¿Está bien ghostear?: por qué a veces puede ser necesario irse sin decir adiós

El ghosting resulta un fenómeno aún muy complejo de analizar. Foto: Paula.
El ghosting resulta un fenómeno aún muy complejo de analizar. Foto: Paula.

¿Es una decisión que se toma de súbito o se va macerando de a poco? ¿Se puede desaparecer —sin avisar— pero con la conciencia tranquila? Aquí, algunas pistas de un fenómeno tan temido como inevitable en las citas modernas.

Se podría decir que Luis —nombre que escogió para este artículo, 32 años, doctor en química— estaba razonablemente entusiasmado. Conoció a una colega en medio de una reunión y llevaban saliendo un tiempo prudente o al menos sus citas contaron con el éxito necesario como para saludarse de beso en la boca y caminar agarrados de la mano. Y otras cosas también. Hitos importantes, dice él: quizás llegó a imaginarla algo más. Creía tener los cimientos sobre los cuales construir una relación. Pero de un momento a otro, sin avisos previos, la disposición de ella pareció cambiar.

Ya no contestaba tan rápido ni con las mismas ganas. A veces ni siquiera lo hacía. Cuando él la llamaba, rara vez atendía.

En dichas circunstancias, Luis fue más directo: “Le pregunté cuándo nos veríamos y me dijo que estaba llena de cosas, que le hablara el sábado, cuando estuviera desocupada”. Le habló ese sábado, pero se estrelló contra el mismo muro. Optimista intenso, de esos que rozan la ingenuidad, le ofreció a ella poner una fecha para retomar el contacto. Y aunque tal vez a esas alturas del partido el químico ya olfateaba lo que se venía, de igual modo quiso insistir. Le envió un mensaje el día que ella le sugirió, pero del otro lado hubo silencio absoluto.

Perdió su pista para siempre y sin saber el porqué. En adelante se preguntó —no una; tres, cinco, diez veces— qué pudo haber pasado, pero no halló más que incertidumbre. Se quedó con tantas dudas como puede tener cualquiera en esta situación.

Esto se llama ghosting, término popular en inglés que el castellano simplificaría como hacerse el fantasma y —de un tiempo a esta parte— un asunto de cuidado entre citas.

Un estudio presentado en 2019 del que formaron parte 554 participantes arrojó que 140 de ellos (25,3%) sufrieron en algún momento ghosting, mientras que 120 (21,7%) admitieron haber ghosteado a alguien. Cinco años antes, en una encuesta que levantó la compañía YouGov para el Huffington Post, las víctimas habían marcado un 13% y los victimarios, un 11%. En síntesis, las cifras se han disparado a tal punto que quizás quien esté ahora del otro lado de la pantalla o con su teléfono celular en la mano leyendo esto —sí, tú— también haya sido parte del fenómeno.

Diego San Martín, psicólogo del Centro Amülen, define el ghosting así: “Es la práctica de terminar toda comunicación y evitar contacto con otra persona sin advertencia ni explicación, así como ignorar intentos posteriores de comunicación”.

Puede ocurrir tanto en vínculos de larga duración y alto compromiso, como en vínculos de corta duración y menor compromiso”, añade San Martín, “aunque suele ocurrir con mayor frecuencia en el segundo contexto”.

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Son múltiples razones por las que las personas recurren al ghosting. Foto: Referencial.

Por su consulta han pasado decenas de pacientes que acusaron este fenómeno y, sin importar edad, sexo u orientación sexual, las consecuencias suelen repetirse: “La persona receptora del ghosting puede experimentar una respuesta emocional en diferentes niveles de intensidad —alecciona el terapeuta—: desde una leve activación de su sistema nervioso a altos montos de ésta, dependiendo del significado que tenga la experiencia para el receptor”.

De eso dependerá “la historia de vida de la persona” y “su personalidad”. A modo de ejemplo, hay quienes sentirán tristeza “por la falta de conexión, valoración o cuidado percibido hacia ellos”, como también habrá los que “lo vivan con rabia” por algo que consideran derechamente “injusto o transgresor”. “Ciertas personas quizás experimenten vergüenza al sentirse invalidados, humillados o excluidos”, sigue San Martín, “y otras tal vez lo vivan con angustia por la confusión que les genere, por la intensidad de lo que sienten o por la variedad de emociones que sientan”. Luis probablemente entre en este último grupo.

¿Por qué se hace ghosting?

