La fotografía del año homenajea a los miles de niños indígenas que murieron en escuelas residenciales de Canadá

Amber Bracken fue condecorada por World Press Photo a raíz del trabajo fotoperiodístico que realizó para The New York Times.

El tradicional premio de Fotografía del Año entregado por la organización World Press Photo ya tiene a una ganadora.

Se trata de Amber Bracken, una fotoperiodista canadiense que realizó un reportaje para el New York Times sobre la trágica historia de las escuelas residenciales indígenas que se establecieron en la Columbia Británica, la provincia más occidental de Canadá, durante el siglo 19.

Se estima que en las escuelas residenciales murieron miles de menores de edad y la fotografía de Amber Bracken da cuenta de una serie de vestidos rojos que están colgados sobre cruces a lo largo de un camino para conmemorar a los niños que murieron en la escuela residencial indígena llamada Kamloops. Los vestidos fueron instalados luego de que se detectasen más de 200 tumbas no marcadas.

La siguiente es la fotografía:

Amber Bracken
Amber Bracken, The New York Times

Las escuelas en cuestión tenían como objetivo asimilar a las personas de comunidades indígenas en la cultura de los colonizadores cristianos que irrumpieron en Norteamérica y que se trasladaron del este al oeste a partir del siglo 17.

“Los estudiantes fueron sacados de sus hogares y alejados de sus padres, con frecuencia por la fuerza, y se les prohibía comunicarse en sus propios idiomas”, explican desde World Press Photo.

En ese proceso de asimilación, en donde además se les daban nombre europeos, se registraron abusos físicos y sexuales en acciones que actualmente son catalogadas como un genocidio cultural” desde la Corte Suprema canadiense.

En ese sentido, el jurado de World Press Photo estableció que la foto ganadora “representa el despertar de una historia vergonzosa que finalmente se aborda en Canadá. Es una imagen perfecta que captura una luz rara y es a la vez inquietante, deslumbrante y simbólica. La imagen sensorial ofrece un momento tranquilo de reconocimiento del legado global de colonización y explotación, al tiempo que amplifica las voces de las comunidades de las Primeras Naciones que exigen justicia. La imagen requiere un ojo activo y nos alienta a responsabilizar a los gobiernos, las instituciones sociales y a nosotros mismos”.

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