pudiesen servir. Como no había agua potable, los escombros taparon los canales y conductos, lo que implicó más problemas sanitarios. Además, la comida se volvió escasa. Y con la llegada del invierno, fuertes lluvias y granizos arreciaron en la ciudad; muchas murieron de hambre y frío. A todo eso se sumó la epidemia del tifus, que pasó largos años cobrando vidas.

El trauma, claro, había sido grande para la población, y el Cristo de Mayo se empezó a consolidar como una figura de salvación hasta el presente. Cada 13 del mes, los fieles salen de la Iglesia San Agustín en devota procesión, la cual no se realizará por tercer año consecutivo a causa de la pandemia.

Cristo de Mayo
Cristo de Mayo en plena peregrinación.

El mito dicta que, de no realizarse la caminata junto a la divina figura, un nuevo sacudón arremeterá en la tierra.

Es más, según dijo a 24Horas Alfredo Palacios, docente e investigador UAC, la procesión no se celebró 1959, y al año siguiente fue el terremoto de Valdivia, el más grande del cual se tengan registros; en 1984 tampoco se hizo la peregrinación y vino el sismo de 1985 en Valparaíso; y la misma suerte corrió el 27 de febrero del 2010, luego de que el 2009 tampoco se efectuara la procesión... Los motivos para no efectuar el evento religioso han sido distintos, pero, posteriormente, los desenlaces han sido parecidos.

Como sea, ahora, este ya sería el tercer año seguido sin sacar a pasear al Cristo de Mayo y, al menos por ahora, no han ocurrido más que los temblores acostumbrados… Nuevamente, habrá que tocar madera.

Cristo de Mayo
Cristo de Mayo en la Iglesia de San Agustín.

COMPARTIR NOTA