Es difícil saberlo con exactitud porque “cada uno tiene sus propias preocupaciones”, advierte Kalvin Stine —psicólogo clínico de la Universidad Andrés Bello—: cansada de leer lo mismo, Paloma (29, ingeniera) una tarde de mayo consideró que lo mejor era dejar de responder los mensajes de un muchacho que aparentemente se había hecho demasiadas expectativas después de dos o tres salidas. “Era muy cargante”, justifica, al tiempo que muestra una pila de mensajes de Instagram ya sin reacción.

Javiera (31) decidió bloquear a un chico dos años mayor por algo muy similar.

Álvaro (35), en cambio, aún se siente un poco mal cuando recuerda que hace años dejó en visto a una de sus citas. No pudo o no supo cómo explicar que en realidad no le gustaba tanto como le había dicho la primera vez.

En ese estado de cosas, sugiere Stine, “es posible que el ghosting sea más bien la imposibilidad de alguien de poder establecer en palabras o en un diálogo algo que no le parece o no le cuadra dentro del encuentro intersubjetivo”.

A María José (27, periodista) le ha pasado lo anterior más veces de las que hubiera querido. En sus palabras: “Yo creo que te da vergüenza decirle a la otra persona lo que te pasó, así como oye, no hay más feeling o ya no estoy interesada, creo que no deberíamos seguir hablando. Te vai por el camino fácil, te ahorrái todo eso, y simplemente dejái de hablar. Y si no querís que te vuelvan a hablar, lo bloqueái, nomás”.

“La verdad, ghosteo más que nada cuando no hay feeling y prefiero no decirlo porque siento que fue obvio”, cierra.

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Las cifras de gente que ha sido parte de este fenómeno —víctimas y victimarios— se ha disparado con el tiempo. Foto: Referencial.

En contexto, hay razones tan disímiles como “evitar ver el dolor de la otra persona” o “sentir apatía o placer respecto al malestar del otro”, explica con pedagogía Diego San Martín. También mencionará, entre otras, “evitar la confrontación directa” y “no causar dolor al señalar las razones del alejamiento”. Stine ensaya que, además, “puede entenderse desde la dificultad para concretar un rechazo, para poder lidiar con la experiencia de rechazar a un otro que tiene expectativas en mí”.

Plantearse el ghosting

¿Se puede hacer ghosting con la conciencia tranquila?

Kalvin Stine propone un caso en el que sí:

“Imaginemos a una persona que está siendo manipulada o violentada y que esa persona es capaz de darse cuenta —elabora—; creo que ahí podría entenderse perfectamente que realice un ghosting, ya que se estaría sustrayendo de un espacio conflictivo. Podría pensarse como una forma de autoprotección”.

De todos modos, Stine subraya que “nadie está obligado a estar donde no quiere y creo que exigir ser políticamente correcto es algo que no corresponde”.

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El ghosting es un concepto anglosajón derivado de ghost: fantasma. Foto: Referencial.

En un pequeño estudio enfocado esencialmente en la experiencia de los usuarios de apps de citas, algunas de las personas que optaron por desaparecer sin aviso esgrimieron las razones que mencionaba el psicólogo: temían agresiones verbales o inclusive situaciones de acoso. Por cierto que también hubo quienes lo hicieron porque no querían herir a nadie o, simplemente, porque les era más sencillo, pero de eso ya se habló.

Diego San Martín, en tanto, recomienda otro estudio publicado este año en el Journal of Experimental Psychology: General. Allí, a través de ocho experimentos sociales, se busca probar que a las personas que habían hecho ghosting en realidad les preocupaba más de lo que se creía los sentimientos del afectado. “Un predictor significativo de que una persona haga ghosting —destaca San Martín del paperes que el motivo sea la otra persona y que las razones sean negativas”.

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Hay algunas situaciones en las que el ghosting puede ser una salida. Foto: Referencial.

En una entrevista reciente con el New York Times, la terapeuta matrimonial Elizabeth Earnshaw planteó la siguiente pregunta: “¿Estoy pensando en hacerle ghosting a esta persona simplemente porque quiero evitar una conversación desagradable?”. De ser así, una mejor salida —al menos más amable— sería ofrecer una despedida o una breve explicación.

San Martín sostiene que una forma de manejarlo es “que ambas partes intenten ver la situación desde la perspectiva del otro o que conversen sobre sus visiones respecto al rechazo”.

Stine añade: “Creo que sería necesario encontrar vínculos (amistades, familiares) en donde se pueda hablar o dialogar sobre lo que se está sufriendo. La evitación del desamparo creo que es lo principal frente a fenómenos de este tipo, sobre todo si de amor se habla, ya que en ese plano es donde más nos podemos sentir vulnerables”.

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